Txema Villalobos: «En el Dakar aprendes a base de bofetadas, antes tenía más miedo y dudas»

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Txema Villalobos: «En el Dakar aprendes a base de bofetadas, antes tenía más miedo y dudas»

Txema Villalobos (Palafrugell, Gerona, 1974), es el copiloto de Isidre Esteve en el Repsol Toyota Rally Team . Experimentado mecánico, se dedicaba a preparar coches de carreras y fabricó el todoterreno con el que el ilerdense volvió al Dakar en 2009 tras el accidente que le dejó en silla de ruedas. Ahí comenzó a fraguarse una buena relación que dio un paso más en 2012 cuando Esteve le pidió que fuera su copiloto en el Dakar y que le convierte en un compañero atípico, ya que a la complejidad de mantener la ruta correcta en el desierto, tiene que añadirle el actuar de mecánico en solitario, ya que Isidre no puede bajarse del coche para ayudarle por su lesión medular. Un trabajo infernal cuando el vehículo queda atrapado en una duna.—¿Como se hizo copiloto?—Llevo muchos años trabajando de mecánico, empecé en una empresa que fabricábamos todoterrenos y coches para ir al Dakar. Como era el jefe de mecánicos, iba a todos los test y me sentaba junto al piloto para que me fuera diciendo cosas que mejorar. Poco a poco le iba diciendo por dónde y cómo ir. Isidre Esteve me preguntó si quería ser su copiloto pero yo le advertí que no sabía mucho porque no era profesional. Me respondió que entre los dos aprenderíamos y que lo que quería era que si se le paraba el coche pudiera tener a alguien que lo pudiera solucionar. Ahí empecé y desde entonces estoy con él, desde el año 2012.—Pero todo el que se sube a un coche quiere conducir, nadie prefiere ir al lado…—Sí, siempre te gustaría ser el piloto pero para eso hay que tener una base desde el principio. O mucho dinero para tener acceso a este tipo de competición. No es el caso y el primer paso es subirnos de copiloto.—¿Un copiloto disfruta?—Es una cosa extraña, pero sí. Parece raro porque sufrimos mucho, nos pasa de todo, casi todo es culpa nuestra… Pero yo lo disfruto. Cuando encuentras el camino, el ‘waypoint’, la pista, cuando le dices al piloto dónde está aquel agujero… Es un disfrute interno. Y luego, cuando llegamos a la meta y las cosas han salido bien, lo disfruto, la verdad.—¿Cuesta no llevar la cabeza levantada mirando hacia adelante a esa velocidad y con esos vaivenes?—Vamos mirando hacia adelante en momentos puntuales para tener las referencias que necesitamos, pero cuando hay un momento de tensión y se lo notas al piloto o lo dice él, paro mi trabajo para ver qué pasa y dónde estoy. Sí, la verdad es que cuesta un poco.—Cuando se gana, gana el piloto y cuando hay algún problema la culpa es del copiloto…—Se dice mucho, pero muchas veces en los medios no se tiene en cuenta a la gente que está detrás del piloto haciendo un trabajo increíble. También pasa en la Fórmula 1 o en MotoGP. Para mí que gane el piloto es normal, pero yo también me siento ganador, aunque no lo digan, igual que él. Me siento contento y afortunado de estar al lado y sé que el trabajo que he hecho es esencial y que siempre daré el máximo para que salga bien.—¿Se siente valorado?—Yo, personalmente, me siento muy valorado porque Isidre me lo recuerda constantemente y me da siempre las gracias cuando sale algo bien. No necesito que nadie lo diga por ahí, cuando lo hace él o alguien del equipo ya estoy supervalorado.—¿Da tiempo a hablar de algo en la cabina durante una carrera?—A veces sí, pero no suele ser algo personal, sino que hablamos de sensaciones sobre el coche. Luego en el enlace sí. Ahí ya estamos más tranquilos y a lo mejor hay 500 kilómetros por delante. Ahí sí que podemos.—¿Y cómo es pasar tanto tiempo con Isidre?—Es una persona muy positiva, siempre te ayuda y piensa en mejorar. Nunca hay un enfado o que estés mal con él. Siempre es ver cómo solucionar un problema y tirar para adelante. Ir con él es lo mejor porque es una gran persona y siempre te contagia de ese positivismo y esa mentalidad. No puedo pedir más.—No me creo que no hayan discutido nunca ni hayan dudado…—Continuamente (risas). Cada diez kilómetros está la pregunta de ‘¿seguro? ¿estás seguro?’ Siempre hay esas dudas y momentos de silencio. Pero cuando le digo que no estoy seguro, Isidre colabora y entre los dos lo sacamos adelante.—¿Qué ve cuando hecha la vista atrás y ve el camino recorrido desde su primer Dakar?—Al principio las sensaciones eran miedo, dudas, peligro, ¿Qué pasará? ayayay… Con el tiempo vas aprendiendo y ves que no estás solo en la carrera, que la organización te tiene controlado, saben si has volcado, si has tenido un golpe y a la que algo se sale de lo normal llega el helicóptero. Todo esto te va dando más confianza, aprendes qué hacer cuando van pasando cosas y eso permite que ahora puedas ir tranquilo a un rally. Aprendemos a base de bofetadas.—¿Cómo se prepara un copiloto?—Buscando mucha información de dónde vamos a ir, miramos muchos mapas y en tema de navegación, saber por dónde van a ir las etapas, el clima que hará… Además, también tenemos que hacer preparación física.—¿Podría cambiar de piloto?—Es difícil. No sé si me adaptaría a una persona con un carácter diferente, unos gustos diferentes y una forma de trabajar diferente. Me he acostumbrado a Isidre, nos conocemos superbién y me costaría. No lo he valorado nunca. Siempre he pensado que cuando se acabe, se acabó.—Usted es un copiloto diferente al resto por las características de Isidre…—Siempre pienso que es mi normalidad. Él no es diferente, solo que no se baja del coche en caso de un problema. Para cambiar una rueda… Yo soy mecánico y en el taller cambio 50 cada día, no lo necesito. Vamos a tardar un poco más pero no lo necesito. —Ya, pero cuando se ha enterado que habría 1.000 kilómetros de dunas le ha cambiado la cara…—Sí, pero no me esperaba menos. La progresión es hacerlo cada vez más largo, difícil y con menos descanso. —¿Deberían tener una bonificación para igualar el problema físico de Isidre?—Corremos un poco en desventaja, pero solo por el hecho de conducir con las manos y no con los pies. Si me bonifican a mí por tardar más tiempo en sacar un coche de una duna tampoco sería correcto. Tiene que ser igual para todos y si tardo más debo espabilarme más. Creo que está bien así. Cuando estamos dentro del coche y todo funciona somos iguales que los demás.—¿Su bagaje como mecánico es un plus?—Sí. Estar dentro del coche y saber que pasa algo, a veces por el olor o por un ruido, me sirve mucho. Puedo dar indicaciones a Isidre de cómo conducir. Esto nos ha pasado muchas veces. Y también para poder guiar a los mecánicos cuando llegamos.—¿Cuál es el objetivo este año?—Dar el 110 por ciento de nosotros y llegar lo más adelante posible intentando no tener problemas, no perdernos, que no se rompa el coche y encontrarnos bien físicamente. Si todo esto sale un poco redondo, la posición estará ahí.—¿De dónde saca la motivación?—Es una enfermedad rara que tenemos. Cuando estás allí piensas: ‘ya no vuelvo nunca más’, porque estás derrotado, agotado, cansado… pero al día siguiente cuando coges el avión para volver ya estamos pensando en qué mejorar para el año próximo. No sé porque pasa, pero a los que nos gusta el deporte de motor, el sufrimiento va con nosotros.—¿Y en casa qué le dicen?—Mi mujer me conoció así y lo entiende perfectamente. Y mis hijos también, ya saben lo que hay. Saben que no tiene solución.—Antes a los niños se les decía que no leyeran en el coche porque se mareaban… ¿Usted se lo dice a sus hijos?—Mi hijo lee mucho en el coche y nunca le he dicho que no lo haga. Al revés, le dejo que haga y compruebo que no se marea y que no hay ningún problema. Y veo que es un poco como yo, y eso me gusta.

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