Ser «el hombre del Papa en España» conlleva una responsabilidad no escrita que no siempre los señalados han sido capaces de llevar a término con éxito: configurar un episcopado a su medida y acorde a la línea del Pontífice, lo que, a la larga, implica condicionar el modelo de Iglesia española para las siguientes décadas. Lo consiguieron los cardenales Tarancón y Rouco , pero otros se quedaron a medias, como Blázquez u Omella. El primero, ante el desconcierto de ser heredero de un pontificado mientras ya estaba inmerso en el de su sucesor; y el segundo, porque, en vez de buscar un acuerdo, forzó la vía de confrontación con el nuncio, a quien, en la práctica y de acuerdo al derecho canónico, le corresponde proponer al Papa a los candidatos al episcopado.Ahora parece ser el turno del arzobispo de Madrid, José Cobo, señalado de forma directa por el Papa Francisco en una meteórica carrera que le llevó el año pasado, en apenas unos meses, de ser un desconocido obispo auxiliar a presidir la principal diócesis española, ser nombrado como cardenal -uno de los más jóvenes- y miembro de tres de los dicasterios más influyentes en el Vaticano. Tiene además un reto muy específico: en 2025, 16 de las 70 diócesis españolas (algo más de una de cada cinco) se verán inmersas en un proceso de renovación de su obispo. Y los cambios tienen que ser ahora, porque en 2026 y 2027 ningún obispo cumplirá la edad de jubilación. Así, la Iglesia española de la próxima década quedará configurada en este año que comienza.Cobo no lo tiene fácil. Su objetivo a corto plazo es revertir una Conferencia Episcopal que no le es proclive . Sólo hay que recordar que en la última elección para presidente, pese a que Cobo sólo fue elegido como vicepresidente, y en segunda votación, con la exigua mayoría de 39 apoyos , sólo uno más de los necesarios. Una elección que igual no hubiera sido posible si el cardenal Osoro -que previsiblemente no lo habría apoyado- no hubiera sido desposeído de su voto unos días antes, en una maniobra que nunca se acabó de entender. Noticia Relacionada estandar No El Papa anuncia 21 nuevos cardenales, pero ninguno es español Javier Martínez Brocal Europa sigue siendo el continente con más cardenalesAdemás de ser una de las personas de confianza del Papa en España, Cobo cuenta a su favor con ser miembro del Dicasterio para los Obispos, el organismo que analiza las ternas de obispos enviadas por el nuncio a Roma y que le presenta a Francisco el nombre del elegido para el nombramiento. Es el último filtro de un complejo sistema y Cobo , junto al obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué , son los únicos españoles presentes, por lo que su palabra es definitiva. Perfil parecido al del PapaDe hecho, desde septiembre de 2023, cuando fueron nombrados por el Papa Francisco, son varios nuevos obispos españoles que ya han sido elegidos con su particular marchamo, como el arzobispo de Pamplona, Florencio Roselló; el obispo de Sant Feliu, Xavier Gómez ; o los dos auxiliares de Madrid, Vicente Martín y José Antonio Álvarez. Curiosamente, todos ellos comparten un perfil muy similar, que recuerda al que tenía el Papa Francisco en su etapa como obispo: una labor eminentemente social, una formación teológica media (ninguno de ellos es doctor en Teología, como recomienda el Código de Derecho Canónico) y con más experiencia (menos Martín) en tareas de pastoral que como párrocos. Además, tres de ellos han estado directamente vinculados con la Conferencia Episcopal donde tuvieron un trato directo con Cobo: Roselló era el responsable de la Pastoral Penitenciaria, Gómez de Migraciones y Martín de Cáritas. En definitiva, un perfil tan «de lo que el Papa es o, al menos, desearía ser» -señala un experto a ABC- que marcará el resto de los nombramientos pendientes en los que la intervención de Cobo sea crucial.Porque no conviene olvidar que el principal responsable en la selección y promoción de candidatos a obispos es el nuncio apostólico, en España el filipino Bernardito Auza, quien en la práctica es el representante del Papa en cada país. Así, entre las funciones que le señala el Código de Derecho Canónico, «corresponde al Legado pontificio investigar separadamente y comunicar a la misma Sede Apostólica » su opinión sobre cada uno de los candidatos, junto a la del presidente de la Conferencia Episcopal y la del arzobispo y los obispos de la provincia eclesiástica de la sede que se va a cubrir. Esa información, en forma de terna, llegará a Roma, al Dicasterio para los Obispos -donde se encuentran Cobo y Satué -, quienes filtrarán los datos y o bien propondrán al Papa a un candidato para su nombramiento, o decidirán descartar por completo la terna y proponerle al nuncio que comience de nuevo el proceso.Es en esa parte del proceso donde se han planteado los problemas en los últimos cinco años, en los que Auza ha estado como nuncio. Algunos sectores eclesiales le acusaban de que sus candidatos estaban muy alineados con el jubilado cardenal Rouco y eran poco del agrado del actual Papa. Eso llevó a la devolución de varias ternas e, incluso, a crear una inusual «comisión de ayuda al nuncio» con la que tenía que consensuar los candidatos antes de enviarlos a Roma. Lejos de amedrentarse, Auza siguió cumpliendo escrupulosamente con el proceso marcado, pero ese intento de control externo de los nombramientos llevó a incrementar el número de diócesis pendientes de cambio.Con los posibles candidatos que le presentan los obispos, el nuncio inicia un proceso de consultas en el que pide opinión tanto a otros obispos, como sacerdotes, religiososo y religiosas y laicos que le conozcan. Es a partir de ahí con lo que se elabora la terna que se lleva a Roma. En realidad, el candidato sólo conoce su posible nombramiento cuando se le consulta si lo acepta, después de que el Papa lo haya autorizado . Sin embargo, muchos de ellos, alrededor de un 30% , según ha podido conocer ABC, renuncian a ser nombrados como obispos, por lo que hay que comenzar de nuevo el proceso. Suenan dos nombres para cubrir la vacante de Barcelona: Jordi Bertomeu y José Antonio Satué, el preferido de OmellaUna vez que Cobo y Satué se integraron al Dicasterio para los Obispos, la «comisión de ayuda al nuncio» dejó de tener sentido. Comenzó entonces una campaña de desprestigio hacia Auza desde medios eclesiales progresistas, empeñados en vincularle con una Iglesia más conservadora y en repetir que su mandato concluiría a los cinco años. Sin embargo, el quinquenio se cumplió en octubre y Auza sigue en activo, probablemente hasta que finalice este pontificado. Seguirá siendo clave en los nombramientos, por lo menos hasta que lleguen a Roma.Unas críticas que parecían responder a la impotencia del sector más cercano al cardenal Omella, anterior presidente de la Conferencia Episcopal, de no poder imponer libremente sus relevos para obispo. Eso propició que se llegara a la última elección, este pasado marzo , sin un candidato claro que contraponer a Luis Argüello , respaldado por la mayoría de los obispos. Ni siquiera el señalamiento del Papa a Cobo sirvió para convencer a los electores, lo que provocó el enfado de los sectores que le apoyaban. La religiosa Lucía Caram llegó a afirmar que el ‘único’ presidente posible que serviría para «manifestar la comunión con el Papa Francisco» era el cardenal Cobo. Un planteamiento que molestó a muchos obispos, porque aunque entre ellos haya diversos acentos a la hora de manifestar su labor pastoral, nadie duda de la comunión de cualquiera de ellos con el Papa . De hecho, el propio Arguello, elegido como presidente en primera votación con 48 de los 78 votos posibles, explicaba en su primera intervención: «Tenemos una especial responsabilidad, que es precisamente cuidar ese ejercicio de colegialidad de los obispos de España, su vinculación con el obispo de Roma, y desde él, con toda la iglesia universal, y alentar también que todo el pueblo de Dios camine unido».Es en ese ambiente en el que ahora Cobo tiene que moverse. De las sedes que quedan por cubrir, la de Barcelona es la más importante. El cardenal Omella ya presentó su renuncia -al cumplir los 75 años- hace más de dos años y el 21 de abril de 2026 cumplirá 80 años, la edad máxima para ocupar un cargo de responsabilidad eclesial. Aunque su pertenencia al C9, el consejo de cardenales que asesora a Francisco, le garantiza una prórroga de su mandato hasta esa fecha, el proceso para su renovación debe iniciarse este próximo año.Dos son los nombres que más suenan en este momento. Uno, J ordi Bertomeu , oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe en el Vaticano y natural de Tortosa, por lo que cumpliría la vieja reivindicación de ‘volem bisbes catalans!’. El inconveniente es que el nombramiento le apartaría de la tarea que le ha encomendado el Papa: la investigación y la lucha contra la pederastia en el seno de la Iglesia. El otro es el preferido por el propio Omella , el ya citado obispo de Teruel.El actual arzobispo de Barcelona ha sido el valedor de Satué a lo largo de su carrera eclesial. Le hizo obispo, insistió -sin éxito- para que fuera nombrado secretario de la Conferencia Episcopal , le encargó la compleja tarea de reabrir el caso Gaztelueta -que ha resultado un caramelo envenenado- y le promovió como su sustituto en el Dicasterio para los Obispos. No es habitual que un obispo de una diócesis tan pequeña sea miembro de este organismo, integrado normalmente por cardenales o curiales. «Es como si el botones estuviera en el consejo de administración de un banco y tuviera que tomar decisiones que le afectan directamente o sobre quienes, a priori, son superiores suyos», ejemplifica un experto. Así, tendría que inhibirse de la decisión si su nombre llegara en alguna de las ternas. Su gran inconveniente: no habla catalán.¿Cómo se elige un obispo? Consultas Cada tres años, los obispos de las distintas provincias eclesiástica proponen al nuncio nombres de sacerdotes que reúnan los requisitos. Cuando se prevé una vacante, el nuncio pide informes sobre la idoneidad de los candidatos a otros obispos, sacerdotes, religiosas y laicos que los conozcan. Todos deben guardar secreto pontificio. Terna A partir de esos informes, el nuncio elabora una terna de candidatos, que también consulta con el arzobispo de la zona y el presidente de la Conferencia Episcopal. La terna definitiva se envía al Dicasterio para los Obispos, en el Vaticano que elige a uno de ellos, o la rechaza por completo y se vuelve a iniciar el proceso. Comunicación Tras la elección de Roma, el nuncio cita al candidato en la nunciatura para comunicarle la propuesta. Debe tomar una rápida decisión. Cuenta un obispo que al conocer la noticia preguntó si podía pensarlo. «Sí, claro», le respondió el nuncio, «ahí tiene la capilla, pase a rezar y en media hora me da la respuesta». Se hace público en el Vaticano y en España Si el candidato acepta (un 30% dice que no) se pasa al Papa su nombramiento para la firma. También se comunica al Gobierno quince días antes, por si tiene alguna objeción. Si no hay problema, se anuncia en un acto al mediodía, la hora del Ángelus, de forma simultánea en la diócesis del nuevo obispo y en la que es originario.Además de Barcelona, las sedes de Málaga, Cartagena, Córdoba y Cádiz-Ceuta tienen también un importante peso eclesial. Tienen fieles (frente a otras muchas diócesis que son el claro paradigma de la España vacía), sacerdotes en una edad media aceptable, la economía saneada y un seminario todavía en activo. Otras dos tienen sendas peculiaridades. En Urgel, la sucesión ya está clara, pues el Papa nombró a un obispo coadjutor, Serrano Pentinat, que asumirá el gobierno de la diócesis en cuanto se acepte la renuncia del actual, Vives. La otra, en la de Cuenca, es muy probable que una prórroga le mantenga en el cargo hasta los 80 años a su obispo actual. Francisco tiene un especial afecto hacia Yanguas porque en 1998, cuando era oficial en la Congregación para los Obispos , respaldó su candidatura como arzobispo de Buenos Aires.El resto de las diócesis pendientes de renovación son las que eclesialmente se denomina «de salida» o «de paso», destinadas a obispos jóvenes o recién nombrados. Sin embargo, ese será ahora su principal valor, ya que posibilitará a Cobo promover al episcopado a sacerdotes que «permitan alinear la Iglesia española con el Papa» , según afirman los sectores más progresistas de la Iglesia española. Tienen poco más de un año para ello, aunque cabe preguntarse si, para entonces, el Papa con el que hay que alinearse seguirá siendo el mismo.
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