Los socios de Gobierno se han tomado muy en serio el rigor de estas fechas y, como en el tajo de la carnicería, van fileteando a demanda las iniciativas que el Ejecutivo lleva al Congreso de los Diputados para dar apariencia de normalidad. Un despiece de paletilla para el PNV y una de asadura para Sumar, tan dados estos como son a eso de los higadillos. Las landrecillas, para Junts, y si acaso el pescuezo para Podemos. Chuletas y pernil no se sirven en Ca’Armengol, que no está el horno para bollos y menos en asuntos de fiscalidad. Lo cierto es que la vicepresidenta primera María Jesús Montero había presentado esta semana un plan para su aprobación que parecía un trabalenguas y donde figuraba leña contra las multinacionales, palos a banca y energéticas, azotes a las rentas de capital y fuego a los vapeadores. Todo quedó en humo y en cenizas después de varias caladas nacionalistas catalanes y vascos .Al final, sobrevive un impuesto mínimo del 15% para mas grandes multinacionales y el impuesto a la banca. Ni lo uno ni lo otro . Las primeras ya cubren sobradamente ese umbral sin que nadie se lo tenga que decir, y en cuanto a los bancos, pues ya se imaginan lo que va a tardar en repercutirse ese impuesto en una suerte de comisiones en su cuenta y en la mía. Eso sí, mayor presión contra la nicotina líquida que se fuma en las cachimbas digitales, para que no se diga.Es lo que tiene haber convertido el Parlamento en una tómbola donde la seguridad jurídica y la previsión normativa ni están ni se las esperan . Todo depende del humor de los socios o de alambicados pactos a tres bandas como que una refinería en Tarragona acabe con la reforma del sector energético. Para completarlo, el Gobierno sabe con eso tan disruptivo y voluntarista de que su compromiso era llevar las medidas y que hasta ahí puede leer. Ahora se han propuesto mejorarlo y amagan con presentar un decreto mañana mismo a sabiendas de que será tumbado en la votación de convalidación tanto por Junts como por el PNV. A Podemos le repetirá que se pactó llevarlo. Puro trile.Otro tanto ocurre con todo lo previsto para las multinacionales , convertidas en el comodín del Gobierno para emitir una falsa señal de vida legislativa. ¿Alguien cree que es buena idea trasladar la sensación de que estos titanes empresariales no pagan impuestos y presentarlos como unos bandidos a los que hay que meter en cintura fiscal? No hay manera.La imagen de alboroto y mercadillo persa se amplía con el hecho de que, en esta España donde las buenas formas se han ido a la nube con los wasap del Fiscal General del Estado, no sale una operación corporativa que sustente el entramado empresarial más allá de ajustes domésticos. Santander, Telefónica o BBVA se desangran con la caída del real en Brasil, y otras como Indra, la eterna emergente, está en vísperas de todo y días de nada. Ni vende Minsait, ni su filial de pagos Payments, ni adquiere Hispasat, ni cuaja un área de Defensa más cuestionada que Antonio Pintus en el Real Madrid de Florentino Pérez. Unos por otros, el patio sin barrer.Nada sabemos de una Indra que reúne a sus consejeros –más divididos que nunca– un día sí y otro también, y bajo la ley del más estricto y puro silencio corporativo. El que sabe, sabe, y el que no, enseña. Debe de ser eso… O no. Porque me temo que están de vuelta a la casilla de salida. El negocio de Consultoría Tecnológica factura por todos los demás, mientras el de Defensa… pues no. Necesitan dinero para apostar por este último, pero tampoco dan con la fórmula. Pretenden comprar Hispasat a Redeia por la mitad de lo que quiere su presidenta, Beatriz Corredor (más de mil millones) amén de que los independientes no creen que sea una empresa que aporte precisamente valor y crecimiento futuro a la compañía; y lo que les ponen sobre la mesa por Payments no da ni para pipas. De hecho, Cinven, que se había posicionado como la favorita para comprar la filial, tras estudiar sus números, considera que no vale más de 500 millones cuando en principio la había valorado en 650.Siempre nos quedará Yolanda Díaz y su foto con los sindicatos pactando sin la CEOE una rebaja de la jornada laboral que tampoco verán sus ojos. El año 2024 se nos va como vino , un Cafarnaúm, y deja paso a un 2025 que puede hacerlo bueno. Y no es un bulo. Palabrita y feliz Navidad.
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