Dentro de Idlib, bastión islamista y laboratorio de la nueva Siria

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Dentro de Idlib, bastión islamista y laboratorio de la nueva Siria

Parece difícil imaginar que hace algo menos de dos meses, en este lugar se inició una revolución que acabaría con más de 50 años de dictadura. Es jueves, nueve de la mañana. Las calles están llenas de gente y el tráfico es un caos. La máquina de café de la pastelería Shuaibyar Habousha no para. Tampoco el pastelero que corta y reparte una y otra vez el famoso dulce que da nombre al establecimiento: Shuaiby (un hojaldre dulce con nata).Podría ser una ciudad cualquiera de un país árabe cualquiera: dulces y café negro. Sin embargo, no lo es. Nada más entrar en la ciudad, un grupo de treinta hombres, vestidos con pantalón y chaqueta de camuflaje, pañuelo negro en la cabeza, barba abundante y un kalashnikov colgado del hombro, dan la bienvenida a todo al quien entra en la ciudad. Estamos en Idlib, el bastión y lugar de operaciones del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y donde empezó la operación relámpago que acabaría con la Siria de Bashar al Assad. Aquí, viven más de cuatro millones de personas, aunque antes de la guerra la cifra superaba escasamente el millón.Desde Alepo, llegar hasta aquí no es difícil. Sí lo hubiera sido hace algo más de dos meses. Realmente, hubiera sido imposible. Estos 60 kilómetros de carretera rodeada de olivares era una zona de enfrentamiento entre francotiradores y artillería contra convoyes civiles. En los laterales, barrios enteros se ven arrasados y despoblados, y los edificios, que algún día fueron residenciales, no son más que moles de cemento. Tomada por las fuerzas de Assad, la carretera M5 era una prioridad para ambos bandos. Controlando esta vía, Assad pensaba que tenía aislado parte del territorio y al grupo yihadista en la esquina norte del país. Lo que el dictador no sabía es que estaba generando el principio de su fin. Por esta misma vía el pasado mes de noviembre, cientos de milicianos del HTS comenzaron la operación que terminó en Damasco, derrocando a Assad.Dos hombres armados pasean por las calles de Idlib I.GILCon luz y agua corriente«Estábamos como en una cárcel. No podíamos movernos, estábamos bloqueados», explica Taha, director de uno de los hospitales de Idlib operado por UOSSM. El centro, que recibe a diario a algo más de 250 pacientes, ha sobrevivido a los bombardeos durante todos los años que ha durado la guerra. «Las instalaciones son precarias y faltan muchos instrumentos, pero tenemos electricidad, que es lo más importante», explica el médico. «Siria será mejor para todos. Lo que necesitamos es un país abierto, para la economía, en la religión, no interferir en la vida privada de cada uno. Con Assad estábamos en una prisión», comenta también Taher, jefe de la sección de diálisis. Durante varios días, como respuesta a la ofensiva de los rebeldes, varios puntos de la ciudad fueron bombardeados, incluidos el Hospital Nacional de Idlib. Sin embargo, ya no quedan rastro de estos ataques e incluso el centro ha reanudado su servicio completo, algo que no pasaba desde hace más de diez años. En la Siria pos–Assad, Idlib es una anomalía. Dar un paseo por la ciudad contrasta con la realidad que se vive en el resto del país. Aquí la electricidad dura 24 horas, en Damasco por ejemplo no llega a las tres. El alumbrado de las calles funciona, hay agua corriente, las tiendas están llenas de productos y el mercado abarrotado. La calzada y las carreteras están reconstruidas y en cada esquina de la ciudad ondea la bandera rebelde de la nueva Siria: verde, blanca y negra con tres estrellas rojas. En los cafés la conexión wifi responde e incluso los precios de los alimentos son más bajos que en otras partes del país. Abu, taxista de Alepo, aprovecha el viaje para comparar y comprar a mejor precio que en su barrio. Sin embargo, en Idlib no utilizan la libra siria . Solo puedes comprar con dólares, libra turca e incluso euros. Esta es la superficie de la ciudad controlada por HTS. Sin embargo, muchas son las dudas sobre lo que hay por debajo de esta gobernanza y si el grupo será capaz de dirigir todo el país bajo la ley islámica que defiende. Se les ha comparado con los talibanes de Afganistán, aunque su líder Abu Mohamed al-Golani lo ha negado en repetidas ocasiones: «Siria no será Afganistán », dijo. Los líderes del grupo, una escisión de Al Qaida en Siria, tomaron el poder de la ciudad y la provincia en 2017. Antes de instaurar lo que ellos denominan «un gobierno de salvación», lucharon contra Daesh y marginaron a los más radicales rompiendo sus vínculos con la organización de Osama bin Laden.Khaled Muhummud Dabbas, oficial del grupo, en su despacho en Idlib I. GILLa Siria que ahora intentan gobernar se parece al Idlib que el grupo se encontró en 2015: infraestructuras dañadas, control territorial fragmentado entre múltiples facciones y múltiples intereses de diferentes actores. En su momento , el grupo yihadista salafista al no poseer la legitimidad, trató de ganarse al pueblo a través de los servicios y obras públicas, a la vez que utilizaba mano de hierro para acallar las críticas. Sin embargo las diferencias con el resto del país son patentes. Idlib es una región muy rural y conservadora, donde HTS se ha sentido cómodo para aplicar las bases de sus políticas: el integrismo religioso. «Establecieron una policía de la moral que patrullaba las calles y los edificios gubernamentales, pero que tuvieron que eliminar más tarde. También prohibieron fumar cachimba en los lugares públicos», explica Bilal un fotógrafo de Idlib. Trato a la mujerComo en todo régimen integrista, la mujer es la más damnificada. El primer ejemplo lo vivimos nada más llegar: la planta principal de la pastelería está reservada a los hombres y la de arriba, a las familias con mujeres.Aunque una y otra vez los líderes repiten que cada uno es libre de vestir como quiera, lo cierto es que en Idlib es muy raro ver a una mujer sin cubrir casi por completo, como ocurre en otras ciudades del país. Meses antes del inicio de la revolución, HTS emitió la llamada ‘Ley de Moral Pública’, en la que uno de los artículos exige a las niñas de más de doce años usar el hiyab (el velo que cubre la cabeza). No cuesta mucho ver los primeros ejemplos. A pesar de ser todavía temprano, los niños y niñas salen de las clases. Es época de exámenes y en cuanto acaban, dejan el colegio para volver a casa. Las niñas no llegan a los doce años, pero más de una no solo va con el hiyab, incluso visten un burka que les cubre desde los pies hasta la cabeza. Ver bien a quién tienen delante les obliga a levantarse parte del velo. Amira tiene diez años y Fatema ya ha cumplido los once. Las dos van tapadas y aunque miran con curiosidad y algo de recelo a los extranjeros, se paran a hablar. «Ha caído Assad, pero nosotras seguimos igual. Mis padres están muy contentos», relatan. De momento, nada ha cambiado para ellas y solo piensan en seguir estudiando. Amira quiere ser farmacéutica y Fatema profesora.Taher, médico y jefe de la sección de diálisis, trata a una mujer enferma en el hospital de Idlib I.GILProtestas contra HTSEl HTS, la organización que lidera Ahmed al-Sharaa, más conocido por su nombre de guerra de Abu Mohamed al Golani, se atiene estrictamente a la ley islámica, aplicando la mano dura con los detractores. Hasta unos meses antes de la última ofensiva, el grupo de Al Golani no era muy popular en la región y se enfrentó a protestas masivas que exigían la destitución del líder, la liberación de presos y la reducción de impuestos. La reacción a estas protestas no fue la que se esperaban: en vez de mano dura, el jefe del HTS escuchó y aceptó las demandas. «No oculto que hay errores en la gestión, pero estamos en estado de guerra y ahora no podemos comparar la gestión del gobierno de salvación con la de los gobiernos internacionales», dice Mustafa al-Waleed, ciudadano de Idlib y funcionario en el ayuntamiento. «Muchas de las leyes adoptadas hasta ahora sólo quieren el bienestar de la gente, tenemos que confiar».La incógnita de la mujer Las mujeres son las grandes damnificadas en un gobierno radical islamista. I.GILSobre cómo están siendo estas semanas y cuál es el proyecto de futuro para Siria, Khaled Muhummud Dabbas, oficial del grupo, nos recibe en su despacho en un centro de reclutamiento para las nuevas fuerzas armadas. La figura de Dabbas impone: enfundado con dos pistolas a cada lado, está rodeado por una decena de hombres como él. «Hemos estado muchos años luchando contra este régimen. Los sirios íbamos a terminar con Assad», dice orgulloso. Pasó 25 años preso, condenado por el régimen, y no esconde la idea que tienen para la nueva Siria: «Confiábamos en Alá para terminar con la injusticia». ¿Entiende las dudas sobre el gobierno del HTS?, cuestionamos. «Assad ha utilizado su propaganda para decir que no vamos a respetar a las minorías. Digo una cosa a los sirios: tener paciencia porque tenemos que reconstruir lo que se ha destruido. Pero en esta Siria, todos tienen cabida».Este es el mensaje que están repitiendo como un mantra y que de momento ha calado en la población, porque han hecho lo que parecía más difícil: derrotar a Bashar al Assad. Ahora, habrá que esperar si cumplen con su palabra.

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