No hay programa de televisión o evento publicitario que no cuente con la socialité Carmen Lomana . A sus 76 años, la mujer de melena rubia, indiscutible elegancia y pija en su forma de hablar es querida y odiada a partes iguales. Todos creen conocer su pasado, aunque como dice ella «soy muy conocida mediáticamente, pero la gente de mí solo sabe que soy viuda y que mi marido se mató en un accidente de coche». Esta semana sale a la venta ‘Pasión por la vida’ (Esfera de los Libros) las memorias que Lomana ha estado escribiendo durante dos años gracias a que tiene una memoria tremenda y se acuerda hasta cómo iba vestida con tres años.Carmen es generosa en su relato y desnuda aspectos muy íntimos sobre todo los de su pasado que ilustra con fotografías inéditas hasta ahora nunca vistas en las que la podemos ver con sus padres o el día de su boda con Guillermo Capdevila, su único marido del que enviudó demasiado joven con 49 años.te recomendamos Alma, la hija de Anabel Pantoja, ya está en planta tras 15 días en la UCI Daniella Bejarano El deseo de Jorge Javier Vázquez que podría poner fin a su vida en Madrid ABCDurante cinco años fue hija única, luego tuvo tres hermanos Maria José que vive en Madrid, Carlos que hace vida en Oviedo y Rafa que se casó con una chica de Alicante y reside allí « Con Rafael tuvimos todos una época distante porque se portó muy mal cuando murió mi madre , pero no me compensa estar enfadada con mi hermano. Nos llevamos todos muy bien…». Se define como una niña solitaria e independiente que cuando fue al colegio con cinco años le horrorizó estar rodeada de niñas y le pusieron profesores particulares en casa hasta que a los nueve años volvió a las aulas. Una infancia que transcurre entre los fríos inviernos de Logroño y los suaves veranos en Llanes hasta que con 13 años llegó a Valencia donde destinaron a su padre «trabajaba en el Santander, realmente fue uno de los que lo fundó junto a Emilio Botín, el abuelo de Ana Patricia», explica Lomana. Conoce la capital del Turía palmo a palmo, desde el colegio de Las Esclavas del Sagrado Corazón donde hizo muchas amigas a los paseos por la céntrica calle de La Paz. Pero Carmen quería algo más y convenció a sus padres de que su futuro estaba en Londres donde prometió aprender inglés e incluso buscó trabajo en el Banco Santander en plena City. «Entonces las mujeres no sabían casi ni rellenar un cheque , aprendí muchísimo de la bolsa de valores y conocí a gente interesantísima», recuerda. Entre ellas a su marido Guillermo Capdevila, un ingeniero industrial chileno comprometido políticamente que había huido a Londres tras haber estado preso por su oposición al golpe de Pinochet. «Aquella tarde mi hermana y yo fuimos a un pub, no me había arreglado solo recuerdo que me puse un collar que me habían regalado de Perú con unas semillas de la buena suerte y vaya si la tuve. Willy (como cariñosamente lo llama) era guapísimo, con el pelo largo y una dentadura perfecta que pensé que era postiza… Me enamoré al instante fue un flechazo », confiesa Carmen. ‘Pasión por la vida’ (Esfera de los Libros) d.r.Al llegar a casa se dio cuenta de que no le había dado su teléfono, pero el destino quiso que a los pocos días y como si fuese fácil en una ciudad como Londres se volviesen a cruzar y no se separan nunca más hasta que un trágico accidente truncó su felicidad años más tarde. «A los seis meses nos casamos fue toda una locura». Carmen tuvo un embarazo extrauterino al tiempo que Guillermo se convertía en padre de una novia que dejó en Chile. « Conoció a su hija a los 15 años porque yo quería conocerla . Guillermo, tenía mucho miedo que a mí me afectara mucho la situación, como efectivamente sucedió. La niña estaba muy resentida porque le habían contado una historia que no era real en la que yo me había interpuesto al matrimonio de sus padres. Recuerdo que cuando la oí llamar papá Guillermo me sentí la mujer más desgraciada del mundo, desplazada…», recuerda Carmen.Aunque intentaron incluirla en la familia Lomana reconocé que no se portó nada bien con ella cuando su padre falleció. «Lo primero que hizo fue ir al Consulado de España a pedir las últimas voluntades de Guillermo. A los diez días ya me había mandado unos abogados. Él me había dejado a mí como heredera única, pero tuve que darle por ley lo que le correspondía y más con tal de quitármela de encima en aquellos momentos tan angustiosos. Me escribió una carta diabólica llena de odio hacia mí que mi madre me dijo que rompiera».Guillermo Capdevila fue un diseñador industrial que triunfó en el País Vasco aunque tuvo clientes en todo el mundo. Hace unos días en una conferencia en Bilbao le rendían un homenaje como visionario «Ganó mucho dinero, cuando murió tenía mil productos en el mercado diseñados y otros fabricándose. Hay objetos suyos en varios museos como en el MoMa de Nueva York». Confiesa que se quedó hecha polvo cuando enviudó y le costó mucho remontar « lloré tanto que incluso tuve que operarme después de los párpados ». Desde entonces ha tenido muchos amores la mayoría alemanes o franceses «el último gran amor Edmond Fokker, un violinista holandés, al que dejé porque vivía en Amsterdam y ni él se iba a venir a vivir aquí ni yo me iba a ir allí». Carmen ha rechazado un par de propuestas de matrimonio porque su libertad y su independencia están por encima de todo «Yo moriré siendo la viuda de Guillermo Capdevila eso lo he tenido muy claro siempre que nadie va a llenar su hueco».Asegura tener un amplio patrimonio inmobiliario que le permite vivir muy bien «Si dejo de trabajar puedo seguir viviendo igual que vivo, pero como decía la marquesa de San Eduardo, mejor sumar que restar. Conozco muchas viudas que a los diez años ya se habían gastado todo el capital. Yo nunca he hecho excentricidades…».Sobre Carmen recaen muchas leyendas urbanas, algunas aseguran que se ha inventado un pasado que no es tan glamuroso como ella lo pinta. «Cada uno cuenta lo que quiere, sobre todo las mujeres. Piensa que llegue sola a Madrid y pensaban esta debe estar liada con alguien con mucho dinero… Te las puedo contar todas, han llegado a decir hasta que mi marido era traficante de armas… », contesta molesta. «A mí me da igual porque yo no tengo por qué estar justificándome de quién soy, ni cómo he vivido, ni quién son mis padres, porque la gente que me conoce lo sabe». Dice no sentirse sola nunca, aunque algunos piensen que sí «Yo tengo una cicatriz en mi corazón que es no haber podido tener hijos y sobre todo la muerte de Guillermo. Pero si el destino lo ha querido así, tendré que aceptarlo».
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