Engordar para ser leyenda, adelgazar para evitar morir

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Engordar para ser leyenda, adelgazar para evitar morir

Se levantan a las cinco de la mañana. No desayunan. Se ejercitan durante tres horas. Comen. Mucho. Se van a dormir. Hasta mitad de la tarde. Cenan. Mucho. Se acuestan. No hay más actividad en los establos (‘heya’) de los luchadores de sumo, marcados por la jerarquía –primero comen los sénior, la limpieza y la comida la hacen los peor clasificados– y un estricto código de conducta –el castigo físico solía ser habitual; en 2007 murió un chico de 17 años por una paliza por querer abandonar–, pero esta es intensa. Tanto en actividad física como en la puesta a punto del cuerpo a través de la comida. De media, estos deportistas ingieren alrededor de 10.000 calorías (entre seis y diez cuencos de ‘chanko nabe’, una mezcla de productos calóricos que puede contener todo lo que haya en la cocina: cerdo, pollo, ternera, caldo de carne, huevos, tofu, soja, pescado, verdura, algas, arroz), y con alcohol para pasarlo todo.Es necesario para ser cada vez más grande, más robusto, más pesado, más capaz de evitar los ataques del contrario y atacar a su vez con menos oposición. El sumo es un deporte simple: gana quien logre sacar al rival del círculo o hacerlo tocar el suelo con alguna otra parte del cuerpo que no sean las plantas de los pies. Es tanta la intensidad del esfuerzo que los duelos apenas duran unos segundos, imposible que se llegue al límite de cinco minutos debido a la contundencia de los movimientos. Además, no tienen categorías de peso que puedan igualar las peleas. Así que, ser más grande que los demás siempre será una ventaja competitiva. Y un impulso para alcanzar el estatus de leyenda.Solo lo lograrán quienes asciendan a las dos divisiones superiores, que reciben un sueldo (unos 40.000 euros al mes) y los más altos honores. Los aspirantes, desde los 15 años y hasta los 23 , 1,70 de altura y 75 kilos como medidas mínimas, solo un extranjero por establo, empezarán en categorías inferiores, con acceso a techo, comida y quizá alguna beca.Entrenamiento dentro de un ‘heya’ Pablo M. DíezPero la ventaja en el ‘dohyo’ (el círculo donde se celebran los combates) es una gran desventaja para la salud, como señalan desde hace tiempo las cifras de estos profesionales. Sobre todo una vez que se quitan el ‘mawashi’ (prenda con la que compiten), no tienen fácil la transición a su nueva realidad. Con pesos que, de media, superan los 170 kilos , no siempre cuentan con las herramientas necesarias para que la falta de actividad y la relajación tras la disciplina no acarree problemas de salud de todo tipo. Los que han hecho que su esperanza de vida sea unos veinte años menor que la media de sus conciudadanos japoneses, que era 87,14 años en 2023.Anatoly Mikhakhanov tiene el sospechoso honor de ser el ‘rikishi’ (luchador) más pesado, con 288 kilos en sus años de esplendor, y con un pico justo antes de su retirada en 2018 de 292 kilos. Según la prensa local, consumía 200 piezas de sushi y bebía una caja de cerveza en cada cena. «Nunca es fácil mantenerse sano mientras se vive la vida de un luchador de sumo. Tú eres la única persona que puede cuidar de ti. Nadie en tu equipo de sumo se preocupa por ti», decía a medios locales tras la muerte de un luchador de 28 años en 2020, afectado de Covid, pero con una mala salud crónica como principal razón. «No son tan insalubres como se los ve desde fuera. Estudian el tipo de grasa que consumen. Ganan peso –por eso se van a dormir después de comer, que engorda más– porque les da ventaja al no haber categorías. Pero mucha de esa ingesta de calorías es por grasa subcutánea, entre el músculo y la piel. No visceral. Y han dado más visibilidad a los cuidados médicos, con la incorporación de fisios, rehabilitación, aunque siguen siendo superherméticos», defiende Héctor Conti , experto en sumo y practicante. El día siguiente«La ingesta tan elevada de calorías por día se debe a que tienen un gran metabolismo basal, por la gran cantidad de masa muscular que presentan y la gran cantidad de actividad física que realizan. Son necesarias, por tanto, para mantener su rendimiento. Pero un luchador que no rinda al mismo nivel de lo que consume verá afectada su salud de forma directa; por los incrementos de la grasa corporal, a nivel abdominal, que suele ser la normal en estos luchadores, la que está pegada a la piel, y visceral, que provoca mayores problemas de salud. Estos deportistas suelen estar más protegidos de la grasa visceral, precisamente, porque su deporte es de contacto de alta intensidad, que reduce o tiende a reducir los depósitos de este tipo de grasa», explica César Bustos , licenciado en Actividad Física y Deporte, CEO de ‘nohayexcusas.es’ y miembro del grupo de trabajo de ejercicio de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo). Desde hace algunos años, las autoridades japonesas intentan cuidar más a los luchadores de sumo, disminuir las exigencias y abrirse a la actualidad –ahora sí se les permite el teléfono o convivir con sus novias–, toda vez que la práctica ha bajado en interés por parte de los jóvenes por múltiples factores, como los estrictos métodos de aprendizaje, los choques con los valores actuales –dos médicas no pudieron atender a un asistente desmayado porque las mujeres tienen prohibido entrar en el recinto del combate, ya que se cree que la menstruación es algo impuro– y los problemas de salud durante y después de la trayectoria deportiva. Por eso, hay algunas líneas de actuación en el control del consumo de calorías, por ejemplo. Que esta sea la justa para realizar su actividad profesional, con la idea de que el deportista esté lo más sano posible: pesos altos con una masa muscular elevada, pero sin llegar a la definición de obesidad, que origina problemas óseos –son muy frecuentes las operaciones de rodilla y de ligamentos entre los exluchadores–, de corazón, de diabetes y renales, entre otros muchos. Una falla renal fue la causa del fallecimiento de Dzhambulat Khatokhov, de 21 años, conocido por ser el niño más pesado del mundo: 100 kilos con 7 años, y 146 kilos con 10. Aunque al principio su peso era sano, cortó toda relación con el deporte y comenzó a adelgazar superados los 230 kilos; con todo el cuerpo afectado con diferentes dolencias. «Cuando dejan de competir bajan mucho de peso porque dejan de comer. Y es cuando llegan los problemas, no solo de obesidad por ese aumento de peso, sino también de las articulaciones, problemas renales, coronarios, de diabetes… Los amateur no tienen estos problemas porque normalmente tienen otro trabajo, ya que no se pueden permitir vivir solo de eso», indica Conti.«Un deportista profesional sufre un gran desgaste –incide Bustos–. Es como un coche de competición: en un periodo de tiempo muy corto activa todas sus piezas hasta el límite y acaban más dañadas que otras personas. Pueden surgir problemas de diabetes, articulaciones y sistema coronario, sin duda alguna. Hay estudios que señalan esos mayores problemas en las articulaciones porque han tenido que soportar durante muchos años un peso elevado y con carga muy alta; y se les han desgastado mucho más», prosigue Bustos, que señala que la diabetes es otro gran culpable de la mala salud de los luchadores retirados aunque «dependerá en cada caso de cómo han gestionado durante toda la etapa deportiva el tema del peso, qué tipo de alimentación han llevado, y cómo la han metabolizado».Corazón, diabetes, lesionesPero está directamente relacionado con las afectaciones coronarias. Motivo del fallecimiento de algunos luchadores, como Yoshitake Maeda, con solo 15 años, y Taro Akebono , primer campeón no japonés, con 54 años . El estadounidense, nacido en Hawái, llegó a pesar 233 kilos en el mejor momento de su carrera, en la que sumó once títulos. «Numerosos estudios han demostrado que el exceso de peso es el factor de riesgo de enfermedad cardiovascular más prevalente. Los mecanismos por los cuales la obesidad se relaciona con la enfermedad cardiovascular se está estudiando en estos últimos años, comprobándose que la inflamación, la disfunción endotelial, el aumento del tono simpático, factores trombogénicos y la apnea obstructiva del sueño, pueden ser factores muy relacionados con este problema. El consumo excesivo de calorías es un tema que debe ser subrayado en rojo para que se sepa el alto riesgo que conlleva. Es el gran problema de salud de la sociedad actual», observa el doctor Fernando de la Guía Galipienso, coordinador del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).Una vez colgado el ‘mawashi’ y cortada la coleta o el ‘chonmage’ (el moño característico inspirado en los samuráis) la disciplina debe continuar, advierte Bustos: «Deben adaptar toda su actividad diaria, ejercicio y alimentación a la nueva vida para que los riesgos que conlleva el peso no se incrementen. Tienen que reajustar su alimentación diaria, porque su consumo calórico, tanto macronutrientes como micronutrientes va a variar y tendrá que ser un dietista o nutricionista quien evalúe las nuevas necesidades y requerimientos para recuperar una vida sana». «Para muchos exdeportistas es complicado mantener el estilo de vida que tenían previamente. Algunos lo abandonan de forma casi completa, aunque otros mantienen esos buenos hábitos de dieta y ejercicio. La educación es fundamental. Debemos centrarnos en mantener una dieta adecuada, porque retrasa y ayuda a controlar los principales factores de riesgo cardiovascular, como son la obesidad, la hipertensión, la hipercolesterolemia y la diabetes. E incrementar la actividad física, con una rutina deportiva que debe incluir como mínimo entre 150 y 300 minutos semanales dedicados a la práctica de actividad física aeróbica de intensidad moderada», aconseja De la Guía.Incide en ello Bustos: «La actividad física no debe abandonarse. El movimiento musculoesquelético aporta multitud de beneficios. Cada vez que nos movemos, el músculo manda señales por neurotransmisores: mioquinas y exerquinas a todos los órganos vitales. Cuanto más cuidamos nuestra anatomía, mejor nos cuidará en el futuro. El objetivo es llegar a mayores con calidad de vida. Hablamos de Japón, precisamente, que es uno de los países con más esperanza de vida, pero se ha visto que se pierden diez de esos años en autonomía por el sedentarismo, uno de los mayores lastres de la sociedad».Desgaste mentalSin olvidar la factura mental que pagan los ‘rikishi’. Aislados durante gran parte de su vida, no encuentran acomodo en la sociedad al salir del establo, apagados los honores y los aplausos. Muchos se dedican a los cuidados, pues es parte de la rutina que llevan cuando desarrollan su carrera profesional, al atender a los maestros que idolatraban en un deporte que lucha por mantener la salud.

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