Zombies bajo cero en la rave ilegal de Ciudad Real: «Me quedaré hasta que me echen»

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Zombies bajo cero en la rave ilegal de Ciudad Real: «Me quedaré hasta que me echen»

Apenas es la una de la tarde, y aunque ha sido una larga noche de fiesta, alcohol y drogas, la música tecno sigue retumbando en muchos de los seis o siete escenarios que hay en la rave ilegal Big Fucking Party , que se celebra desde el pasado 31 de 2023 en las proximidades del abandonado aeropuerto de Ciudad Real. Muchos de los miles de asistentes andan a estas horas bebiendo cerveza, calimocho y whisky a la puerta de sus vehículos. Otros se lían un porro tranquilamente o intentan hacer negocio con la venta de camisetas, pegatinas y vinilos. Por las hileras de vehículos del camping improvisado, unos 1.500 aproximadamente, se ven matrículas de todos los rincones de Europa, desde Italia hasta Croacia. Hay perros corriendo y el ambiente por norma general es pacífico. Muy hippie. Todo el mundo está con una sonrisa en la boca, al menos, hasta que ven asomar las cámaras de los periodistas. «Dejad de molestar a la gente que ha venido aquí de fiesta y no hace daño a nadie. Si queréis dejad las cámaras e id a bailar», dice una joven con el pelo rosa y el cuello tatuado, al ver al periodista sacar la cámara para grabar. «Os tenéis que largar de aquí. La prensa no está permitida», señala, por su parte, un joven con el pelo rapado, el lagrimal seco y las pupilas dilatadas. Ni pestañea. Y no entra en razón por mucho que se le dice que es un espacio público y que no puede echar a nadie de ahí. Todo, con el «chunda-chunda» del tecno, procedente de los seis o siete escenarios montados a la carrera a escasos metros de donde la gente acampa.Noticias relacionadas reportaje No ABC se adentra en la ‘rave’ ilegal de Murcia: «¿Hay controles de droga para salir? Vamos todos finísimos» José Luis Fernández estandar No ¿Quién organiza la ‘rave’ de Año Nuevo? El secreto mejor guardado de la macrofiesta ilegal I. M.Aunque muchos de los asistentes, puede que hasta la mayoría, vienen del extranjero, el que afirma ser organizador es español y conoce el catalán, como se aprecia cuando comienza a hablar con un grupo de cinco jóvenes que se encuentran charlando en una furgoneta. Son todos veteranos del soniquete y el camping y no tienen problema en que les saquen fotos y en charlar un rato. Tampoco lo tienen en reconocer que otros años han formado parte de la administración de la Big Fucking Party. Ya estuvieron en las anteriores ediciones, celebradas el año pasado en Murcia y el anterior en Granada. En algunas de ellas pinchando como DJ, porque aquí los músicos son los que parten el bacalao y los que, en mayor medida, se encargan de organizar el evento.«Venimos aquí todos los años. Llevamos rulando de rave en rave desde hace unos diez u once. Hemos estado muchas veces en Francia, pero como lo que montamos aquí no hay nada igual. Nos quedaremos hasta que nos echen», señala uno de ellos, que va ataviado con una gorro del equipo de fútbol americano Las Vegas Raiders.»Vienen con la droga puesta de casa»Todos dicen formar parte de una suerte de cooperativa que se dedica directamente a organizar este tipo de eventos, y la mayoría son músicos, según explica este grupo de jóvenes a ABC. A pesar de su simpatía y de la proximidad que muestran, andan también con las pupilas dilatas. Beben cerveza y licor. También se les nota , a algunos más que a otros, que están bajo los efectos de las drogas. «Lo que la gente tiene que tener muy claro es que aquí nadie cobra nada por organizar esto. Tampoco los DJ que organizan, aquí lo que queremos es que la gente venga de fiesta a disfrutar y ya está», apunta otro miembro del grupo.«Lo que más rabia nos da es la prensa, que venís aquí y dais mala imagen. Y también los grupos organizados que vienen aquí a vender droga a porrillo, que son muchos. No tiene mucho sentido, porque todos los que se drogan aquí se vienen con la droga puesta de casa», remata. Y lo más probable es que sea así. Dentro del recinto del festival, raro es el grupo en el que no hay al menos una persona con un porro en la boca o preparándose uno. La mayoría andan pegando brincos por los seis o siete escenarios repartidos por la explanada en la que se desarrolla el festival. Se ve, de nuevo, mucha cresta, mucho tatuaje y bastante chándal. También restos de barro en la ropa. Se mueven lento y cuando se habla con ellos arrastran las palabras. Por momentos parece que estás en una película de zombies de serie B.Uno de los escenarios, desperdigados por los alrededores del aeropuerto de Ciudad Real guillermo navarroCuando se les pregunta si están cansados afirman que no, aunque cualquiera lo diría. Lo que sí que reconocen es que las noches ciudadrealeñas a bajo cero se hacen pesadas. «Estamos durmiendo cuatro en un coche y se pasa muchísimo frío, pero la fiesta está genial», dice un asistente que viene con sus amigos desde Reino Unido. Afirma tener 23 años y trabajar de ingeniero; cuando se le pregunta cómo se enteró de la celebración de la fiesta señala simplemente que le llegó un mensaje de un amigo y decidieron venirse; que es lo mismo que dice todo el mundo por aquí. Prefieren no entrar en detalles; lo que sí que dejan muy claro es que nunca habían estado en una rave como esta: «En Inglaterra también tenemos mucha cultura del tecno, pero nunca había estado en una fiesta de esta clase con tantísima gente».Respecto a las edades, hay un poco de todo; desde veinteañeros hasta otros que ya están rondando los cuarenta; entre ellos un croata que se dedica a vagabundear por Europa en caravana con su pareja. «Llevábamos unos tres meses dando vueltas por Europa cuando nos enteramos de que se iba a organizar la fiesta y nos venimos para acá. Estamos muy a gusto, pasándolo bien con la música«, explica.Al parecer, muchos de los DJ que pinchan aquí están entre lo mejorcito de Europa. Incluso, afirma uno de los organizadores, no son raros los casos en los que las propias discográficas los contratan después de verlos en el evento anual navideño. «Muchos han acabado con contratos increíbles», dice uno de los organizadores.Negocio paraleloSi en el Big Fucking Party el asistente no tiene problema para comprar drogas, tampoco lo tiene para comer, o para vestir. Entre los escenarios, estratégicamente separados para que que el rugir de los altavoces no conforme una mezcolanza de ruido imposible de digerir, se ven puestos de bocadillos, bisutería y ropa. La mayoría de los que los regentan son extranjeros; igual se ve a una holandesa vendiendo los pendientes que hace con sus propias manos que a un británico vendiendo ropa a las puertas de su caravana. Ninguno habla con la prensa. Tampoco lo hace un italiano que anda comerciando con vinilos de música electrónica. «No sé ni inglés ni francés ni español», mientras habla con ABC con en inglés . Y sí lo habla, como queda claro después de unos cuantos segundos, lo que no quiere es «decirle nada de nada a los putos periodistas».«Estoy en busca y captura, no me saques»Y su opinión es compartida por muchos otros. Este diario lleva apenas media hora dando una vuelta por el festival, cuando los ánimos empiezan a caldearse de más y empiezan a solicitar a este diario que abandone el recinto. «Yo estoy en busca y captura, me sacas en un vídeo y ya la policía sabe dónde encontrarme», dice visiblemente un hombre de estética punkie, con el pelo cortado a trozos y teñido de rosa con marcas que simulan las manchas del leopardo. Está visiblemente alterado y no parece especialmente pacífico.Apenas un par de minutos después se acerca una mujer a la que le falta algún otro diente y se ve, claramente, que se encuentra bajo los efectos de las sustancias: «Mis amigos se han enterado de que sois periodistas y ya están cogiendo botellas para venir a pegaros. Por favor, idos de aquí, te lo digo porque tienes cara de buena persona y seguro que eres buena gente». Mientras los periodistas enfilan el camino al coche, son seguidos de cerca por un par de miembros de la administración para asegurarse que abandonan el recinto, al que ya no puede acceder nadie porque está cerrado por la Policía.

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