Dos ratones se cuelan en la calle madrileña San Romualdo nº26. Corretean por las escaleras hasta llegar a la cuarta planta y, sigilosamente, entran en una gran sala. Allí se encuentran con unos soldaditos y un cascanueces. Son los alumnos de la escuela José Antonio Checa Ballet . Allí, 60 pequeños bailarines se preparan para hacer nueve ‘Cascanueces’ este año. Solo esta semana han hecho cuatro. Así, nos adentramos en el ensayo general previo al estreno que tuvo lugar en Arganda del Rey. «Merece la pena el esfuerzo que hago porque al final es lo que me gusta hacer. No es un sacrificio», cuenta Óscar Tristán. Tiene 15 años y hace de Fritz en el primer acto, el hermano de Masha, también de pequeño Cascanueces y el ‘pas a trois’ del segundo acto. Mientras calienta junto al resto de sus compañeros, José Antonio Checa pasea por la clase algo inquieto. Están a unos minutos de empezar el ensayo general con el vestuario, un momento esencial para que los alumnos practiquen con los trajes y se adapten a ellos. Noticia Relacionada reportaje Si Dentro de ‘El lago de los cisnes’: así se invoca el milagro de la danza Clara Molla PagánCheca conoce bien la versión que van a interpretar. Se trata de una adaptación de la coreografía de Vasili Vainonen para el Mariinsky, en la que él mismo participó con solo 17 años cuando era alumno de la Academia Vaganova de San Petersburgo. Ahora procura que sus alumnos sigan al pie de la letra todas las indicaciones de la coreografía. «Les da unas tablas tremendas. Les hace enfrentarse a lo que es un ballet completo, no únicamente una variación o una danza de dos minutos que luego se olvidan, sino un ballet de una hora y media donde tienen que estar dentro interpretando un papel, a lo mejor incluso haciendo más de uno», comenta el maestro antes de que empiece el ensayo. La escuela realizará nueve funciones tras haber entrado a formar parte de la programación de la red de teatros de la Comunidad de Madrid, pero esto no es algo habitual. Cada vez son más los espectadores que lamentan que el ‘Cascanueces’ no forme parte de la programación de los teatros. Día antes del estreno. 16:00 hrs . Tras los primeros compases de Tchaikovsky, las alumnas comienzan a desfilar mientras se acercan a la fiesta que dará la familia de Masha, la protagonista de este cuento de navidad que recibirá de Drosselmeyer un cascanueces. Al comenzar el primer acto, aparecen los niños de la fiesta, pero entre ellos destaca una de ellas, la pequeña Masha, interpretada por Alana González. Tiene 13 años e interpreta también varios papeles en la función. La pasión por la danza traspasa los poros de su piel. También el talento. La pequeña Alana ha sido becada recientemente por las mejores escuelas de danza del mundo como la Escuela de la Ópera de París o el Royal Ballet School tras su paso por el Youth American Grand Prix. «Me encanta el papel de Masha porque es una niña muy dulce y feliz, aunque tengo que concentrarme mucho en todas las partes que me tienen que elevar porque es más difícil y tengo que controlar mucho más su cuerpo», comenta durante el descanso. Las muñecas que utilizan las niñas en el ballet son fruto del agradecimiento de una madre a la escuela por haber acogido a su pequeña. Se hicieron en Ucrania y aterrizaron en Madrid.Roberto Piatto y Carla Ferrer ensayan el paso a dos del primer acto de ‘El Cascanueces’ junto al director de Jacballet José Antonio Checa. El maestro aprovecha para darles las últimas indicaciones antes de la función. Guillermo Navarro16:45 hrs. Cuando Masha despierta, el árbol comienza a estirarse y sus muñecas cobran vida. También su Cascanueces, y allí, en su gigante casa, tras el disparo de una escopeta, se produce una gran batalla entre el Cascanueces y sus soldados contra el rey de los ratones y su ejército. Así, los alumnos de Jacballet van entrando con sus espadas mientras los ratones saltan y giran sobre el aula. Y cuando la pequeña golpea al ratón, tanto Masha como el Cascanueces crecen, y ahora son Jaqueline Robu y Roberto Piatto quienes interpretan esos roles. Después de su ‘pas de deux’ se adentran en un mundo mágico. Carla Ferrer, de 19 años, es copo de nieve en esta ocasión, aunque también será Masha y bailará el ‘vals de las flores’ en otras funciones. «Es un ballet que siempre había visto, pero nunca había interpretado. Cada papel que me toca bailar tiene su dificultad. La parte de cuerpo de baile es complicada porque no sólo dependes de ti, sino que tienes que sentir al grupo. Nunca antes había hecho paso a dos así que también es un reto, pero también creo que es lo más bonito», cuenta en el descanso. 18.00 hrs. Los alumnos cuentan con diez minutos para cambiar su vestuario por el del segundo acto y el caos se apodera de la escuela. Los copos de nieve se transforman para bailar el ‘vals de las flores’ y algunos de ellos para hacer algunas danzas como la española, la árabe o la rusa. Alana también cambia el papel de Masha para bailar el ‘pas a trois’ junto a Óscar Tristán y Niala Herrera. Cuando comienza el vals, Checa se sube al banco para ver todo mejor desde una mayor altura y controlar que la colocación en el escenario será la correcta. Y al terminar, entra Masha convertida en hada de azúcar para comenzar un paso a dos complejo, lleno de ‘portées’, saltos y giros. El cansancio no puede con los bailarines y a pesar de que llevan más de una hora y media bailando, Jaqueline pasa de un bailarín a otro y vuela por los aires sobre los brazos de su príncipe. Mientras tanto el pequeño Noa junto al resto de muñecas miran asombrados a los protagonistas. «Este es un ballet que hace bailarines. Hace que los niños se enamoren de esta profesión. Es muy importante en los tiempos que corren ahora que se enamoren de la danza clásica y que quieran formar parte de esta profesión», comenta el maestro mientras los niños van guardando sus trajes en sus bolsas para el día siguiente. Antes de que los alumnos salgan del aula, Elena Leontyeva lanza los últimos avisos: «No nos olvidamos el traje en el metro ni comemos con él». Al instante, los alumnos asienten mientras ríen entre ellos.Arriba, las alumnas de Jacballet se preparan para la función. Derecha, la alumna Alana González última los detalles junto a José Antonio Checa Guillermo NavarroLos alumnos de Jacballet no descansan en Navidad. Bailan. Y bailan mucho. Mientras que la mayoría de sus compañeros disfrutan de las navidades en familia junto a sus amigos, estos chicos tienen las agendas llenas de ensayos para poder sacar adelante todas las funciones. Algunos tienen que pasar sus vacaciones lejos de su familia, como Carla: «Son las primeras navidades que voy a pasar lejos de mi familia. Les voy a echar de menos, pero estoy haciendo lo que más me gusta y estoy bailando para que otros pasen la Navidad disfrutando de la danza, que es muy importante porque aquí en España no tienen tanta visibilidad». Otros, como Alana, están acostumbrados porque este es su segundo año consecutivo haciéndolo. «Esto no es un sacrificio. Para mí sacrificar algo es hacer deberes que no me gustan nada», cuenta la pequeña entre risas. Día del estreno. 15:00 hrs. El auditorio se convierte en un gran aula de danza en la que los alumnos toman clases de barra tanto en el escenario como en el patio de butacas entre los pasillos y los asientos. Tienen todo un día por delante y un gran trabajo antes de la función. En este caso, la clase es fundamental para mantener su cuerpo caliente y listo para la actuación y evitar así cualquier riesgo de padecer una lesión.Los alumnos ensayan por última vez en el escenario antes de la función. Arriba, algunos pequeños bailarines observan a sus compañeros entre bambalinas. Derecha, un momento durante la batalla entre el Cascanueces y el rey de los ratones. Izquierda, Alana González ensaya un fragmento del primer acto junto a su cascanueces Guillermo Navarro17:00 hrs. Tras ella, la escuela repasa el primer y segundo acto del Cascanueces. A pesar de «estar al 30%», como indica su maestro, para no gastar muchas energías, los alumnos están pendientes de sus posiciones en el escenario ya que las medidas han cambiado con respecto a las del aula. Mientras tanto, Checa lanza indicaciones desde una de sus butacas con un micrófono. A su lado están Leontyeva, Alessandro Alfonzetti y Valeriia Moreva, todos maestros de la escuela. También, practican el saludo final en el que todos los alumnos desfilarán en el escenario para hacer una gran reverencia al público. El maestro lanza sus últimas palabras antes de la función: «Elegantes. Disfrutamos en el escenario. Buena suerte». Y en un segundo, los alumnos corretean hacia los camerinos para comenzar a arreglarse.Las alumnas de Jacballet, unos instantes antes de comenzar a arreglarse Guillermo Navarro19:00 hrs. El jaleo y euforia de los alumnos traspasa cada una de las compuertas del auditorio. En los camerinos, las niñas se maquillan y se ayudan unas a otras para colocarse los lazos en el pelo. Mientras tanto, Alana practica por última vez alguna de las escenas con un móvil pegado al oído para escuchar detenidamente y comprobar que sus movimientos son los adecuados. Conforme avanza el tiempo, el caos comienza a transformarse en orden y el griterío en concentración. Los niños ya están preparados para salir al escenario. Para algunos, este será un recuerdo más que quedará grabado para siempre, aunque para otros, como Alana, este no es más que un anticipo de lo que puede que sea una realidad el día de mañana en los mejores teatros del mundo. Lo tiene claro. «A veces mis compañeros me preguntan si me cuesta llegar tan tarde a casa después de los ensayos, pero yo les digo que no. Esto no es un sacrificio, es lo que yo quiero hacer. Es mi futuro y es lo que me hace feliz».«Yo quiero ser la escuela de referencia en España», asegura Checa. Y aunque lleva apenas nueve años en funcionamiento, varios de sus alumnos han llegado a las mejores escuelas del mundo como la Academia Vaganova de San Petersburgo y algunas de las compañías más prestigiosas como la Ópera de París, el Ballet Nacional del Sodre de Uruguay, el Ballet Nacional de Grecia o el Ballet Nacional de Irlanda. Checa, que llegó a tierras rusas para cumplir su propio sueño, hoy ve otro hecho realidad. También algunos de sus alumnos, como Óscar Tristán. «Todo merece la pena. Si no fuese a una escuela, seguiría bailando en navidad porque no puedo vivir sin bailar».
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