El mayor enemigo de la infausta Cartago no fue solo Roma, sino una familia con muchos nombres y un único apellido: Escipión. Los números lo corroboran: esta estirpe de la famosa Gens Cornelia aportó 15 políticos y militares a la República. La maldición fue que el primero de sus grandes representantes no salió bien parado de sus enfrentamientos contra los africanos. Cneo Cornelio Escipión , cónsul en el 260 a. C., tuvo en sus comienzos una carrera meteórica al hacer despegar el poder naval de la Ciudad Eterna. Sin embargo, durante la Primera Guerra Púnica se rindió ante el general cartaginés Boodes de forma humillante. De ahí su sobrenombre, Asina (Asno). Con todo, su reelección en el 254 a. C. demuestra que la Urbs entendió la dificultad de la empresa que le habían encargado. Su nuevo paso por el cargo sí fue exitoso, pues conquistó la principal base enemiga en Sicilia.Noticia Relacionada La reforma de Tiberio Graco estandar Si Contra el mito: ¿era la República romana más justa que el Imperio? Manuel P. Villatoro El historiador Luis Manuel López Román publica ‘Tiberio Graco. Tribuno de las legiones’, una novela que se adentra en la figura de este desconocido políticoPero sus glorias y desventuras no quedaron subrayadas en la historia, buena fortuna para su familia. Nada que ver con las de sus descendientes: los hermanos Cneo Cornelio Escipión Calvo y Publio Cornelio. Unos militares que, según expertos como el catedrático Francisco Quesada, marcaron el final de una época en la que Roma aplaudía sobremanera la ‘virtus’ de sus generales; esa gallardía que les llevaba a combatir en primera línea para lograr que su familia ascendiera en la pirámide social. En la práctica, uno y otro, el otro y el uno, pecaron de primar aquel coraje varonil por delante de la estrategia. delante de la estrategia. Cuando Aníbal arribó a Italia, los hermanos fueron enviados a Hispania para cortar su línea de suministros con Cartago. Durante seis años contuvieron al enemigo en la península, pero, en el 211 a. C., cometieron el error de separar sus fuerzas. Cuando los púnicos se percataron, cayeron sobre las legiones sin piedad. Los Escipiones, henchidos de bravura, prefirieron morir a retirarse. Con ellos terminó la que fue la primera ofensiva romana en Hispana durante la Segunda Guerra Púnica; una negra mancha tanto para la Ciudad Eterna como para la familia.AfricanoFue Publio quien concibió al también Publio Cornelio Escipión en el 236 a. C. El que fuera conocido a la postre como el Africano (buena forma de diferenciarse de su padre) tuvo una infancia paralela a la del gran enemigo de Roma: Aníbal. Quizá por ello se tuvieron un gran respeto durante toda la vida. Según los autores clásicos, desde chiquillo demostró ser un gran admirador del mundo heleno; normal, pues había sido educado por profesores de la zona. Ya lo decía el historiador del siglo I Tito Livio en ‘Ab urbe condita’: «Se paseaba con manto y sandalias griegas, y disfrutaba con su séquito de los placeres siracusanos». Para él, la osadía de Alejandro Magno era un faro en el que guiarse. Aquel compendio de preceptos se sumó a las enseñanzas militares de su padre.El joven entró en batalla a los 17 años en Ticino, y demostró su valentía y su humildad. La primera, por salvar la vida a su progenitor; la segunda, por rechazar la corona cívica que le ofrecieron como recompensa. Así arrancó su carrera hacia la cúspide del ejército romano. Tras la muerte de su padre y de su tío, se ofreció voluntario para liderar a las legiones huérfanas de Hispania . Era el 211 a. C. y apenas sumaba 24 años, una edad irrisoria para domar ese cargo, pero fue elegido por unanimidad ante los comicios reunidos en el Campo de Marte. Decir que aquello fue inaudito es quedarse corto; en la práctica, fue el primer ‘privatus’ (privado) que recibió un mando proconsular sin cargo de magistrado. Un año después desembarcó en la Península Ibérica y se convirtió en la mayor pesadilla de unos cartagineses al mando de Asdrúbal, hermano del mismísimo Aníbal.Su secreto fue apostar por movimientos osados y abandonar las estrategias timoratas que primaban en Roma tras varias debacles. Eso, y captar a los pueblos de la región para su causa; idea que, años después, copiaron grandes generales como Pompeyo o el mismo César. Así, consiguió en menos de un lustro algo que parecía imposible: la total expulsión de Hispania de los cartagineses. Después, volvió a Italia como un héroe y se hizo con el consulado y el mando de Sicilia. Podría haberse sentado sobre sus riquezas y su fama, pero ese no era su estilo. Desde Italia, demostró una vez más que la gallardía de Alejandro corría por sus venas y defendió la necesidad de continuar la guerra contra Cartago en África. La idea provocó una discusión en el Senado , pero fue aceptada en contra, una vez más, de las opiniones más conservadoras. Para él, la paz no era una opción.Noticias relacionadas estandar No abc pódcast El extraño tesoro que se perdió con la Atlántida… y los expertos aun buscan Manuel P. Villatoro estandar Si «El ejército musulman los masacró» Saqueos y terror: los veinte años de barbarie vikinga contra Andalucía y Galicia Manuel P. VillatoroPublio desembarcó en África en el 204 a. C. y, tras demostrar sus dotes como diplomático, se ganó el apoyo de los antiguos aliados de Cartago en la zona. A partir de aquí todo se sucedió a la velocidad del rayo: en menos de cuatro años se expandió por la zona, venció a Aníbal –recién llegado de Italia– y se hizo con la capital púnica. Publio Cornelio Escipión pacificó el Mediterráneo, aplastó al gran enemigo de la Ciudad Eterna y cambió el paradigma de los ejércitos de la antigüedad. Ese cóctel le convirtió en un héroe para la sociedad; un poder que las más altas cúpulas políticas no iban a tolerar. Por ello, el Africano fue acusado durante la última parte de su vida de malversación de fondos por el joven senador Marco Porcio Catón. Tito Livio narra que la sospecha se cernía sobre 500 talentos que, presuntamente, el rey Antíoco le había entregado de forma secreta para garantizar la integridad del Imperio seleúcida después de ser derrotado en el 189 a. C. Tanto se desesperó el militar, que se retiró de la vida pública hastiado y cansado.
Leave a Reply