«Mi afán era que fuese un buen libro. No coger las letras de Algora y remozarlas, porque eso tampoco hubiese tenido sentido pues es inimitable», dice Andrés Perruca en un restaurante de Chueca. Se refiere al cantante del grupo de culto El Niño Gusano , y quien se refiere a él es el batería y autor de ‘ Vida de un pollo blanquecino de piel fina ‘ (ed. Jekyll & Jill), un mamotreto de 859 páginas maquetadas sibilinamente para que quepan 1.300 para contar ‘las aventuranzas’ de la banda y mucho más: la Zaragoza de los 90, su bar El Fantasma de los Ojos Azules , la patulea de colegas entrañables, la naciente escena indie en España y una carta de amor a un poeta. En puridad, un nuevo planeta feliz (feliz) con su inevitable gravedad. «Algora escribía de forma diferente, el literato del grupo era él. Si alguien podía haber hecho algo así era él, pero como no está… y a lo mejor no le habría apetecido si hubiera estado». En efecto, el cantante, poeta y escritor ya no está, murió en 2008 por causas del corazón . Tenía 39 años. «Pensaba en él mientras lo escribía. Por eso le hablo directamente en algunos capítulos. Se los estoy escribiendo. Fran Nixon me dijo un día: «Solo tenemos que escribir y hacer canciones que le gustasen a Sergio». Como un método. Entonces, yo creo que le gustaría. Tiene algunas cosas en común, compartíamos mucho… pero que se entienda bien, creo que el mayor genio de El Niño Gusano era Sergio Algora ».Noticia Relacionada reportaje Si 30 años en el motor del indie español: en busca de los herederos David Morán y Javier Villuendas Los Planetas rememoran en una gira su primer disco y son objeto de una película de Isaki LacuestaHagamos un ‘moonwalk’ en el tiempo. Zaragoza, hace 30 años . Allí nace El Niño Gusano (cuyo nombre viene de la película ‘Gorilas en la niebla’ y no del manga de Hideshi Hino), un grupo recordado hoy como lo más singular de aquella primera hornada indie capitaneada por Los Planetas . Un pop-rock de psicodelia juguetona con el estribillo por bandera y con la distinción de sus letras, de altura literaria y surrealismo soleado. Y 28 años después del lanzamiento de su tercer y último disco, ‘ El escarabajo más grande de Europa ‘, Perruca, el fideicomisario del hi-hat, publica el colosal proyecto que le ha llevado décadas (los primeros textos son de hace 25 años) para erigir el Kilimanjaro de la chanza, de los chistes internos de una pandilla, de las correrías de un grupo musical y de su relación con otros en los festivales que empezaban a nacer en España. Que si Pavement, Green Day, Estopa, The Chemical Brothers o Sr. Chinarro , entre tantos; porque lo apuntaba todo en sus cuadernos y «nada es mentira», apostilla. Rechazado por más de veinte editoriales, Perruca ha ido más allá de ser testigo y ordenador de los acontecimientos para hacer el homenaje más coherente al grupo: hacer otra obra de arte a su manera pero en comunión espiritual por su libertad, gracia y chaladura. Ya desde su misma antifaja con insultos: nuestro Rodrigo Fresán , por ejemplo, con esta cita: «Hace años que Andrés Perruca quiere publicar esta novela. Por desgracia lo ha conseguido». O nuestro Rodrigo Cortés : «¿Perruca? ¿Quién es Perruca?». «Este libro es tan malo que no podría escribirlo ni yo», sentencia Juan Gómez Jurado … El creador suma: «Para la tercera edición, que salga James Rhodes con: ‘Este libro es una mierda como un piano’».Joaquín Reyes (que ahí opina: «’Vida de un pollo blanquecino de piel fina’ es el peor título imaginable para una novela de casi 900 páginas») comentó en la presentación en la capital maña que la obra es como « Ramón Gómez de la Serna pero sin el punto repelente. Una elegía trufada de greguerías», y le recuerda a sus amigos ‘chanantes’ en aquella época «del gusto por la chuminada y hacer las cosas sin cálculo ni pretensiones». Y por aquí, por el desparrame de ingenio y albedrío creativo, le vemos ánima fanzinera y joyceana: «A Joyce le he leído bastante poco, me parece buenísimo pero me aburre un poco. Sí que pensaba mucho en una frase de Borges . Algo así: «Cuando algo se lee con mucha facilidad ha estado escrito con mucha dificultad». Tiene que ser ligero y fluido, que parezca que se ha escrito en 5 minutos en lugar de 50 horas».El efecto lupaEn esa presentación, alguien opinó además: «Parecen las aventuras de Los Cinco ». Los Cinco Poperos, mejor, y es que: ¿hay algo mejor en la vida que una buena anécdota? «Sobre todo si las contaba Sergio. Es la importancia de dónde pones la lupa. Tú habías estado con él y ocurría algo que estaba divertido o medio bien. Pero cuando las contaba Sergio, decías: «Yo estuve ahí, pero esta historia que está contando es mucho mejor de cómo sucedió». Y si la iba contando más veces, cada vez se enriquecía más. Eso es lo que tiene un buen narrador. Incluso en las historias familiares, en la cama…». Y aquí sólo añadir esta frase de su padre: «¡Creía que era un cañaveral!». Perdón el ‘clickbait’, aunque este no defrauda.Otra revelación de ‘Vida de un pollo…’ es cierta dilucidación del mecanismo lírico del El Niño Gusano, el ‘making of’ de su magia y la ratificación final a Algora cuando afirmaba: «Yo digo la verdad pero nunca me van a creer». Es decir, se matiza el sambenito surrealista: «De nuevo, es dónde pones la lupa. Estas cosas les ocurrían a todo el mundo. Las bromas privadas se acababan convirtiendo en títulos de canciones y letras y lo veíamos normal. Habrá otros grupos a los que les pasaban cosas parecidas pero sus canciones son «Nena, siempre te querré» o «El rock and roll guía mis pasos no sé qué», pues guay. Era un caos muy libre, de repente nos gustaba una palabra y estábamos toda la semana con la broma de ‘Telehueso’, de Marío Quesada (el bajista) y Sergio Vinadé (el guitarrista), y esto se va a convertir en canción y abriremos el disco». El propio ‘Pollo blanquecino’ tiene su ramalazo así, por ejemplo, cuando un miembro dice: «¿Eso de ahí es Nueva York?». «Es cuando encontramos Nueva York y nos lo acabamos llevando a Zaragoza. Era un expositor azul en la puerta de una joyería que habían tirado. Y pasamos por ahí y Mario dijo: «¡Coño, Nueva York!». Y ya lo cogimos y nos lo llevamos toda la noche, lo tuvimos dos días con nosotros y nos la trajimos a Nueva York. Y claro, con Nueva York todo el día. Pues lo mismo pasaba con las canciones, que no se dice que es un expositor. Si te gusta da igual, la frase es bonita».El Niño Gusano ABCEn total, 67 capítulos autoconclusivos por las 67 canciones que grabaron, un ‘monstruo’ en origen de 3.000 páginas que acabó ‘limado’ en el montante actual, el resto ya tierra quemada digital, como una nota al pie sobre flamenco de 50 páginas o una selección de extractos de lecturas del mismo número de páginas leídos a posteriori que le recordaban a Algora y a esa época, que le llevó varios meses escribir, y todo alrededor de un grupo de pop luminoso en una escena de gusto por lo depresivo , en donde tuvieron fans variopintos (de Carmen Alborch a Los Planetas o Terelu Campos ). ¿Os fue económicamente bien? «Bastante desastre. Muchas veces para volvernos de una gira de tres conciertos con algo de dinero preferíamos de vuelta parar en un mesón, tampoco un Ferran Adrià, y gastarnos las 15.000 pesetas que habíamos ganado cada uno. Nos lo gastábamos en comer en dos o tres restaurantes en lugar de comer un bocadillo frío, que había grupos que sí lo hacían. Nos daba igual volver sin nada que con eso. No llegamos a romper ni a cobrar algún caché mínimamente alto. Igual estábamos justo en el punto de hacerlo».Y eso que El Niño Gusano fue indie por casualidad. «Éramos un conjunto de música ligera lo que pasa que temporalmente coincidió en una época de eclosión del noise pop y del indie español, entonces es normal que nos pongan ahí. Pero si hubiésemos surgido 15 años antes hubiésemos sido un grupo de La Movida porque tenemos puntos de La Movida y si hubiéramos surgido 40 años antes, pues nos hubiesen puesto con Formula V seguramente». Aunque llegó un día que los maños dejaron de ser noise pop por razones sobrevenidas: «Si es verdad que hacíamos bastante ruido porque sabíamos tocar poco y no teníamos muchos medios para grabar… y Mario tenía un pedal que le daba mucho a la distorsión. Ahí cuento cómo se murió el noise pop en El Niño Gusano, porque un cocinero le rellenó el pedal y ahí dejamos de ser noise pop porque a partir de ese día sonamos mucho más limpios y Mario no se compró otro fuzz. Nunca había visto a nadie que lo usase con la agresividad, tocaba supermelódico y de repente aquello era un zumbido tremendo».Solo tres discos, como los grupos buenosTambién eran un equipo que convivía formidable, un aspecto diferencial respecto a la tónica habitual en los libros del gremio: «La primera discusión fuerte fue la que acabó con el grupo. El día a día de El Niño Gusano era así. No llegaba la cosa nunca al enfado, alguna diferencia pero siempre en tono constructivo o cabrón, pero sano». ¿No se pudo salvar? «No. Era como si se hubiera roto un jarrón, que es muy bonito y sólido pero frágil. Fue una cosa ya de que igual no se podía mantener toda esa magia. O no supimos. Se muere el gusano… O igual fuimos unos idiotas y tendríamos que haber pasado esa primera discusión y habernos llamado al día siguiente y haber seguido, no lo sé. Pero también creo que está bien irse».Una banda que trágicamente cumplió su palabra. Perruca siempre, medio en broma medio en serio, dijo que iban a sacar solo tres discos, como los grupos buenos; el cantante, medio en broma medio en serio, replicaba entonces que él moriría a los 39, como su ídolo Boris Vian. El más triste vaticinio para el final del cuento se cumplió, y Perruca cree que Algora «dentro de 222 años será conocido por sus poemarios. Ahora es el cantante de El Niño Gusano y La Costa Brava , pero su voz literaria como poeta es muy diferente de como autor de canciones de música ligera». De hecho, lo ve más como un poema que un poeta, citando a Gil de Biedma , o como Lorca , que se decía que su mayor obra era él mismo. «Hacía que todo el mundo fuese más sí mismo y su versión mejorada. Y cuando entraba en una habitación cambiaba la frecuencia del sitio», aduce.Sirvan de tributo de ello y de todo estas casi 900 páginas, con 500 notas al pie y 1.262 grupos mentados. O sea, ‘Vida de un pollo blanquecino de piel fina’ es la broma infinita del Niño Gusano. Y, casualidades, la obra magna de David Foster Wallace fue el último regalo que Algora le dio a Perruca. «Te voy a decir una cosa, no me he leído ‘ La broma infinita ‘. Lo perdí yo creo que en una mudanza». Tampoco ha podido leer el libro póstumo de relatos de su gran amigo. «A lo mejor no lo leo nunca, no lo sé…». En el funeral, Nixon, compañero en La Costa Brava del poeta, lo primero que le dijo a Perruca al verlo fue: «Esta broma no se la vamos a perdonar». «Me lo repitió varias veces y es verdad que no se la pudimos perdonar», dice el autor. La infinitud por la impotencia. Y, con todo, «la vida va pasando y estos años he soñado con Sergio. Y, de repente, estaba muy vivo y era una broma. Y lleva un bigotillo a lo Mastroianni cada vez más largo. Y le decía: «¿Pero y ese bigote?» Y él: «Es de verdad, porque en realidad estoy vivo». Yo no creo en nada, pero sí que hay un juego de que si a Sergio yo no le he visto con bigote, y se me sigue apareciendo con bigote y él nunca ha tenido bigote, prefiero pensar que hay un Sergio en otra dimensión que cuando estoy muy estresado por el trabajo viene a sacarme de bares y me dice: «No le des tanta importancia»».
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