Desde que el Gobierno decidió la vuelta del Estado al capital de Telefónica , la suerte de José María Álvarez-Pallete al frente de la compañía estaba echada. Desde septiembre de 2023, cuando la saudí STC anunció que compraría un 9,9 por ciento de la operadora y su presidente ejecutivo cruzó medio mundo para conocer a sus nuevos accionistas, la falta de confianza del Gobierno en el rumbo de la compañía ha sido más que evidente. Así las cosas, casi un cuarto de siglo después de que el socialista Felipe González diera comienzo a su privatización, el Estado volvió al capital de la compañía con un 10 por ciento, operación que se consumó en mayo de 2024 con una inversión en torno a los 2.100 millones de euros.Hace poco más de un año, ABC invitó al Ejecutivo de Pedro Sánchez a explicar en el Congreso las verdaderas motivaciones de esta operación, comparecencia que nunca se produjo. Lamentablemente, el resto de fuerzas políticas parlamentarias tampoco han demostrado estar muy interesadas en el uso que se hace del dinero de los contribuyentes, ni en las razones del Gobierno para entrometerse en el capital de una empresa privada. La Cámara Baja no ha podido formarse una opinión sobre si Pedro Sánchez tomó esta decisión para tutelar «los intereses estratégicos de España» –como dijo en su momento la vicepresidenta Nadia Calviño– o si se trata de un paso más en su pulsión por ocupar las instituciones, estrategia que en este caso desborda los márgenes de lo público para instalarse en el corazón del Ibex 35.Si ya había abundantes indicios de que no se trataba de lo primero –el Gobierno disponía de suficientes herramientas legales, bendecidas por la Unión Europea para vetar o condicionar la participación de capitales extranjeros en la compañía–, la propuesta de que Marc Murtra, militante del PSC y actual presidente no ejecutivo de Indra, sea el próximo presidente de Telefónica en lugar de Álvarez-Pallete confirma el sesgo político de una operación que el mercado difícilmente va a entender a partir de este lunes, por mucho que se repita que Pallete quería retirarse. El perfil profesional de Murtra, como ya quedó demostrado durante el engorroso proceso por el cual el Gobierno lo impuso al frente de Indra, enciende las alarmas de la buena gobernanza empresarial, y lo seguirá haciendo. Como se constató entonces, su presencia como gestor es incompatible con el criterio de un consejo independiente y profesional.Sin embargo, el Ejecutivo se ha empecinado en proponerlo a través de la SEPI, sabedor de que cuenta con los saudíes, de los que al principio receló, como fieles aliados, y de que la Caixa, que tiene en torno a otro 10 por ciento de la compañía, lo apoyará, aunque Fainé no quiera significarse ni aparecer como elemento indispensable en la operación. Los augurios, es verdad, no eran los mejores: el Gobierno ya situó el pasado año a Carlos Ocaña, ejecutivo del Real Madrid y persona amiga de Pedro Sánchez, en el órgano de gobierno de Telefónica, lo cual ofreció indicios de la falta de pudor alcanzada en la conquista de Telefónica. El inesperado fallecimiento de Javier Echenique, consejero muy apreciado por Pallete, pudo haber alterado los equilibrios y acelerado el golpe de mano. Lo cierto es que, antes de que el nacionalismo económico sea validado por Bruselas como estrategia defensiva en un mundo dominado por la geopolítica, España contempla la peor cara del mismo: la que suplanta el interés nacional por el de los amigos del poder.
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