Trump, en la distancia corta Accesible, desenfadado y sin filtros

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Trump, en la distancia corta Accesible, desenfadado y sin filtros

Donald Trump apenas llevaba media hora en la Casa Blanca tras jurar el cargo, y no perdió tiempo: convocó a un grupo de periodistas al Despacho Oval y, sobre el escritorio presidencial, le esperaba ya una veintena de carpetas azules con el sello oficial. Eran los decretos que había prometido firmar en su primer día, cumpliendo con lo anunciado durante la campaña. Pero, fiel a su estilo, Trump no se limitó a rubricar documentos con un rotulador negro, marca de la casa. Comenzó a responder preguntas, sin filtros ni límites, en un intercambio que se extendió por 45 minutos. En ese tiempo, el presidente de Estados Unidos , una de las figuras más poderosas del planeta, abordó literalmente cualquier tema que le plantearon.Fue durante ese intercambio cuando ABC logró preguntarle sobre España y Venezuela. En su respuesta, el presidente amenazó a España con imponer aranceles de hasta el 100% y, en una provocación o confusión, afirmó que el país forma parte de los BRICS, el bloque de economías emergentes liderado por potencias autoritarias como Rusia y China. ABC intentó lograr algo de claridad, repreguntando, pero el presidente rehusó dar explicaciones adicionales.Noticia Relacionada estandar Si Trump dice que EE.UU. dejará de comprar petróleo venezolano para presionar a Maduro David Alandete | Corresponsal en Washington Un enviado especial suyo dice que ya hay contactos con funcionarios venezolanosNo podía haber un regreso más trumpista que este: un espectáculo diseñado para las cámaras, con la parafernalia de un plató y sin límites en los temas de conversación. En medio del tira y afloja con la prensa, Trump se detuvo un momento, miró fijamente a los periodistas y, con una media sonrisa, lanzó una pregunta cargada de sarcasmo: «¿Esto también lo hacíais con el tipo de antes?». La respuesta, implícita y evidente, era no. Joe Biden rara vez se prodigaba ante los medios y, desde luego, no solía exponerse a preguntas espontáneas y sin filtros.A pesar de sus críticas mordaces a la prensa, de sus ataques constantes y calificativos como «enemigos del pueblo», Trump, a sus 78 años, sigue siendo asombrosamente accesible. Permite preguntas directas, evita que sus asesores interpongan barreras y disfruta el enfrentamiento con los corresponsales.Con esta estrategia, busca controlar la narrativa y lo que se dice de él, aunque con frecuencia termina en situaciones insólitas para un presidente, como su confusa referencia a España y los BRICS, que dejó más desconcierto que claridad. Sus declaraciones, muy a menudo improvisadas, generan más preguntas que respuestas, reforzando la impresión de un líder cuya espontaneidad puede ser tanto un recurso de control como una fuente de caos. Su comentario casual sobre los BRICS tuvo un efecto inesperado: puso a todo un Gobierno de la Unión Europea, como es el español, en la posición de reafirmar la solidez del vínculo transatlántico y la fortaleza de su relación bilateral con Estados Unidos.Por mucho que los demócratas hayan descrito a Donald Trump como un fascista y una amenaza a la democracia durante la campaña electoral, su primer acto tras regresar a la Casa Blanca no fue solo la avalancha de decretos, sino a la vez una larga conversación con los medios a los que tanto critica y de los que, en realidad, no puede prescindir.En marcado contraste con el secretismo de la Administración Biden, con sus intrigas sobre el estado de salud del expresidente, la ausencia de ruedas de prensa regulares y la escasa visibilidad de Kamala Harris, Trump no tardó en colocarse ante los micrófonos. Habló de todo: Rusia, China, Ucrania, aranceles, TikTok, su Coca-Cola Light favorita y hasta la redecoración del Despacho Oval. Un regreso mediático y directo que refuerza la paradoja de su relación con la prensa, a la que desprecia en palabras, pero sin la que no puede vivir.En sus primeros momentos de regreso al Despacho Oval, recién remozado y reluciente, Trump dejó entrever un ligero cambio. «He leído muy buenas críticas a mi discurso inaugural. Hasta la prensa lo ha elogiado, puede que esté cambiando al final de todo», dijo con una sonrisa enorme, satisfecho, mientras firmaba, uno tras otro, los decretos ejecutivos. Al fin y al cabo, para el veterano y exitoso presentador de telerrealidad, lo que parece importar más allá de todo lo demás son las críticas, los ratings y las audiencias.El contraste entre la calma de la Casa Blanca durante los días de Joe Biden y el ritmo frenético que Trump ha impuesto desde su regreso hace unas horas es asombroso. Se ha pasado de pocas noticias o ninguna y declaraciones esporádicas del presidente a un torbellino de anuncios. Como en su primer mandato, seguir el ritmo de la actualidad que emana de la Casa Blanca es todo un desafío. El primer día de Trump 2.0 fue un espectáculo sin pausa: declaración de estado de emergencia en la frontera , amenazas dirigidas a España, Panamá, México y China; un plan para «salvar» TikTok; y una serie de medidas que ya están marcando un regreso a la política más impredecible.A la vez, las filtraciones descontroladas parecen haber desaparecido. Durante la comparecencia de Trump en el Despacho Oval, a su izquierda, junto a la pared donde ahora cuelga el retrato del viejo presidente populista Andrew Jackson, se encontraba su nueva jefa de gabinete, Susie Wiles, apodada por él mismo como «la dama de hielo». Wiles observaba atentamente al presidente y a los periodistas y, a diferencia de sus predecesores, no mostraba signos de estar en un estado de pánico constante. Permitía a Trump ser Trump: hablar, explayarse. El cometido de Wiles es claro: facilitar que el presidente desempeñe sus roles tanto institucionales como de interlocutor con la prensa, mientras su equipo se centra en la implementación de sus políticas, lejos de las puñaladas traperas, los rumores y las intrigas que definieron su primer mandato. Ahora el tiempo dirá; y con Trump, lo que un día parece un hecho, al siguiente puede convertirse en un giro inesperado que lo cambia todo.

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