Siguió la buena racha contra Osasuna, no sin el sufrimiento habitual, con un gol de estrategia de Julián Álvarez. Pero el que entiende de fútbol es el míster, al que hay que felicitar por la decimoquinta victoria consecutiva tres días después frente al Elche, el equipo de la ciudad que cuenta con un palmeral declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Un triunfo copero con doblete de Sorloth, golazo de Riquelme y un cuarto de Álvarez, que siempre aparece. España es un país precioso. Riquísimo artísticamente. Con una lengua común universal y un Siglo de Oro que no encuentra parangón en el mundo. Se come espectacularmente bien en todas partes. La gente es alegre y sabe disfrutar de la vida. Solidaria y generosa como pocas. Solo sobra cierto maniqueísmo y espíritu cainita. En el fútbol, la irracionalidad y la pasión se desbordan.En Madrid el enfrentamiento encarnizado se da en los derbis entre los eternos rivales, a pesar del intento moderno de crear un duopolio futbolístico nacional que lleva aparejado unos partidos del siglo que se repiten al menos dos veces al año. Alfredo Di Stéfano, el indiscutible mejor jugador del Real Madrid de todos los tiempos, lo tenía muy claro. En sus palabras, «el Atlético de Madrid es el eterno adversario número uno. Los dos equipos son de la capital, la convivencia entre las dos aficiones es más cercana».Intenta imaginarse un colchonero con más de cincuenta años de servicio de qué equipo hubiera sido de haber nacido en otras ciudades o países. Si catalán, periquito, y detestaría al Barcelona. Si sevillano, no hay duda alguna: «¡Viva er Betis manque pierda!» De ser oriundo de la capital del Piamonte, ‘tifaría’ a favor del Torino y en contra de la Juve. Si lisboeta, del Sporting. Si nacido en la ciudad de los Beatles, animaría al Everton, frente al equipo que se apropia del nombre de la ciudad.A veces piensa ese colchonero que lo más inteligente sería intentar ser un hombre tranquilo (el John Wayne de ‘Innisfree’), racional y moderado en todos los aspectos. Alejado de cualquier sectarismo, balompédico incluido. Su fe llega a flaquear por momentos, pero tras la duda efímera acaba siempre fortalecida. Entre otras muchas razones, continúa abrazado a su colchón hasta la muerte porque se apoya en las palabras de Albert Camus, Premio Nobel de Literatura: «Lo que sé acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol». Para que luego digan.
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