Su historia dio la vuelta al mundo. El Caníbal de Ventas o de La Guindalera , por la zona de Madrid donde residía, se hizo famoso hace ahora seis años después de ser detenido por un crimen, el de su madre, que la propia Policía Nacional calificó como «el más atroz» que se había conocido en las últimas décadas. No era para menos: el español Alberto Sánchez Gómez, ahora de 32 años, mató, descuartizó y metió los restos de su madre en distintas tarteras y se los comió. Tal cual. En mayo de 2021, fue condenado a 15 años de prisión por la muerte y la profanación del cadáver de María Soledad Gómez, de 61 años. Su progenitora.El jurado popular creyó a los peritos que testificaron en sala y no contempló la eximente parcial ni total por enfermedad mental. Y así lo confirmó la Sección Quinta de la Audiencia Provincial. Todo ello sorprendió mucho en su momento, habida cuenta de las características del parricidio, pero también por muchos detalles periféricos, que mostraban una personalidad alterada. Ahora, ABC ha tenido acceso a una carta que Alberto ha enviado desde prisión a su nuevo letrado, Julen Martínez, de Valmaseda Abogados, en la que solicita que se le interne en un centro psiquiátrico, de manera que pueda abandonar la cárcel y no volver a delinquir cuando, no dentro de muchos años, salga en algún permiso penitenciario o logre la libertad total. «Yo sufrí una enajenación mental transitoria motivada por el consumo de cannabis y no vivía la realidad tal y como es, sino que deliraba y tenía psicosis, además de paranoia. Acabé haciéndole a mi madre lo que me decían las voces y lo que veía en mis alucinaciones visuales», relata el reo en su misiva.Noticia Relacionada estandar No El caníbal de La Guindalera, culpable de matar y comerse a su madre El jurado popular, por unanimidad, no aplica ningún atenuante mental puesto que no considera probado que el joven sufriese un brote psicótico en el momento del crimenEl joven acudió a Julen Martínez antes de esta Navidad y el abogado se ha hecho cargo de su defensa. En declaraciones a este periódico, el profesional explica las razones por las que su patrocinado debe pasar de la cárcel a un lugar especializado. Para ello reclamará los informes periciales de la junta de tratamiento del a prisión, donde, ahora sí, le están medicando por esquizofrenia, enfermedad que en el juicio le negaron: «Alberto debe cumplir su condena en un centro de salud mental. No se trata solo de cumplir una pena, sino de abordar el trastorno mental grave que padece, garantizando su tratamiento y protegiendo a la sociedad. La prisión tiene una función reinsertiva, pero este caso requiere un enfoque especializado. De no actuar, en pocos años podría estar en la calle, representando un riesgo evidente. Por ello, se hace imprescindible su traslado a un psiquiátrico penitenciario como medida responsable y justa». La idea, además, es que, cuando cumpla la condena, «se le retenga de manera forzada hasta que lo determine un psiquiatra».Martínez ni tampoco el propio Sánchez hablan de salir en libertad; de lo que se trata ahora, dicen, es de que, cuando tenga permisos o pase a un grado que le permita hacer parte de su vida en la calle, no vuelva a cometer un delito de sangre. Porque él no se ve recuperado e insiste en que es un enfermo con necesidad de tratamiento.Drogas en la cárcelAlberto Sánchez tiene acceso a las drogas en la cárcel, y eso agrava su problema. De hecho, ya arrastraba un consumo muy problemático de porros cuando residía con su madre en el piso de la calle de Francisco Navacerrada, a poca distancia de la plaza de toros. La Policía llegó aquel 19 de febrero de 2019 a la vivienda después de que una amiga denunciara en comisaría que hacía cosa de un mes que no veía ni conseguía hablar por teléfono con María Soledad. Él les abrió y les dijo que su madre estaba muerta y que se encontraba dentro. Lo conocían de identificarle por fumar porros y tenía una orden de alejamiento de la madre. La escena fue terrorífica: la cabeza se encontraba sobre la cama; el cuero cabelludo, al lado; junto a la cama, las manos (aún conservaban hasta la pintura de uñas) y parte de los brazos, y el tronco dentro de la caseta del perro. En la mesa de la cocina, en unos platos, las piernas. Tal era su delirio, que hasta había dado de comer parte de los restos de la mujer al animal. Otros restos los conservaba congelados en varios táperes, uno de ellos abierto y con un tenedor dentro. Los agentes hallaron un cuchillo en la bañera y en otra parte del piso, un serrucho. Y mucha, mucha sangre. En el cuarto de contadores, en bolsas de basura, había más vísceras.La investigación arrojó que el joven mató a su madre entre el 27 de enero y el 21 de febrero de 2019, la descuartizó y, durante al menos quince días, se alimentó con los restos cadavéricos. Pese a todo, el veredicto del jurado popular negó la enajenación o cualquier otra enfermedad mental y así quedó reflejado en la sentencia posterior: «Ni por las pruebas documentales en autos ni por las declaraciones de los testigos en el acto del juicio oral, ha resultado probado que el acusado sufriera una alteración psíquica que le dificultara el procesamiento correcto de la información general que determinara una alteración grave de la conciencia de la realidad de forma que anulara sus facultades volitivas y cognoscitivas».En su carta desde prisión, Alberto afirma todo lo contrario: «Para empezar, después de mi detención, no me llevaron al hospital para una evaluación psiquiátrica […]. Me llevaron a la comisaría de [la calle del] Príncipe de Asturias, donde llamé a mi hermano y no le conté nada de lo sucedido« .El rap del crimenAfirma que, «antes de que empezara el juicio», su abogado le indicó: «Di que no te acuerdas de nada». En otro momento del manuscrito declara: «Una de las preguntas del forense fue que si oía voces y respondí que no, porque el Xeplion [ansiolítico para la esquizofrenia] hizo efecto en mí durante dos años. Tuve que volver a fumar porros ya en [la cárcel de Valdemoro] para recordar lo que había pasado con mis alucinaciones y mi delirio. Solo una calada de un porro vale para que tenga visiones y oiga voces durante un año. Cuando el Xeplion hace efecto, me quita las voces y las visiones al tiempo de estar inyectándomelo».No solo fue lo sucedido el día del crimen. El propio Alberto, que tenía 12 antecedentes (entre otros, por maltratar a su madre), subía en redes sociales canciones suyas: «Paseando al perro como un cencerro. No sé la mierda que digo pero si te quiero hundir te entierro»; «cocinando ternera para perder la cordura; no existe cura para mi locura».
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