A las 8:15 horas del 15 de diciembre de 1994, un terrorista encapuchado se acercó al sargento de la Guardia Municipal de San Sebastián Alfonso Morcillo, que acababa de salir de casa para coger el coche e ir a trabajar. Sin mediar palabra, el etarra disparó al agente en la cabeza. Murió en el acto. La firma de ese asesinato era de Valentín Lasarte, miembro ‘legal’ (compaginaba los atentados con su actividad laboral) del Comando Donosti de ETA y del ‘liberado’ (a sueldo de la banda) Javier García Gaztelu, ‘Txapote’. El primero acusó también del atentado al otro ‘liberado’ del grupo, José Ramón Carasatorre, pero fue absuelto años después, en 2011.El asesinato era uno más de la larga cadena de víctimas uniformadas de ETA, pero ya por entonces los políticos comenzaban a ser señalados también. Gregorio Ordóñez, un joven dirigente del Partido Popular del País Vasco, teniente de alcalde y concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de San Sebastián y diputado autonómico, se enfrentaba sin complejos a la organización terrorista. Su carisma y su proyección no pasaban desapercibidos para nadie, y mucho menos para los terroristas. Había recibido amenazas e incluso en ocasiones vio merodear a extraños por su domicilio. A pesar de ello, no llevaba escolta.El atentado de Lasarte lo cambió todo. Había denunciado a guardias municipales por facilitar información a la banda y que asesinaran a Morcillo, quizá con información de dentro del Ayuntamiento, lo exponía aún más, porque el círculo se cerraba. Los responsables antiterroristas de la Policía lo sabían, y él también. Así que unos días después de ese crimen dos inspectores de la Brigada de Información de San Sebastián se citaron con Ordóñez en su despacho de la sede aún provisional del Partido Popular, en la calle Pío XII.Noticia Relacionada estandar Si El asesinato de Gregorio Ordoñez, el primer hito de la estrategia etarra de «socialización del sufrimiento» Pablo Muñoz Tras Bidart, Antxon pidió que «todos los enemigos del pueblo vasco» fueran objetivo- Ordóñez: Buenas tardes, señores, muchas gracias por venir. Si les parece, nos tuteamos. He recibido amenazas, aunque no creo que sean capaces de venir a por mí (mantenía muy buenas relaciones con algunos miembros de Herri Batasuna)… Pero bueno, como están ‘zumbados’ creo que es bueno que lo sepáis y, si lo creéis oportuno, me ponéis alguna protección.-Inspector: Sí, es lo más prudente. ¿Cómo quieres que lo hagamos? (Era una pregunta habitual en estos casos, aunque por supuesto la Policía luego tomaba sus decisiones, intentando compatibilizar al máximo las peticiones del protegido con sus necesidades operativas).-Ordóñez: Yo sólo quiero escolta por las mañanas. Desde que salgo de casa hasta que llego al Ayuntamiento. Salgo sobre las siete menos cuarto para llegar antes de las siete al despacho.-Inspector: ¿Y el resto del día?-Ordóñez: El resto del día es una bobada tener escolta porque ni yo mismo sé dónde voy a estar, así que es imposible que me esperen en algún sitio, porque si yo mismo no sé dónde voy a ir mucho menos lo van a saber ellos.Posible, no inminentePor entonces nadie había oído hablar de la estrategia de la ‘socialización del sufrimiento’ que había decidido ETA el año anterior y que suponía que sus objetivos ya no se limitaban a los uniformados, sino también a otros sectores de la sociedad como políticos, jueces, fiscales, intelectuales y periodistas. La posibilidad de que se atentase contra un representante público se veía posible, pero no inminente, así que se actuaba en esa clave. Pero desde un principio los terroristas habían puesto a Ordóñez en el centro de la diana. A partir del día siguiente a la conversación antes descrita -aún no había llegado 1995-, en torno a las seis y media de la mañana, se montó el dispositivo de seguridad. Un policía esperaba en la calle a que saliera del portal, antes de las siete, y andaba unos pasos detrás de él; otros dos agentes, en un coche camuflado que circulaba a muy poca velocidad en paralelo suyo, les daban cobertura.La escena se repetía con precisión matemática. El político salía de casa, cruzaba Pío XII, enfocaba Sancho el Sabio y en el primer kiosko que había compraba ‘El Diario Vasco’. Con su maletín, y el periódico abierto, que leía mientras caminaba, llegaba hasta el ayuntamiento. En cuanto la luz del despacho se encendía, el dispositivo se levantaba hasta el día siguiente. El 23 de enero siguió la misma rutina; la Policía lo escoltó hasta el consistorio y luego lo dejó, como él había pedido. Lo normal era que comiera con parte de su equipo, sobre todo María San Gil y Enrique Villar, de ‘pintxos’ en el Boulevard o en la Parte Vieja, a cinco minutos del Ayuntamiento. Ese día, sin embargo, se improvisó un almuerzo con una chica que nada tenía que ver con el partido y con la que les unía una curiosa historia. Era la encargada de un ‘gazteleku’ en el que se celebraban conciertos y que Ordóñez, en su faceta de concejal de Urbanismo, había clausurado por superar los niveles de ruido. Ella arregló el problema y, como sabía que no solía tener tiempo para comer, un día llevó una bandeja de banderillas para él y sus colaboradores. El edil popular le agradeció el gesto y le dijo que la próxima invitaba él. Fue justo el día del atentado… Ninguno llevaba escolta.Portada del ABC del 24 de febrero de 1995 en la que se informaba del asesinato del concejal del PP de GuipúzcoaValentín Lasarte era un rostro habitual en la Parte Vieja de San Sebastián, donde se movía como pez en el agua. Pasadas las tres de la tarde vio cómo el grupo entraba en el restaurante La Cepa, así que decidió seguirle. Se colocó en la barra y vio cómo los cuatro se sentaban en una mesa del comedor, la primera a mano derecha, y que pedían varios platos, por supuesto, uno de ellos de ensaladilla, el preferido del anfitrión. El terrorista advirtió que era una gran oportunidad de asesinarlo y marcó el número de teléfono de la casa en la que estaban los liberados: «Ordóñez está en La Cepa con otros tres, es un momento perfecto para matarlo -les dijo-; está sentado en el comedor, en la primera mesa a la derecha, y han pedido varios platos. Si os dáis prisa lo cazáis».Unos minutos después llegaban al local Txapote y Carasatorre, mientras Lasarte abandonaba la zona. El primero se situó en la puerta, para cubrir a su compañero, mientras éste se acercaba a la mesa y colocaba el cañón de su pistola en la cabeza del político popular. Luego, apretó el gatillo. María San Gil, al ver la pistola, pensó que era una broma macabra; luego vio cómo la bala desfiguraba de modo atroz el rostro de su jefe y amigo. Salió tras el terrorista, que resbaló, pero cuando éste se reincorporó se dio cuenta de lo que hacía y comprendió que ella podía ser la siguiente, así que volvió a la mesa para auxiliar a Ordóñez. Todos los presentes estaban aterrorizados, y los asesinos pudieron huir con cierta tranquilidad y refugiarse en su piso.Uno de los policías que hacía solo un mes había visitado a Ordóñez en su despacho acababa de comer con su mujer en su piso del complejo policial de Aldapeta cuando recibió una llamada:-Tío, vente que se han ‘pikado’ (asesinado) a Ordóñez.-No me jodas, ¿dónde?Lo cierto es que la conmoción era total en la ciudad. Por primera vez desde el senador del PSOE Enrique Casas, ETA asesinaba a un político, y además el elegido era un hombre carismático, con un envidiable futuro por delante y sin miedo a los terroristas.Esa conmoción no alcanzó sólo a los constitucionalistas. A Begoña Garmendia, por entonces portavoz de Herri Batasuna en el Ayuntamiento de San Sebastián, la echaron de la formación proetarra por lamentar el asesinato… Ordóñez era muy duro con ella, y ella no se quedaba atrás, pero se respetaban y tenían una buena relación personal. «Debo manifestar mi total desacuerdo y mi más firme rechazo a este acto. A los adversarios políticos hay que combatirlos con armas políticas», dijo entonces Garmendia, visiblemente emocionada.María San Gil no fue capaz de recordar la cara de los asesinos y las Fuerzas de Seguridad desconocían la identidad de los miembros del comando Donosti de Txapote y Carasatorre, que había empezado su campaña de atentados con el sargento Morcillo y que tras el de Ordóñez continuó el 10 de abril con el brigada de Infantería de Marina Mariano de Juan, tiroteado cuando regresaba a pie a su casa desde el Centro de Reclutamiento del Acuartelamiento de Loyola, y el 8 de junio, en el que la víctima fue el inspector-jefe de la Policía Enrique Nieto.Después de esta campaña de asesinatos, los ‘liberados’ del Donosti pasaron a Francia. Allí, Carasatorre, alias ‘Zapata’, apodado así por haber estado antes en México y tenido contacto con los zapatistas, comunicó a la dirección que no se adaptaba a la vida de la ciudad y que prefería quedarse en Francia, de modo que se le asignó la labor de dar cursillos a los nuevos terroristas. Fue sustituido en el comando por Irantzu Gallastegui, Amaia, que junto a Txapote y Lasarte conformaron el nuevo Donosti.Una llamadaValentín Lasarte fue detenido en Oyarzun (Guipúzcoa) el 25 de marzo de 1996, mes y medio después de participar, con los anteriores, en el asesinato de Fernando Múgica, hermano del que fuera ministro de Justicia Enrique Múgica y abogado de dos empresarios a los que ETA vinculaba con el narcotráfico y que también mató este etarra. El terrorista cayó gracias a la colaboración ciudadana. Un ciudadano llamó a la Ertzaintza y comunicó que le había visto en las inmediaciones de un centro comercial y que le acompañaba una mujer que estaba al volante de una furgoneta. Una patrulla de la Policía de Rentería se acercó hasta allí, lo detectó y aunque el sospechoso intentó huir y gritó para pedir ayuda, los agentes lograron ponerle las esposas, lo mismo que a su compañera.Llevado a comisaría, dos policías nacionales se acercaron para confirmar si en verdad era Lasarte el detenido. «Creemos que sí, pero no lo podemos confirmar porque aún no han llegado los nuestros de Información. ¿Le queréis echar un ojo en el calabozo por si lo identificáis?». Así se hizo, y los dos agentes les ratificaron que sin ninguna duda era ese individuo. Confesó quiénes eran los asesinos de Ordóñez, y detalles de otros atentados. Este terrorista quedó en libertad el 15 de marzo de 2015 tras cumplir 19 años de condena. En enero de 2010 fue expulsado de ETA por criticar a la dirección y se acogió a la ‘vía Nanclares’.Rastro de sangre Valentín Lasarte Este etarra, que comenzó como ‘legal’ del Donosti, está implicado en siete asesinatos desde 1993 a 1996, entre ellos los de Gregorio Ordóñez y Fernando Múgica Txapote Javier García Gaztelu Txapote es autor de trece asesinatos, entre ellos los de Ordóñez, Fernando Múgica y el concejal del Partido Popular de Ermua Miguel Ángel Blanco Zapata José R. Carasatorre Además de en el de Ordóñez, ‘Zapata’ participó también en los asesinatos del brigada de Infantería de Marina Mariano de Juan y del inspector jefe Enrique NietoTuvo que pasar mucho tiempo, hasta febrero de 2001, para que una investigación de la Comisaría General de Información culminase con la detención de Txapote en Francia. Por entonces, el también asesino de Miguel Ángel Blanco era jefe del aparato militar de ETA desde la caída de Kantauri y sin duda el más carismático de los que le quedaban a la organización en activo. Dos años antes se tuvo el primer indicio sobre él al ser detectado en territorio galo en una cita con un comando que luego sería desarticulado en Irún cuando intentaba robar una troqueladora. A partir de ese dato, su localización fue el resultado del análisis de la información que se intervenía a los etarras que se detenían, de sus declaraciones, y del estudio de los movimientos de los terroristas en el país vecino. Uno de los problemas era que sólo había una fotografía de él, y era de los años 80. Se decidió entonces poner cámaras en una zona por la que se sabía que se movía y, tras un tiempo de espera, se pudo obtener una imagen reciente.La Comisaría General de Información (CGI) dio cuenta a sus colegas franceses de su investigación y el 22 de febrero se convocó un ‘breafing’ en la Comisaría de Bayona para montar un dispositivo conjunto. Al acabar, dos agentes franceses decidieron reponer fuerzas en el Havana Café de Anglet, a unos cinco kilómetros de esas dependencias. Al llegar, vieron a dos individuos en una mesa. Uno era Txapote, así que los detuvieron de forma expeditiva. Txapote está en la cárcel de Zaballa (Vitoria). Lleva más de 23 años en prisión, donde lidera el sector duro de los presos, y jamás se ha arrepentido de sus crímenes. De personalidad psicopática, hace deporte, estudia geografía y comparte cárcel con Amaia, la madre de sus hijos.Juan Ramón Carasatorre fue detenido en la localidad francesa de Auch, once meses después, el 12 de diciembre, junto con Laurence Beyri, Miren de Orcolaga y Lete Alberdi. Estaba en un caserío. Agentes de la Brigada de Francia de la CGI dieron con ellos en pleno cursillo. Sigue en prisión, aunque podría salir antes de lo previsto al computarse sus años encarcelado en Francia.
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