La segunda presidencia de Joan Laporta va ligada a sus comisionistas y se explica a través de ellos. En lo deportivo están Mendes. Zahavi y André Cury; en lo financiero están los árabes, a los que Laporta va malvendiendo el club a pedazos, como los palcos VIP que les ha regalado por 100 millones de euros -estos mismos árabes los revenderán por mucho más dinero cuando el nuevo Camp Nou abra sus puertas- para poder inscribir a Dani Olmo; pero en lo institucional faltaba uno y Laporta recuperó a uno que ya había utilizado en el pasado: Darren Dein.Nike y el Barça llevan más de 25 años de relación y a pesar de que las negociaciones son a veces duras y largas, el objetivo final de un acuerdo siempre se ha alcanzado. No fue esta vez una excepción y en mayo el directivo encargado, Juli Guiu, entregó al presidente, con gran orgullo y satisfacción un nuevo acuerdo muy trabajado y ventajoso, que incluía una gratificación por fidelidad de 100 millones, a dividir entre los 10 años de ampliación del nuevo contrato. Algunos medios han publicado que la cifra es de 140 millones, al sumar los diez por año correspondientes a los cuatro años que todavía quedan por cumplir del contrato anterior, alcanzado por la junta del presidente Josep Maria Bartomeu.Bien, la alegría del directivo Guiu por el nuevo y flamante acuerdo se volvió turbulencia y decepción cuando Laporta le comunicó que a partir de aquel momento quedaba relevado de las negociaciones y que él tomaba el mando. Entonces el presidente exigió a Nike una comisión de renovación y la marca deportiva respondió que tal comisión la daban por pagada con la «gratificación por fidelidad», aunque fuera bajo un nombre más decorativo. Laporta quería otro tipo de comisión no tan específica, no tan finalista, no tan clara en su motivo para poderla administrar a su antojo. Y en su empeño por conseguirla retrasó hasta el otoño la firma del contrato.La guerra con Nike la había iniciado Laporta en 2022, cuando sin ningún escrúpulo ni derecho que lo avalara exigió a Nike más dinero. Al negarse la compañía, el presidente amenazó con abrir negociaciones con Puma y llegó al absurdo de decir que el Barça se cosería él mismo sus camisetas. Al cabo de algo más de un año, el presidente se dio cuenta de que ni nadie le pagaría lo que Nike pagaba ni le prestaría un servicio parecido, de modo que encargó a su directivo y amigo Juli Guiu que retomara las negociaciones.Una vez relevado Guiu y cuando Laporta se dio cuenta de que Nike no cedería, se inventó la figura del mediador y llamó a Darren Dein para que supuestamente ayudara al club a conseguir un mejor contrato. El acuerdo que finalmente se ha firmado es idéntico al que había alcanzado el directivo encargado en mayo pero Laporta se ha sacado el as de la manga de decir que está tan agradecido a Darren Dein por los servicios prestados que el club va a pagarle una comisión de 50 millones de euros.Ni en la Asamblea que debía aprobar el acuerdo ni en ninguna otra parte se ha concretado en qué ha consistido las labores del señor Dein, ni qué mejoras ha conseguido, ni se ha presentado documento alguno que confirmara su asistencia a ninguna reunión. Lo único que se sabe es que una vez más Laporta se las ha arreglado para convertir dinero patrimonial del club en dinero pagado como comisión a uno de sus habituales. Mientras por un lado Laporta malvende los palcos VIP (entre otras palancas) porque no tiene dinero para inscribir a sus jugadores, por el otro fomenta fugas de millones para personas que no han hecho nada. El mismo Darren Dein jugó un papel parecido al de estas negociaciones cuando el Barça ultimaba el acuerdo de patrocinio con Spotify. También Juli Guiu, como directivo de Marketing y por su trayectoria como empresario de los derechos musicales, se encargó de aquellas conversaciones y también Dein apareció cuando ni estaba ni se le esperaba para cobrar una comisión por nadie sabe qué trabajo.Guiu está molesto, ofendido con Laporta, y se ha planteado dimitir, aunque el tipo de vanidad que alimenta ser directivo del Barça es cara en el ánimo de las personas que aún no tienen estas cuestiones resueltas, y el señor Guiu es una de ellas. Los que últimamente le han visto -por ejemplo en el almuerzo de Navidad de la peña gastronómica del club- han comentado su mala cara y general disgusto (coincidió con el día que se presentó el acuerdo). Un acuerdo que por cierto no presentó él, a pesar de que es enteramente suyo, sino el directivo tesorero Ferran Olivé, ‘ultrachuti’ de Laporta; y el que se llevó todo el mérito y reconocimiento, además del dinero, fue el comisionista habitual del presidente. Para más humillación, ante la tensión generada, en lugar de tratar de rebajarla, Laporta ha respondido al desafío de su amigo nombrando a un nuevo directivo, Sisco Pujol, sin asignación concreta en la junta pero para recordarle a Guiu la poca falta que hace.
Leave a Reply