Álvaro Peral (Albacete , 29 años) pasó de soñar con el fútbol de élite a vivir un infierno donde apenas quedaba espacio para respirar. De entrenar a las órdenes de Simeone y compartir césped con un buen número de estrellas del panorama internacional, a intentar suicidarse en dos ocasiones, superado por la crueldad que a veces acompaña a su deporte. Se supo de su historia en 2021, cuando un reportaje de Movistar Plus la sacó a la luz: la crónica de un prometedor portero, canterano del Atlético de Madrid, a quien una desafortunada decisión le cambió la vida por completo.Fue él mismo quien relató cómo en el verano de 2014, con tan solo 19 años, rechazó la oferta de renovación que le había planteado el club rojiblanco. Su representante le había recomendado fichar por el Charlton Athletic inglés, que le ofrecía 300.000 libras (unos 360.000 euros). Pese a las dudas iniciales, Peral acabó aceptando el cambio con la esperanza de dar un salto cualitativo que asegurara el bienestar de su familia.Pero el viaje a Inglaterra en el que debía estampar su firma sobre el contrato acabó en una sorpresa desagradable. El Charlton se había echado atrás. Su agente había exigido una comisión extra de 10.000 libras y había echado por tierra la confianza de los directivos ingleses. Peral regresó a casa sin equipo y con una sensación de vacío difícil de asimilar. Fue el principio de una caída en picado.Noticia Relacionada FÚTBOL estandar Si Vuelven las derrotas y los arañazos de Guardiola tras el derbi de Mánchester PABLO PIZARROA partir de ahí, el documental continúa con la narración en detalle de cómo ese golpe psicológico desencadenó una profunda depresión. Peral aún defendió la portería de varios equipos de Segunda B y Tercera – Fuenlabrada, Villanovense, Guijuelo, Ebro, La Roda y Calahorra -, pero cada cambio de aires se convertía en un recordatorio constante de lo que pudo haber sido y no fue.Finalmente, en 2018, llegaron los intentos de suicidio y un adiós temporal al fútbol. Ingresó en el hospital de salud mental de Albacete, donde le diagnosticaron un trastorno límite de la personalidad , y comenzó una larga travesía para recuperar la luz, un proceso lento que combinaba terapias, medicación, introspección y una lucha constante contra los fantasmas del pasado.Cuando apareció en televisión en 2021 ya había retomado su deporte y confiaba en que su testimonio sirviera para otros jóvenes en situaciones parecidas. Pero tres años después, rondando la treintena, siente que aún debe librar una batalla cotidiana contra su propia mente. Por el camino ha cumplido su sueño de jugar en Primera división , ha retornado al pozo de la depresión y ha trabajado como vigilante jurado en el mismo hospital donde estuvo ingresado. También se ha enfrentado a sus demonios en Inglaterra, antes de recalar de nuevo en un campo más modesto. Porque Peral acaba de fichar por la UD Almansa , equipo de Preferente de Castilla-La Mancha, y se siente con fuerzas para hablar de esta nueva etapa, donde el balón vuelve a ser protagonista. «Sueño con ponerme la camiseta de Albacete Balompié un día y mirar a la grada y ver ahí a mi familia», explica en una larga charla con ABC, donde repasa con minuciosidad lo ocurrido en esta última etapa de su vida. Explica el arquero que muchos de sus problemas arraigaron en sus años de formación. El bullying que sufrió en su infancia , especialmente en las categorías inferiores del Atlético, fue una losa que alimentó inseguridades que se volvieron crónicas. «Durante toda mi vida siempre he tenido problemas con el tema del peso. Todo el mundo se ha metido mucho conmigo por estar gordo. Cosas como estar desayunando y que te digan: ‘No te tomes el colacao, que eres un puto gordo’… Esas cosas, para un niño, no son nada agradables».Jugar en PrimeraLa presión se volvió aún más insoportable al destacar como guardameta. Simeone comenzó a llamarlo para entrenar con el primer equipo y compartió sesiones con Courtois, Bono y Asenjo, tres porteros de primer nivel. Tres referentes en los que Peral tenía el espejo ideal en el que mirarse. Pero la felicidad que sentía sobre el césped se diluía al volver a la residencia. «Cuando vives con veinte niños de diferentes partes de España o del mundo, la envidia se palpa en el ambiente… Cuando me iba a dormir me tiraban una bota a la cabeza , o si me quedaba dormido en el sofá, me ponían pasta de dientes en el pelo o en la cara». Aquellos abusos grabaron en su memoria la sensación de ser un blanco fácil para las burlas y la humillación. Y dan sentido a todo lo que ocurrió después.Tras la emisión del reportaje en Movistar Plus, supuestamente ya repuesto de sus problemas y con la herida cicatrizando, le llegó una oferta inesperada que resultaría crucial para sacudir su historia y cumplir un anhelo que había perseguido desde niño: actuar en la máxima categoría de un país. «Ese verano me fui a Andorra a jugar en el Penya Encarnada. No es la mejor liga en cuanto a competición, pero yo nunca había jugado en Primera y quería quedarme tranquilo de, al menos, ver cumplido ese sueño».La fortuna, no obstante, volvió a darle la espalda: «Al poco tiempo tuve un ataque de pánico mientras entrenaba. Algo muy jodido. Y me tuve que ir de Andorra. En ese momento volví a no saber qué hacer con mi vida. Caí de nuevo en una depresión bastante grande, de tocar fondo y no ser capaz de levantarte. Hasta tuve una carta escrita para despedirme de todo el mundo… Por suerte tengo un gran amigo, Marcos Bautista , que además juega al fútbol en el Torrent. Recuerdo que el último día de 2022, antes de las uvas, me cogió de las orejas y me dijo todas las cosas que no quería escuchar. Él y mi hermano me hicieron abrir los ojos. A raíz de eso maté, entre comillas, al Álvaro que lo hacía todo por jugar al fútbol y empecé a construir un Álvaro nuevo, completamente diferente».Peral se obligó a revaluar qué lugar tenía el fútbol en su vida, si valía la pena sacrificarlo todo -salud mental incluida- por perseguir una meta que parecía envenenada. Decidió formarse como vigilante de seguridad y escolta privado, buscando un sendero vital más allá del balón, dándose un respiro que le permitiera contemplar el futuro con algo menos de ansiedad.«Y en mayo de 2023 me dan la oportunidad de irme a trabajar a Ibiza de vigilante. Estuve hasta noviembre, y en esos meses empecé a tener claro que una depresión o un ataque de pánico no podían retirarme del fútbol. Me puse a entrenar y a mentalizarme de que quería volver. Y surgió la oportunidad de ir a Inglaterra». Aquella propuesta, casi un guiño del destino por todo lo ocurrido con el Charlton, la asumió sin vacilar. Un signo de valentía: «Quise ir con los ojos cerrados. Tenía que intentarlo. Fiché por un equipo de la sexta división y jugué once o doce partidos. Me sentí increíble».Terapia de choqueEn esa experiencia británica, Peral recuperó la pasión por el fútbol. Pero, al concluir la temporada en tierras británicas, regresó a Albacete sin billete de vuelta a Londres: «Me pagaban 800 libras y no me daba lo suficiente para vivir. Entendí que allí no iba a ser».Tocaba volver a casa, y allí se topó con otro requiebro inesperado, uno más de los muchos que le han ido acompañando a lo largo de su trayecto vital: a Peral le ofrecieron trabajo como vigilante en el mismo hospital de salud mental donde, tan solo dos años antes, había permanecido ingresado. Era una prueba mental de primer orden. Una confrontación sin paliativos con su pasado, con aquel Álvaro frágil que había estado al borde de despedirse del mundo.«Fue una terapia de choque bastante grande», asume ahora con entereza. «Yo empatizo mucho con la gente que ha pasado por lo que yo pasé, y a algunos, mientras los atendían, les decía: ‘Hace dos años yo estaba en la misma situación que tú, queriendo quitarme la vida, y mira, ahora estoy aquí ayudándote’. Venían chavales de treinta y tantos años que se querían suicidar, que no tenían ganas de vivir… No era mi trabajo, pero yo me sentía en la obligación de intentar calmarlos y de que vieran la vida de otra manera. Recuerdo un chico que estaba esperando a que lo atendieran. Me puse a hablar con él, decía que oía voces, que se quería quitar la vida… Al final lo único que necesitaba es que alguien lo escuchara, poder expresar cómo se sentía por dentro». En realidad, Álvaro solo aplicaba las mismas rutinas que sentía que a él le habían funcionado para levantarse después de cada caída. Ese inesperado reencuentro con el entorno donde luchó por su propia existencia le brindó una suerte de sanación. El Álvaro vigilante se permitió reconfortar a otros que atravesaban el mismo laberinto mental del que él mismo había logrado escapar -al menos, parcialmente-.El refugio en el AlmansaAl terminar su contrato en el hospital volvió a encontrarse ante un futuro incierto. Pasado el verano decidió aceptar la oferta del Almansa, motivado por la cercanía con su hogar y por la necesidad de reconectarse con un entorno familiar que lo dotara de seguridad. Recuperar las raíces fue una especie de bálsamo para él, una forma de anclar los pies. «Aquí me siento querido y valorado. Puedo ser yo mismo. He aprendido que tengo que estar en un sitio donde yo sea feliz y me sienta bien». De momento, las cosas marchan. El Almansa es cuarto en la clasificación, cerca de un ilusionante ascenso a Tercera RFEF, y Peral está jugando como titular con buenas actuaciones, señal de que la madera de excelente guardameta nunca la perdió. Entre medias, prepara varios proyectos relacionados con el fútbol que le motivan casi tanto como el contacto con el balón. Acaba de volver de Paiporta, de ayudar en las tareas de reconstrucción tras la DANA que asoló la comarca, y con esa actitud encara el futuro. El chaval que vivió pesadillas en la residencia y que rehusó la oferta de renovación del Atleti, convive con el Álvaro de hoy, un hombre que abrazó su fragilidad y la intenta convertir cada día en fortaleza porque sabe que en cualquier momento puede llegar otro bache: «Es vital tener las herramientas y rodearte de las personas adecuadas; eso marca la diferencia».
Leave a Reply