En muchos hogares rumanos han brindado con ‘palinka’ esta Navidad para celebrar la entrada del país balcánico en el espacio Schengen : el colofón de su integración absoluta en Europa. «¡Traiasca Romania!» , celebra Viorel, que regenta en Madrid el restaurante La Bunica (La Abuela) donde estos días no han parado de servir ‘sarmale’, unos rollitos de carne que son el ‘hit’ de la cocina tradicional rumana. En 2002, recuerda este hostelero, se abrió Schengen durante tres meses, comenzando entonces el éxodo. En ese año, el PIB per cápita de España era de 18.100 euros y el de Rumanía de 2.250. Desde entonces, el de España ha crecido un 41,55%, mientras que el del país balcánico, un 87,07%. La gran promesa en la que se ha convertido el país del este de Europa ha ido calando en una comunidad para la que España ya no es el paraíso laboral que fue antaño. «Rumanía es hoy un lugar con un gran potencial y vaticino un regreso masivo de rumanos a casa en los próximos años», cree Silvia Marcu, que es científica titular del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC y lleva años investigando los movimientos migratorios de la comunidad rumana en Europa y, muy especialmente, en España.Hubo un tiempo en que los rumanos eran el grupo de extranjeros más numeroso en nuestro país, aunque en los últimos años han pasado a ocupar el segundo puesto, por detrás de Marruecos . Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el cénit de ciudadanos rumanos viviendo en España se alcanzó en 2012, momento en el que había censados 897.203 . Una década después, la cifra se ha reducido un 30% y en 2022 –último dato disponible– había 627.478 rumanos residiendo dentro de nuestras fronteras.El gran ‘boom’ de llegadas «En los primeros años del milenio los rumanos emigraban a España por motivos económicos , pero hoy estas razones han ido cambiando y han aparecido otras como el clima : el atractivo del sol y el calor español», dice Ica Tomi, cara visible de la asociación hispano-rumana Salva. La supervivencia económica fue la razón que le llevó a ella a probar suerte en nuestro país en la época del ‘boom’ de la inmigración rumana en España. Aquello coincidió con el año 2002 cuando, recordamos, se abrió de forma temporal el espacio aéreo Schengen. La comunidad rumana se concentra en algunos barrios de Madrid como La Elipa y, sobre todo, en el Corredor del Henares, que engloba ciudades como Coslada, Alcalá de Henares, San Fernando de Henares o Torrejón de Ardoz. Pero también sobresale la población procedente del país eslavo en Cataluña o en ciudades de la Comunidad Valenciana como Castellón o Valencia . Sin embargo, 20 años después de aquella entrada masiva de rumanos, España o, más bien, su economía, ha dejado de resultar tan seductora . Lo viven en sus propias carnes pequeños empresarios como Viorel y su socio Valentín, los dueños del restaurante La Bunica de cocina tradicional rumana. Viorel y Valentín son los dueños del restaurante de cocina tradicional rumana La Bunica TANIA SIEIRA «Aquí es cada vez más difícil mantener un negocio, tenemos la sensación de trabajar sólo para pagar impuestos al Estado », expresa Valentín, rodeado de imágenes de Drácula , Transilvania o rumanos ilustres como Henry Marie Coanda , el inventor del primer avión accionado por un motor a reacción. Ellos, como Ica Tomi, llegaron después de 2002, pero algunos de los habituales en La Bunica entraron en la última gran oleada, que se produjo en 2007, con el ingreso oficial de Rumanía en la Unión Europea.Una tasa de desempleo mucho más baja Es a partir de 2012 cuando empieza a producirse el ‘divorcio’ entre ambas comunidades pues numerosos rumanos entienden que España ya no es ningún paraíso de oportunidades. Comparativamente, allí la presión fiscal es mucho menor y, además, la tasa de desempleo es más baja que en España. Era del 5,4% en octubre, mientras que en nuestro país se cifró en el 11,21% en el último trimestre del año pasado. «Conozco a varias personas que se han ido marchando porque empezaban a ganar menos, sobre todo a raíz de la pandemia. Pero cuando formas aquí una familia, la cosa cambia. No es tan fácil irse», matiza Ica Tomi, hablando de su propia vida, ligada a su querido barrio de La Elipa. Florin prepara las maletas para regresar a su país natal ADRIÁN QUIROGAEl que sí ha tomado la decisión de regresar es Florin, que lleva veinte años en Casteldefells (Barcelona) trabajando en la construcción y volverá a su país en los próximos meses. Allí se asentará en Maramures, una ciudad al norte de Rumanía donde se está construyendo una casa. «Ayudé a levantar una iglesia ortodoxa y he visto cómo la mitad de la parroquia se ha ido volviendo . Aquí cada vez veo un mayor caos, mientras que Rumanía nos ofrece nuevas posibilidades». La investigadora del CSIC Silvia Marcu, que en un futuro no cierra la puerta a vivir a caballo entre España y Rumanía, habla de un verdadero «fenómeno», que ha detectado en los últimos años. Una vez cumplidos los 35 o los 40 y «con los ahorros y la experiencia acumulada del trabajo», el emigrante rumano vuelve a su tierra con el plan de abrir un negocio en el que pondrá en práctica lo aprendido en nuestro país. Y, al fin, comprará una vivienda. «Los que conocemos bien España sabemos que tener una casa en propiedad es muy difícil, por no decir imposible», lamenta Marcu. El fenómeno del que habla esta investigadora es justo el caso de Costel Enache, que llevaba más de 30 años aquí. Había llegado en los noventa, en la primera oleada de inmigrantes rumanos, los «pioneros» que, en muchos casos, eran universitarios. A pesar de ser ingeniero energético de formación, Enache trabajó «en lo que pudo» , básicamente en el sector de la construcción. Enache abrió un negocio de cabañas de madera al norte de Rumanía con lo aprendido en Asturias ABC«Un día, me mandaron a Asturias a construir una cabaña de madera y hoy dirijo mi propio negocio de cabañas en el valle de Prahova, una de las zonas más hermosas de Rumanía», cuenta. Coincidiendo con la pandemia, cayó en la cuenta de que ni él ni su hermano podían continuar en una situación precaria o de desempleo, y volvieron a su país natal. «España me ayudó a ser quien quería ser: un autónomo» , se enorgullece ya reconvertido en un empresario de éxito. «Es curioso porque muchas de las viviendas que se construyen o se reforman en Rumanía se hacen a imagen y semejanza de las españolas», indica Marcu.’Divorcio’ amistosoEl ‘divorcio’ del rumano con España es, casi siempre, amistoso, la separación después de un amor inolvidable. Porque además del perfil del que vuelve y emprende, también existe el del ortodoxo que quiere pasar la segunda parte de su vida donde vino al mundo por una cuestión de fe y tradición . «En mi caso, y creo que es el de la mayoría de mis compatriotas, siempre nos unirá un cordón umbilical con España, el país que mejor nos acogió. Me gusta decir que, más que integrarse, el pueblo rumano y el español se fusionaron», expresa con emoción Marcu. «Siempre nos unirá un cordón umbilical con España, el país que mejor nos acogió» Silvia Marcu Investigadora del CSIC La similitud de ambos idiomas, por descontado, siempre tuvo mucho que ver. Porque Rumanía es « una isla de latinidad rodeada por un mar eslavo », le gusta decir a Iuliana Botezan, que era profesora en la Universidad de Bucarest y ahora lo es en la Complutense de Madrid. «Para nosotros es fácil empezar a chapurrear una lengua romance como la nuestra», añade Marcu. Pero, además del idioma, dice Ica Tomi, «nos une una forma de socializar, de expresarnos o entender la vida. Por no hablar de tradiciones tan parecidas como la de la matanza del cerdo que en otros países no se ve con tan buenos ojos. Aquí siempre sentimos que éramos uno más». Rumanía es, por su parte, uno de los países que más refugiados ucranianos ha acogido desde que empezó la guerra. De hecho, con la apertura oficial de las fronteras terrestres en este 2025, se registró la entrada de 11.000 personas de nacionalidad ucraniana. Todo indica que la comunidad rumana irá menguando en España mientras sus cifras sigan mejorando y creciendo. Con la vista puesta en la industria del automóvil, que supone un 15% de la economía del país que es sede de Dacia. Los mejores años de Rumanía , con sus emprendedores de vuelta, están por venir. Mientras tanto, en La Bunica sirven Palinka, pero también tiran como nadie las cañas.
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