La Universidad Tecnológica del Atlántico-Mediterráneo (Utamed) , primera universidad online de Andalucía , está a punto de convertirse en una realidad. Su presidente, Paco Ávila , explica que los trabajos de la sede en Málaga TechPark, antiguo Parque Tecnológico de Andalucía, están «muy avanzados» y que las clases comenzarán a impartirse en septiembre. Ávila, emprendedor nacido en el barrio de Miraflores de los Ángeles y socio fundador de Medac, Instituto Oficial de Formación Profesional con más de cien centros, ha vinculado su nombre a compañías de éxito como Playtomic, Cover Manager, Auro o Genially. Ahora amplía su horizonte con este proyecto de formación superior con el que pretende que la universidad «deje de vivir de espaldas al mercado laboral».–¿Cuáles son los objetivos de la Utamed?–La formación y la investigación, además de la transferencia de conocimiento a empresas para que se generen patentes, marcas e innovaciones. Ofrecemos más de veinte títulos oficiales y once másteres propios que comenzaremos a impartir en septiembre de este año. Queremos que la universidad sea un punto de encuentro, online y presencial, para intercambiar conocimiento e información.–¿Qué huecos pretenden cubrir?–Hay gente que está trabajando y quiere estudiar porque necesita adaptarse o por puro gozo pero no tiene tiempo de ir a la universidad presencial. Y hay gente que vive lejos y que no tiene dinero para pagar un alquiler mensual y costearse una carrera. De hecho, estamos acreditando las titulaciones para que los exámenes puedan realizarse desde casa. Tenemos tecnología suficiente para conseguirlo. Y será una ventaja competitiva y sobre todo un beneficio para los alumnos, porque hay gente que no puede desplazarse cada cuatrimestre para examinarse. Si haces números rápidos te das cuenta que para cualquier alumno que no tenga el campus universitario cerca de su casa es mucho más barato estudiar en Utamed que en cualquiera de las universidades públicas.–¿Cómo van a vencer los posibles prejuicios por el carácter online de la universidad?–Detrás de cada proyecto online hay cientos, a veces miles, de personas trabajando. Ocurre con Google o Spotify, por poner dos ejemplos conocidos. Y nuestra exigencia para que tanto el servicio como la experiencia sean positivos es altísima. Estamos organizando eventos, tenemos un equipo rectoral potente, ya se están poniendo en marcha los proyectos de investigación… El procedimiento es online, pero hay sede física y un equipo de orientación y seguimiento del alumnado. Tenemos un edificio de siete mil metros cuadrados en el Málaga TechPark, un campus del siglo XXI diseñado por uno de los arquitectos menores de cuarenta años más premiados de Europa. «Históricamente, toda innovación ha generado más riqueza y empleo del que destruye inicialmente»–¿Pero es consciente de que, en este país, prestigiar la educación universitaria online y privada supone todo un reto?–Diría que prestigiar cualquier emprendimiento supone todo un reto. Todavía hay gente que piensa que los empresarios son explotadores. En general, emprender en España es complicado. Pero hacerlo en el sector de la educación es mucho más complejo. Sabemos que la universidad es un ecosistema aparte y que está demasiado burocratizada. Claro que es un reto, pero venimos a cambiar eso. La formación online capilariza la educación, que así llega a muchas más personas que de manera presencial. Y, en según qué áreas, es incluso más aconsejable la formación online. Son hechos. ¿Qué ocurre? Que, como siempre que se produce una innovación, hay gente reaccionaria que se resiste al cambio. No es nuevo. Ya el ludismo intentó destrozar las máquinas de la Revolución Industrial, como antes habían tratado de romper los barcos de vapor bajo el argumento de que les quitarían el trabajo. Y lo entiendo; el miedo es parte del ADN de los seres humanos. Pero son las personas que menos se adaptan quienes suelen cerrarse y se vuelven tribales. Históricamente, toda innovación estructural y global a largo plazo ha generado siempre más riqueza y empleo del que destruye inicialmente. Tenemos que abrazar todas las tecnologías en general y, ahora, especialmente la inteligencia artificial. Los que no la entiendan y no aprendan a trabajar con ella lo van pasar muy mal en el medio plazo. Es una realidad presente y no un futurible. –¿Cree que la universidad ha vivido de espaldas a la empresa?–La universidad española siempre ha vivido de espaldas al mercado laboral. Todos hemos escuchado ese discurso de que las universidades no tienen nada que ver con la empleabilidad o la inserción laboral, como si por ser templos de conocimiento estuvieran por encima del bien y del mal. Me parece aberrante. Nosotros estamos convencidos de que las universidades son instituciones que tienen que generar empleo, riqueza e innovación, no sólo conocimiento e investigación. No es que la universidad y la empresa tengan que estar cerca, es que tienen que vivir juntas. Porque sólo si eso ocurre se generará innovación real. Y cuando se genera innovación se compite mejor. Y si se compite se genera riqueza. Y si se genera riqueza se pagan impuestos y los servicios públicos se fortalecen.–¿Y cómo se consigue eso sin someter la universidad a algo tan volátil como el mercado laboral?–¿Cómo que someter? La universidad tiene que estar al servicio del mercado laboral en el sentido de que debe formar profesionales para un mundo que se transforma, que es cambiante. Es su responsabilidad analizar hacia dónde va el mundo, qué quiere, y adaptarse para poder lanzar profesionales competitivos que innoven y generen riqueza. Estamos convencidos de que es una de sus funciones, a la altura de formar, investigar y transferir conocimiento. Lo representaré con una imagen: para nosotros la universidad debe tener dos faros, uno alumbrando el mercado laboral, para ver cómo se transforma y adaptar la educación a esas necesidades, y otro alumbrando el tejido empresarial para detectar qué innovación necesitan e investigar junto a ellas.–¿Cómo será el seguimiento del alumnado?–La tecnología permite un seguimiento mucho más afinado que la formación presencial. El sistema va a avisar al tutor de que alguien no avanza al ritmo esperado. Los alumnos van a estar muy acompañados, mucho más que en la universidad presencial. En un aula con otros cien alumnos, el tutor no sabe si alguien avanza al ritmo adecuado o no. Sabemos de qué somos capaces. Y también de lo que no: nadie nos verá ofreciendo un título práctico, Fisioterapia por ejemplo. Porque sabemos que el componente práctico de esa titulación aún no es sustituible. Somos consecuentes con lo que decimos.–¿Qué van a aportar en plena irrupción de la inteligencia artificial?–Contenidos enfocados a las nuevas realidades, adaptados. La carrera de Derecho, por ejemplo, tendrá una asignatura sobre inteligencia artificial generativa. Y también aportaremos, por decirlo de manera gráfica, guerra intelectual. No podemos ni debemos ser benevolentes. A quien venga a decir que la inteligencia artificial le va a dejar sin trabajo, le tendremos que responder: «No, perdona, va a dejarte sin trabajo si no aprendes a manejarla». El tejido universitario digamos tradicional no está preparado para la revolución de la inteligencia artificial. Pero ya sabemos que son tecnologías que están aquí y que hay países que están empezando a competir porque las están adoptando. Debemos concebir la inteligencia artificial como un ‘colega listillo’ al que le preguntas su opinión y te da su perspectiva. Si la entiendes y aprendes a manejarla jamás te sustituirá.–¿Qué opina de la burocratización de la universidad?–Es un mal endémico. Hay muchísima intervención y eso ralentiza cualquier cambio. La regulación actual no tiene sentido. Sé que se está trabajando para aliviar los procedimientos y ser más veloces pero la línea de partida de la que salimos está cargada de procedimientos que no aportan ningún valor.–¿Cuál sería para usted el sistema ideal?–Más libertad. Debe haber controles de calidad que supervisen si los contenidos son rigurosos y si están ajustados a lo que exige la ley. Pero cada institución debería tener libertad para ofrecer la formación que en cada momento considerará más oportuna y que el mercado decidiera si quieres consumir su propuesta educativa o no. Yo estoy totalmente en desacuerdo con los niveles actuales de intervención, por ejemplo a la hora de elaborar un programa curricular. A veces se puede tardar de dos a cuatro años para poder cambiarlos. Nuestro compromiso es cambiar entre el veinte y el treinta por ciento de los contenidos cada año. Es que si asumimos que el mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa los contenidos académicos también tendrán que transformarse a esa velocidad, ¿no? ¿O permitimos que los docentes impartan los mismos contenidos año tras año como si no estuviese pasando nada ahí fuera, en el mercado de trabajo y las empresas? –¿Cómo van a participar las empresas en la Utamed?–Estamos creando grupos de empresas afines a cada área de conocimientos en la que impartimos titulaciones. Para empezar, les estamos consultando sobre sus necesidades para, en función de sus respuestas, elaborar nuestros contenidos. El conocimiento lleva una velocidad que creemos que la universidad tradicional es incapaz de seguir, pero nosotros tenemos los recursos, el empuje y la tecnología necesarios para adaptarnos. Esta universidad no es un grupo de listos viendo pasar la vida.–Entiendo que comparten eso que ahora llaman aprendizaje continuo.–Es que no hay otro remedio ni otra forma de competir a largo plazo en el mercado y mantener nuestros puestos de trabajo. Quien no se forme de manera continua se quedará obsoleto. El mercado lo expulsará de manera natural. Es sencillo: antes tú te formabas por ejemplo como ingeniero manejando un lenguaje de programación concreto y eso te servía para trabajar diez años. Ahora en cinco años eso ya se ha quedado atrás. Hay nuevos lenguajes en todos los ámbitos. El conocimiento va cada vez más rápido. Y los trabajadores que se resistan a esos cambios generarán una necrosis empresarial, productiva, económica e incluso social. Hay que explicarlo claro: o te adaptas o acabarás teniendo un sueldo más bajo e incluso yendo a la calle. Puede sonar cruel, pero es la verdad. Y nosotros no hemos venido a mentir. La forma más sencilla de buscar seguridad laboral es aprender a lo largo de toda tu vida y adoptar e integrar rápidamente, en tu día a día, las innovaciones que van llegando al mercado. Eso te dará seguridad laboral. Lo demás es ficticio.
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