El denostado Manuel Fraga logró el mérito de traerse a la democracia las bolsas del franquismo sociológico mientras Pedro Sánchez está haciendo exactamente el camino inverso: devolver a una parte de los votantes socialistas a las tesis revolucionarias predemocráticas. Lo más desolador del sanchismo es comprobar cómo un 20 por ciento del electorado, que orbita alrededor del PSOE, ha interiorizado los supuestos del comunismo podemita contra la separación de poderes y la independencia judicial o a favor de la toma de las instituciones, negando legitimidad al adversario a fuerza de calumnias fachosféricas. Esto supone un daño moral incalculable, que ha dado lugar a que haya partidarios socialistas contrarios a investigar las presuntas irregularidades de la mujer y del hermano del presidente, mediante el procedimiento que haga falta. Incluso convirtiendo al fiscal general del Estado en el supuesto jefe de una trama delictiva que llegó a destruir pruebas con la excusa de combatir un bulo.
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