Trump me va a perdonar en cualquier caso«. Esa fue la respuesta desafiante que Philip Grillo le dio el mes pasado a Royce Lamberth, el juez de Washington que le acababa de sentenciar a un año en prisión. Grillo, un hombre de Nueva York de 49 años, fue uno de los miles de seguidores de Donald Trump que protagonizaron el asalto al Capitolio hace cuatro años, el 6 de enero de 2021.La vista de su sentencia fue el 5 de diciembre, justo un mes después de que Trump ganara con claridad su segunda elección presidencial, frente a Kamala Harris. Cuatro años antes, clamando un «robo» electoral masivo inexistente, había tratado de quedarse en el poder frente al dictado de las urnas. Ahora, los estadounidenses sí le daban el respaldo con sus votos, en la mayor remontada política de la historia de EE.UU. Y hoy, otra vez 6 de enero, los legisladores volverán a acudir al Capitolio para certificar al ganador de una elección presidencial.Comidos por la inflaciónLa victoria de Trump la celebraron decenas de millones de estadounidenses, irritados por una inflación les ha comido los bolsillos durante el mandato único de Joe Biden, cansados de la ideología identitaria dominante entre los demócratas, desconfiados de Harris, ilusionados por la vuelta del multimillonario neoyorquino. Pero nadie se alegró tanto como los más de 1.500 protagonistas del asalto al Capitolio que han sido imputados por aquella infamia: el intento de evitar a la fuerza la certificación de Biden como ganador de la elección presidencial de 2020.Correría el champán en las casas de los familiares de los condenados a prisión, en las de los que están sujetos a libertad condicional y en las de aquellos que, cumplida la pena, tienen que vivir con la mancha de ser un convicto. El resultado de las urnas era el camino más corto a su redención. La última etapa de su transición de villanos a héroes, al menos para una parte de EE.UU.Trump nunca ocultó en campaña que su intención era utilizar las prerrogativas de la presidencia para dar clemencia a los condenados por el 6 de enero. Los disturbios de aquel día acabaron con varios muertos –entre otros, una manifestante a la que disparó la policía, otros que sufrieron problemas médicos en el alboroto y policías que se quitaron la vida después de los sucesos–, provocaron daños cuantiosos y dejaron a 140 agentes heridos, Trump ha calificado en sus mítines a los imputados de «patriotas», «guerreros», «rehenes», «prisioneros políticos».En su primera entrevista tras la elección, en la NBC, lo confirmó. «Voy a actuar muy rápido, el primer día», dijo sobre la concesión de perdones, en referencia a los decretos presidenciales que se espera que Trump firme en cuanto pise la Casa Blanca. Trump insistió en que muchos de los que fueron procesados han sido tratados injustamente, metidos en lugares «sucios, asquerosos», maltratados por un «sistema cruel».Noticia Relacionada estandar No Trump, a los 37 presos federales conmutados por Biden: «¡Váyanse al infierno!» Trump pasó el día de Navidad rebatiendo en su plataforma ‘Truth Social’ sobre su propia persecución política percibida, un contraste con los deseos navideños de Biden «a todos los estadounidenses».Las «excepciones»En su estilo, Trump no fue claro acerca de quién recibirá la clemencia presidencial. Solo dijo que habría «excepciones», que no recibirían perdón los que actuaron de forma «loca» o «radical» (es decir, en su visión, no actuaron así la gran mayoría de los que entraron a la fuerza en la sede de la soberanía popular para evitar que se certificara el dictado de las urnas).Entre los miembros de la ‘comunidad 6 de enero’ –como se denominan a sí mismos los que asaltaron el Capitolio– hay figuras de todo pelaje. Está Jacob Chansley, el llamado ‘chamán de QAnon’, el estrafalario manifestante de pecho descubierto, cuernos, gorro de pieles y cara pintada que logró convertirse en la imagen de aquella jornada bochornosa y trágica. Él está entre la mayoría –casi mil– de los más de 1.250 declarados culpables que lo han hecho en cooperación voluntaria con las autoridades.Chansley fue condenado a 41 meses de prisión, pero logró salir unos meses antes y estuvo en arresto domiciliario y libertado condicional. Trató sin éxito de ser diputado por un distrito de Arizona y, tras pelear con los tribunales, logró que la justicia le devolviera la lanza con una bandera de EE.UU. y el tocado de pieles y cuernos que le hicieron famoso. Seguro que tratará de dejarse ver los próximos días en Washington.De los más de doscientos imputados que optaron por ir a juicio, los perfiles son muy distintos. Algunos, como el propio Grillo o Derrick Evans, un exdiputado estatal de Virginia Occidental, que no fueron violentos, han recibido sentencias cortas. Otros, sin embargo, fueron grabados en agresiones feroces a la policía. Entre ellos, Zachary Rehl y Joseph Biggs, que eran líderes del grupo extremista Proud Boys, y que fueron condenados a penas de 15 y 17 años de prisión.El abogado de ambos, Norm Pattis, ha defendido que ellos también deben ser sujetos de perdón de Trump. «Él tiene que reconocer el hecho de que creó expectativas enormes con sus acusaciones de que había robo electoral», ha dicho a Reuters. «La gente respondió como si él fuera el presidente de EE.UU.» (Trump siempre ha defendido que él no incitó la violencia y que dijo a sus seguidores que marcharan de forma «pacífica y patriótica» hacia el Capitolio). «Sé que nos perdonará, lo pienso de todo corazón», dijo el propio Biggs en una entrevista en Infowars, un medio extremista que disemina teorías conspiradoras. «Fuimos allá cómo él nos dijo», agregó sobre el asalto.Proud BoysQuizá sea demasiado, incluso para Trump, perdonar a gente como Biggs. U otros que ni siquiera estuvieron en los disturbios, pero fueron protagonistas esenciales: Steven Rhodes, líder de los Oath Keepers, una milicia extremista; y Enrique Tarrio, máximo dirigente de los Proud Boys. Fueron condenados a 18 y 22 años, respectivamente, con cargos que incluían la sedición.Para quienes están fuera del ‘trumpismo’, cualquier perdón resultará excesivo. «No importa lo que acabe ocurriendo con las causas sobre los disturbios en el Capitolio, la verdadera historia de lo que ocurrió el 6 de enero de 2021 nunca cambiará», defendió el propio juez Lamberth en una vista de sentencia del mes pasado. «Violaron zonas restringidas, destrozaron propiedades públicas, agredieron agentes de las fuerzas de seguridad y trataron de dar la vuelta a la voluntad de una mayoría electoral». Ahora, algunos de ellos ven en otra mayoría electoral el fin de sus penas. Así lo dijo ante el juez Will Pope, un imputado de Kansas: «Al final, el jurado de mi caso ha sido el pueblo estadounidense, y votaron a favor de que me liberen».
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