‘Elcano’, Cádiz y la Princesa: 400 barcos para Leonor

Home People ‘Elcano’, Cádiz y la Princesa: 400 barcos para Leonor
‘Elcano’, Cádiz y la Princesa: 400 barcos para Leonor

«Larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres Personas y un solo Dios verdadero, que sea con nosotros y nos guarde, que acompañe y nos dé buen viaje a salvamento y nos lleve y vuelva a nuestras casas». A mediodía se reza en el muelle de Cádiz, como se ha rezado siempre, la oración previa a que zarpe el buque escuela Juan Sebastián de Elcano en su crucero de instrucción. Sobre los ‘tranvías’ y bajo las botavaras, los guardiamarinas menean al aire sus gorras blancas, minúsculos al lado de la gigantesca arboladura. «Ella es la tercera del segundo grupo», señala alguien desde la multitud que se agolpa en tierra. Con ella se refiere a la Princesa de Asturias que embarca por primera vez en el crucero. Pocos minutos después, el navío dobla la Punta de San Felipe y la ciudad se le aparece desde el mar perfilada por un gentío que se apuesta en las alamedas, las troneras y los castillos. En el agua, cuatrocientas embarcaciones, barcos de todos los colores, formas y tamaños , -chicos, grandes, a vela y a motor-, han salido a despedir al buque. A ‘su’ buque. Entre Cádiz y el Elcano, la ciudad y el barco, se ha tejido una relación de cariño y lealtad como hay pocas. Este es su día y la que sigue, su historia.Noticia Relacionada estandar Si Los Reyes despiden emocionados a la Princesa Leonor, que embarca en Elcano: «Son muchos meses sin verla» Angie Calero La Heredera y sus compañeros han zarpado desde el puerto de Cádiz para completar su formación con la Armada, que le llevará durante los próximos meses por todo el mundo, tras una jornada muy emotiva y con gestos de cariño de Don Felipe y Doña LetiziaCádiz ha amanecido cubierta por una niebla espesa con un toque de selvático misterio y la Plaza de Mina ya parece los Montes de Virunga. De la espesura, húmeda como de doblar el Estrecho de Magallanes, asoman los cuatro mástiles y dos filas de guardiamarinas enfilan hacia la puerta de la Iglesia de Santo Domingo para embarcar la Virgen del Rosario que llaman ‘La Galeona’.A la vuelta, en uno de los silencios de la procesión, se escucha la voz de una mujer en esa intimidad cariñosa y anónima de la que solo es capaz Cádiz: « Qué guapa estás, hija -le dice a doña Leonor en un tono calmado y dulce-. Qué bonita eres. Y qué orgullosa estoy de ti, y de tu padre, mi Rey, que me parece verlo ahí donde estás tú ahora. Orgullo de que te embarques en el Elcano, orgullo de la Corona, orgullo de España y de Princesa». Ella la mira y le sonríe, agradecida y cariñosa.Unos metros adelante le dicen ‘guapa’ porque es lo que tienen más a mano, pero… ¿qué es lo que hay debajo de todo este cariño? ¿Cuáles son los mecanismos por los que salen al mar cuatrocientos barcos y una ciudad entera se echa al mar y a la calle? Quizás lo que sucede es que las cosas de Cádiz toman una dimensión diferente y el barco, aquí, es más que un barco. Más bien representa una prolongación emocional y física de la ciudad. « El Elcano es Cádiz, «y Cádiz es el Elcano», puntualiza el alcalde, Bruno García. Se le quiere, se le siente, se le despide y hasta se le tutea como a un compadre. Su nombre, Buque Escuela Juan Sebastián de Elcano, se ha acortado, haciéndose más familiar hasta quedarse en Elcano a secas.Francisco Pérez de la Torre, un cocinero bajito, fibroso y enjuto como una vara, mira el barco desde el otro lado de la verja en no sé qué recogimiento espiritual. «Es bonito, ¿eh?», le espeta el reportero, y Francisco larga las velas de la memoria. «Yo era un niño de la barriada del Cartabón en un bajo frente a los astilleros de la Bazán y lo tenía allí enfrente. No tuve suerte de entrar en la Marina, pero me emociono al verlo. Siempre fui a despedirlo y a darle la bienvenida, y de esto hace sesenta años».La ciudad que mira al marUna ciudad mirando al mar. Así se diseñó ‘la Tacita de plata’, con sus torres miradores desde las que se otea el horizonte. Cualquiera sabe que, si el navío que se acerca lleva cuatro palos, es Elcano, pues el resto de grandes veleros tienen tres. Así, le van contando los mástiles que conocen por su nombre y repiten la secuencia como un mantra de proa a popa: «Blanca, Almansa, Asturias, Nautilus». Esta misma semana, la Asociación Cádiz con Elcano y la Armada instalaron en la Punta de San Felipe uno de los mástiles reemplazados del navío: el palo macho del trinquete (Blanca) y el mastelero del Nautilus, de mesana y ahora pareciera que el navío y la ciudad fueran la misma cosa. A sus pies se afanan los pescadores de robalos y echa la siesta al sol una treintañera en una silla de playa con altavoz de Daddy Yankee y un churumbel dormido sobre el pecho. La mira Miguel Ramos , responsable del trasplante del mástil, navegante -tres cruces del Atlántico, dos de ellos en una réplica de una carabela de Colón a las órdenes del legendario capitán Etayo- y presidente de la asociación Cádiz con Elcano que reivindica la relación de la ciudad con el navío y su magnífica historia marítima.Miguel Ramos, presidente de la asociación Cádiz con Elcano CHAPU APAOLAZA-¿De dónde proviene este amor desmedido?-En primer lugar, Elcano se fabricó aquí en los astilleros de Echevarrieta y Larrinaga. Además, a bordo han navegado 20.000 personas entre oficiales, suboficiales y marinería y el quince por ciento es de la zona. Otros miles lo han reparado… Todos le tienen cariño. Les devuelve a los tiempos en los que se hicieron hombres de mar con veinte años. Eso no se olvida.Frente a la iglesia de Santo Domingo, apostado junto a una valla granate, Julio Figueras, marinero en el barco en el crucero del 73 -más tormentas que un pararrayos-, confiesa lo que sienten todos ellos. « No hay nadie de nosotros que no quiera volver a embarcarse». A bordo vivieron fantásticas aventuras e historias en las que los coys se balancean colgados del techo del sollado y en las noches de temporal, cuando hay maniobras generales, los marineros bajan de los palos tan empapados y cansados que les dan de beber un traguito de coñac.El ‘Elcano de Locke’«¿Quién le iba a decir a un tipo de Motril que iba a conocer Honolulu?», se pregunta el marinero, divertido. «Eso que me pasó a mí les está sucediendo ahora mismo a esos chavales». Si el barco sigue navegando, todo sigue en pie y las cosas se mantienen: la posibilidad por remota que sea de que Julio se embarque, la relación de una ciudad con el mar, el prestigio de nuestra Armada y una cierta idea de España… La vieja ciudad de Cádiz sabe que transitar por la historia supone acumular el recuerdo de cosas que ya pasaron: la academia de guardiamarinas, la de cirujanos de la Armada, las grandes expediciones, el esplendor constitucional de la Pepa, la carrera de Indias, el comercio fenicio, los romanos… Todo eso se fue, pero el Elcano sigue a flote como un fenomenal ejercicio de presente. El profesor de la Universidad de Cádiz Julio Terrón define al buque escuela como «las últimas velas blancas», pero ahí siguen las velas.Hace unos años se suscitó un debate sobre qué hacer con el barco. «Pensaban jubilarlo y llevarlo a las atarazanas de Barcelona y la gente aquí se enfadó mucho -recuerda Miguel Ramos-. Afortunadamente, no sucedió y decidieron ir arreglándolo. No sé cuántas piezas quedan del Elcano original». El buque entero es un ejemplo flotante de la paradoja de Locke o del reemplazo. Si zurcimos hasta el infinito un viejo calcetín y pasado un siglo no queda una sola brizna de la prenda original, ¿sigue siendo el mismo calcetín? ¿Sigue siendo Elcano el Elcano? Parece que sí.Serio, mayor, tranquilo… Ese tipo que espera junto a la valla a la salida del barco no mira como los demás. No es un curioso, ni un coleccionista de fotos de famosos. No ha sacado el móvil y se agarra las manos detrás de la espalda en una imperceptible posición de firmes. «Solo soy un ciudadano de Cádiz», responde, y el reportero intuye que no. Diez minutos de charla después, Salvador García confiesa que es fundidor de bronce y autor de las piezas del navío que con el tiempo hay que ir sustituyendo. Como el propio barco, Salvador no se jubila. «Me dicen que me necesitan, que nadie más puede hacerlo, y aquí estoy para lo que haga falta. Me han pasado muchas historias con Elcano y he hecho muchos trabajos, pero se quedan para mí», explica, y con la mano derecha se toca el abrigo a la altura del corazón. «Se quedan aquí».

Leave a Reply

Your email address will not be published.