«Azorín es mi marca»: todas las vidas de un pionero del periodismo

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«Azorín es mi marca»: todas las vidas de un pionero del periodismo

Por la vigencia y relevancia de sus artículos y libros, y por su actualidad tantos años después, podría decirse que Josep Pla, Julio Camba y Chaves Nogales conforman la Santísima Trinidad del periodismo español del siglo XX. Podría añadirse quizás a Gaziel, o a algunas de las reporteras que marcaron el camino a las mujeres: Carmen de Burgos, Sofía Casanova… Este ha sido el canon que han fijado estos años las distintas apuestas editoriales. ¿Y Azorín ? ¿En qué lugar queda el vetusto plumilla, también novelista, autor teatral y hasta diputado en Cortes? «Yo pondría a Azorín por encima de ellos», responde Francisco Fuster, biógrafo de Camba y experto en rastrear hemerotecas. «Pla es un heredero de Baroja y de Azorín, y Camba un poco también. Azorín es el periodista más importante del siglo XX español, por la calidad de sus artículos y por la cantidad: estuvo sesenta años publicando en ABC. Y fue el primero. Tuvo una intención deliberada de hacer literatura en el periodismo».Fuster recorre la trayectoria de José Martínez Ruiz -su verdadero nombre más allá del seudónimo- en su último trabajo: ‘Azorín: clásico y moderno’ (Alianza), una biografía de casi 400 páginas en las que el investigador trata de reivindicar a un autor, en gran medida, desconocido. «Mi idea es que la gente abandone esa imagen del Azorín hierático, ese Azorín conservador, franquista. Existe, claro pero antes hubo otros muchos Azorines que la gente no conoce. Hubo un Azorín joven, anarquista y rebelde, que llegó incluso a verse involucrado en duelos en Madrid. Empezó siendo anarquista, luego tuvo una etapa federalista. Cuando entró en ABC era un conservador moderado y en la República fue republicano. En la Guerra Civil se exilió y con Franco se adaptó, esa era la condición para volver. Había que aceptar la censura, publicar en los periódicos del régimen porque no había otros y acomodarse al régimen». Azorín también contenía multitudes, quién lo diría.Fue cinco veces diputado, si bien nunca dejó de escribir en prensa. De la Cierva le prometió que sería ministro si llegaba a gobernarAzorín se convirtió, él mismo, «en todo un género literario» y fue epítome de la Generación del 98, ese intento de regenerar EspañaAntes de ser Azorín, José Martínez Ruiz empezó a estudiar Derecho por imposición paterna. Un clásico. Las leyes le aburrían, y pronto abandonó Valencia para buscarse la vida como plumilla en Madrid. Madrid era entonces una ciudad de tertulias y de cafés, y por supuesto de trifulcas que a menudo se resolvían con duelos. El propio Azorín se vio involucrado en uno. Tras salir de ‘El País’, periódico que se le quedaba corto para sus artículos anarquistas, se autoeditó un panfleto en el que no dejó títere con cabeza de ese gremio periodístico que había descubierto. Joaquín Dicenta se plantó en la casa de Azorín dispuesto a acabar con él, pero la sangre no llegó al río. Esto era Azorín a finales del siglo XIX, en su etapa más radical, cuando también se estrenó como novelista y autor teatral. A lo largo de su vida, publicó quince novelas, varias obras teatrales, más de cien libros y firmó alrededor de cinco mil artículos en prensa.Con el cambio de siglo empezó la evolución ideológica de Azorín y estrenó sus ‘impresiones parlamentarias’, un tipo de crónica política que constituye una de sus mayores contribuciones a la escritura en periódicos. «Hasta ese momento se hacían crónicas parlamentarias muy frías: lo que decía un diputado, lo que decía otro… Azorín empieza a hacer retratos psicológicos de los diputados, los entrevista, los aborda en los pasillos… Cuando dejó de hacerlas, el director de ABC le preguntó quién debía sustituirlo, y él recomendó a Wenceslao Fernández Flórez, que ha quedado como el gran cronista parlamentario que ha habido en España. Pero ya iba a un campo arado por Azorín», explica Fuster. Noticia Relacionada reportaje Si Lo que va de Julio a Camba: sesenta años de un genio infeliz Jaime G. Mora Dos biografías y una exposición recuerdan la figura del mítico articulista de ABC, que después de una juventud viajera y cosmopolita pasó los últimos años de su vida recluido en el PalaceEn el diario ‘España’ se sintió por primera vez un periodista profesional y empezó a utilizar el seudónimo. «Era un apellido habitual en Yecla (Murcia), el lugar de origen de su padre. Se lo puso como apellido al personaje de Antonio Azorín de una novela y luego lo empezó a usar él. No es lo mismo firmar como José Martínez Ruiz que firmar como Azorín», dice Fuster. Cuando en 1905 dio el salto a ABC, el periódico en el que escribió hasta 1965, a excepción del periodo 1930-1940, Torcuato Luca de Tena le pidió que firmara con su nombre y apellidos. «¿Suprimiría usted la marca ‘La Giralda’ en las botellas del agua de azahar? Pues ‘Azorín’ es mi marca de escritor», le respondió al fundador del periódico. Se salió con la suya. En ABC publicó alrededor de 2.700 artículos. Se estrenó cubriendo el viaje que hizo Alfonso XIII en busca de una pretendiente para casarse, y le tocó contar el atentado fallido. Fue el primero en acuñar el concepto de ‘Generación del 98’ y fue a París como corresponsal en la Primera Guerra Mundial. Con su prestigio más que consolidado, ingresó en la Real Academia Española y se metió en política de la mano del Partido Conservador de Maura. «Fue cinco veces diputado. Para él fue como un experimento social, yo creo -indica Fuster-. Él quiso tener varias vidas y una era la de político. Su padre había sido diputado provincial por Alicante. Llega un momento en el que se da cuenta de que una cosa es vivir de los artículos y libros, y otra es figurar, tener cierto poder. Juan de la Cierva le llegó a prometer que sería ministro de Instrucción Pública si llegaba a la presidencia del Gobierno». En aquella época los políticos no cobraban, así que Azorín siguió escribiendo. Sus ‘impresiones parlamentarias’ pasaron a ser ‘anales de un diputado’. En un artículo contó en clave de humor lo ridículo que le resultaba tener que pasear con un frac por Madrid en pleno junio: «Para llevar el frac es preciso ponerse encima un gabán, es decir, ocultarlo, ocultar nuestra ridiculez».«Es el periodista más importante del siglo XX español, por la calidad de sus artículos y por la cantidad»Una de sus mayores contribuciones a la escritura en periódicos fueron sus crónicas parlamentariasEn los años 30, Azorín se volcó con el republicanismo. «La República futura ha de ser hecha por los republicanos y para todos los españoles», escribió. «La República la han hecho posible los intelectuales». De ensalzar a los intelectuales pasó a solidarizarse con la clase burguesa, y esa fe en el ideal republicano poco a poco se fue disipando. Y todo lo ocurrido con la detención del banquero Juan March terminó por apartarlo definitivamente. Así que el estallido de la guerra lo pilló fuera de sitio y se exilió tres años a París. «Para él fue un shock tremendo. No se lo esperaba. Huyó por temor a ser fusilado, ya fuera por un bando o por el otro. Yo creo que era un miedo irracional, que tampoco era un hombre tan significado, pero argumentos había: un falangista podría decir que había defendido a la República y un republicano podría decir que era conservador y escribía en ABC», reflexiona Fuster.«En mí hay tres hombres. He tenido tres vidas -expresó Azorín a través de uno de los personajes protagonistas de ‘Españoles en París’-. Los tres hombres y las tres vidas de que le hablo corresponden a tres grandes períodos. Antes de la catástrofe, durante la catástrofe y después de la catástrofe». El devenir del Azorín de después de la catástrofe se parece mucho al de otros tantos escritores o periodistas liberales de la época: estaba «en un mundo roto, ajeno, en discontinuidad con el que había sido suyo», en palabras de Julián Marías, «situándose en esa manera de estar fuera -fuera de la vida activa, de la vida histórica- que es la vejez; desde ella volvió a vivir, a crear, por largos años, desde un esencial retiro, retirado de sí mismo, a sus recuerdos, a la memoria de sus proyectos».Azorín: clásico y moderno Autor Francisco Fuster Editorial Alianza, 2025 Número de páginas 384 Precio 22,50 eurosRegresó cuando tuvo la certeza de que podía hacerlo. Durante dos años se le prohibió publicar en la prensa española, acusado de ‘tránsfuga’, regresó a ABC, con la obligación de adherirse a los principios de la dictadura. De nada habían servido las cartas que desde el exilio le envió a Franco pidiendo clemencia para los intelectuales y proponiendo una especie de intermediación entre ambos bandos. Sus artículos ahora eran entusiastas con el caudillo. En cambio… «Una de las cosas peores que puede ocurrirle a un hombre inteligente -y usted lo [es]- consiste en juzgar por las apariencias. No se puede usted hacer cargo ni de mi situación moral, ni de la material. Y no digo más», le escribió en una carta a un amigo.En esos años de posguerra, su red de influencias y el respeto que aún inspiraba le valieron el nombramiento como presidente del Patronato de la Biblioteca Nacional, lo que aliviaba su precaria situación económica y comenzaron a publicarle sus obras completas. «Entre 1910 y 1960, su época dorada, Azorín publicó diez o doce maestras. Hay biógrafos que dicen que a partir de ahí fue hacia abajo. Pero yo lo matizo. Es en parte verdad, y en parte no. Las ‘Memorias’, por ejemplo, son de un nivel muy aceptable. Las antologías de artículos ya no son igual de buenas que las de antes de la guerra, pero él, igual que decía Pla, siempre intentó cobrar los artículos dos veces: cuando los publicaba en el periódico y cuando los reunía en el libro», comenta Fuster. «Evidentemente, dentro de su obra hay altibajos, pero sus picos de calidad son muy altos». Noticia Relacionada estandar Si El primer Pla cumple cien años Sergi Doria El 18 de mayo de 1925 vio la luz ‘Coses vistes’ (Cosas vistas), la semilla de lo que será el Josep Pla escritor, un éxito editorial que acabó malLos últimos años de su vida los pasó Azorín yendo al cine, recibiendo visitas pese a su natural tendencia a la insociabilidad y recibiendo homenajes. En 1955, cuando se cumplía medio siglo del nacimiento de ABC, escribió: «No queda ya de los que partíamos para llegar adonde llegáramos -Redacción, Administración y Talleres- sino un superviviente. No embarga al tal la tristeza; vuelve la vista atrás y se siente satisfecho». Diez años después escribió su último artículo, recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo por sus siete décadas de profesión y le publicaron varias antologías que ya no llegó a ver. La muerte le llegó en 1967, con 93 años, aquejado de unos fuertes dolores en el riñón y trastornos circulatorios. «¡Cuánto tarda la muerte en llegar!», cuentan las crónicas que dijo durante la agonía. ¿Por qué sigue siendo relevante hoy, cumplido el 150 aniversario de su nacimiento, la vida de José Martínez Ruiz?, se pregunta Fuster en la biografía. Son varios, dice. Creó una de las obras más originales que ha dado la literatura española del siglo XX, se convirtió, él mismo, «en todo un género literario» y fue epítome de la Generación del 98: «El individuo que personificó aquel voluntarioso intento de regenerar España, emprendido por una minoría de hombres y mujeres en una de las horas más graves de su historia. Negar el valor simbólico de la biografía de quien vivió, en persona, los hechos más importantes del último tercio del siglo XIX y los tres primeros del siglo XX es negar lo evidente».

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