La Tercera Pascua Militar 2025: ¿renovación?

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«El grado de perfección de un ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y la vitalidad nacional»José Ortega y GassetRenovación moral, estableciendo la primacía de los principios éticos y abandonando el olvido y la banalización de la deslealtad, el favoritismo y la propaganda engañosa. Renovación de las relaciones internacionales en una feroz competencia hegemónica de estados y civilizaciones. Renovación de las relaciones estratégicas, con un enlace fluido entre los espacios euroatlántico e indopacífico. Renovación tecnológica, energética, computacional y robótica. Renovación de la comunicación, explotando la globalización y las redes sociales. Renovación en las relaciones políticas y empresariales, reforzando la responsabilidad, la transparencia y el cumplimiento, el diálogo y el impulso al bien común para evitar la polarización. Renovación administrativa, buscando una mayor eficiencia a través de la digitalización y automatización. Y, ¿renovación de las Fuerzas Armadas, para adaptarlas a la nueva naturaleza de la guerra como una opción permanente e integrada para influir? Unas Fuerzas Armadas de todos. «Todo por la Patria», por todos y cada uno de los españoles, por su seguridad y para su prosperidad. «Todo por la Constitución», con Su Majestad el Rey como Jefe del Estado y mando supremo de las Fuerzas Armadas.La Pascua Militar, cada 6 de enero, nos invita a reflexionar sobre el futuro de las Fuerzas Armadas, un camino de tradición y renovación. En 1779, España y Francia renovaron el Tercer Pacto de Familia y firmaron el Tratado de Aranjuez, para apoyar a los Estados Unidos en su lucha por la independencia contra Gran Bretaña. Uno de los objetivos del tratado era la recuperación de la soberanía española sobre la isla de Menorca, ocupada por los británicos en 1708 durante la guerra de Sucesión. El objetivo se cumplió en 1782 y cada año, en su recuerdo y como homenaje a las Fuerzas Armadas, celebramos la tradicional Pascua Militar, tradición que no consiste en mantener adornos ni capacidades militares obsoletas, sino valores y principios.No se trata de mantener alamares, bicornios o charreteras; ni picas, arcabuces, bayonetas o sables de abordaje, sino los valores y principios de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas: unidad, jerarquía y disciplina, un liderazgo basado en la preparación y el ejemplo, iniciativa, lealtad, espíritu crítico, austeridad, espíritu de servicio y sacrificio, solidaridad, «la primacía de los principios éticos, de la que hará [el militar] norma de vida…». Pero sobre todo el coraje, para combatir, para asumir los valores que la tradición nos demanda y para renovarse.La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), revalorizada por la inseguridad global, se renueva, imprescindible para la seguridad de Europa, exigiendo un compromiso justo y equilibrado a sus miembros. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) se enfrenta al desafío de renovarse o morir. La Unión Europea (UE) parece dormida, sin reaccionar ante la lucha hegemónica global que condicionará nuestro futuro. «Más Europa» obliga a más solidaridad y generosidad entre los estados miembros y hacia los candidatos, a un proceso urgente y profundo de renovación. En España, las Fuerzas Armadas también necesitan una profunda renovación o revolución de los asuntos militares.En la ‘Breve historia militar de España’ (Ministerio de Defensa, 2023) se recoge que, hace más de trescientos años, el Rey Felipe V, recién llegado a España e inmerso en la guerra de Sucesión, tuvo que «iniciar una profunda renovación del ejército y de la flota española (…) El calado de esta transformación fue de tal magnitud que se puede calificar, sin temor a errar, como de verdadera revolución militar (…) Aquel ejército sustituyó a los gloriosos pero obsoletos tercios». Felipe había recibido un sarcástico memorial anónimo alertándole de la precaria situación militar: «Vuestra Majestad hallará más secretarios que capitanes, más oficiales de pluma que soldados con cañones…». El veredicto del anónimo memorial no estaba lejos de la realidad. La renovación de las Fuerzas Armadas, hoy, debe favorecer su integración en el sistema de seguridad nacional y desarrollar las capacidades necesarias para hacer frente a los riesgos y amenazas que identificamos en nuestra estrategia nacional. Las lisonjas, alabanzas y la propaganda engañosa adormecen la renovación, que necesita espíritu crítico, visión de futuro y compromiso. Necesitamos una política de renovación de arriba abajo, de Estado, apropiada, practicable, aceptable y apoyada en la voluntad política y en una cultura de defensa que crezca en el terreno de los hechos y no se agoste en la ciénaga de la propaganda y la autocomplacencia. Renovación no es anunciar más presupuesto y personal; es explicar a la sociedad el cometido de las Fuerzas Armadas y su finalidad superior. ¿Para qué?Identificados los riesgos y amenazas en nuestra estrategia, ¿qué planes de operaciones tenemos en marcha?, ¿qué planes de contingencia tenemos previstos?, ¿qué operaciones tenemos comprometidas con nuestros aliados?, ¿qué calidad y cantidad de personal , de capacidades de combate y recursos financieros necesitamos? La fuerza de combate es la razón de ser de las Fuerzas Armadas, y su renovación exige, con urgencia y agresividad, modificar las estructuras, capacidades y sistemas del siglo pasado y obtener aquellos que aseguren su eficiencia en el combate del siglo XXI. La obligada e inevitable renovación debe asegurar una fuerza integrada, sostenible, capacitada y evaluada para participar en operaciones multidominio, integradas y distribuidas, nacionales e internacionales. Una fuerza excelente, con dotaciones adecuadamente formadas, adiestradas y motivadas, apoyadas en las nuevas tecnologías con sistemas de mando y control basados en inteligencia artificial generativa, programación cuántica y enlaces seguros y resilientes y sistemas de armas automatizados, inteligentes y sin tripulación.El aumento del número de militares sin explicar para qué se necesitan –y sin analizar la reducción de dotaciones ante un escenario futuro de mayor automatización de los sistemas de combate, mando, control y gestión operativa y administrativa– no ayuda a generar la comprensión y el apoyo social. Si no se mejoran los modelos de carrera, ni las condiciones de vida de los militares (salario incluido), ni se apuesta por una utilización intensiva de los reservistas, la decisión de un mero aumento cuantitativo parece superficial e inapropiada.El aumento del gasto en material sin una visión más allá del horizonte, sin una política de renovación, estrategia, plan, programa y presupuesto a medio y largo plazo nos puede llevar a malgastar en vez de a invertir en seguridad. En esta política de renovación, la Administración debe integrar a la industria, la Universidad, la red de I+D+i y las políticas de renovación de nuestros aliados con visión de futuro y planes y programas ágiles y disruptivos ante la veloz evolución de las nuevas tecnologías y la forma de combatir. Sólo la voluntad política y una ley de programación y financiación a medio y largo plazo, realista y flexible, que recoja nuestros objetivos estratégicos y los correspondientes a los ámbitos de personal, material y financiero, permitirá la renovación. Una ley que comprometa, que marque el rumbo y que asegure y haga practicable una renovación integrada y sostenible de nuestras Fuerzas Armadas, de todos y para todos.’Facta, non verba’. Feliz Pascua Militar.SOBRE EL AUTOR Fernando García Sánchez es almirante general (R) y fue jefe de Estado Mayor de la Defensa

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