Mi amigo Enrique Ballester, nuestro Camba en Castellón, siempre dice que uno tiene que ir a conocer a sus futuros suegros llevando unas zapatillas de velcro. De esta manera, la primera impresión que se llevarán de ti es que ni siquiera sabes atarte los cordones en condiciones. Que te falta un verano, vamos. Que juegas con diez. Entonces, a partir de ese momento, ya solamente puedes mejorar . Cualquier cosa que hagas y digas durante la cena y en posteriores encuentros les sorprenderá sobremanera, pues venían de pensar que eras lelo. ¿Tienes carrera? ¿Empleo fijo? ¿Aún no has perdido el derecho a voto? ¿Puedes firmar documentos legales sin la supervisión de otro adulto? Todo les parecerá un logro elogiable, una hazaña, tras el comienzo con el velcro. Al final, la vida solo es un tema de saber rebajar las expectativas.Puede que Mbappé, en una genial estrategia propia de una mente preclara, haya querido hacer exactamente esto mismo durante todo este tiempo. Tal vez quiso poner en práctica la táctica del velcro con los aficionados madridistas. Todo encaja y cada vez estoy más convencido de esta teoría. Ha sido una brillante y maquiavélica artimaña desde el principio. Eso lo explicaría todo. Sabía el astuto delantero francés que el Madrid venía de conseguir un doblete en Champions y Liga y que, tras muchos años jugueteando con las ilusiones de la afición blanca, las expectativas levantadas con su fichaje y su rendimiento eran elevadas. ¿Qué le puedes dar a un equipo que lo ha ganado todo? Además los fantasmas de Kaká y Hazard, dos fantásticos jugadores a los que nunca pudieron ver los madridistas en plenas condiciones, todavía seguían muy presentes. El miedo a otro posible desengaño estaba ahí latente. No había margen de error.Por tanto solo tenía que fingir temporalmente que se le había olvidado jugar al fútbol. Una amnesia calculada. Aguantar el chaparrón durante los primeros meses, haciendo caso omiso de las críticas, hasta que las esperanzas en torno a él fueran ya mínimas. Esperando pacientemente su momento. Fallando de mala manera penaltis importantes, no regateando ni a una silla y mostrando una desidia desesperante. A partir de ahí, tras tocar fondo, ya solo quedaría salir de la cueva y volver a jugar al fútbol de nuevo como solo él sabe, sorprendiendo a compañeros y rivales, ganándose el respeto, diciendo aquí estoy, nunca me fui, que no estaba muerto, que estaba de parranda.En el estadio José Zorrilla, Mbappé marcó un hat-trick. Fue su quinta jornada consecutiva viendo portería. Ochos goles en cinco partidos. Y volvió a ser de nuevo ese jugador vertical, ligero, potente, peligroso que hace no tanto cautivaba al mundo. Y volvió a sonreír, exudando confianza, algo que parecía habérsele olvidado. Lleva ya 15 goles en la Liga. Una cifra nada desdeñable si se acabara la Liga hoy mismo. Pero la temporada de Mbappé, la de este Mbappé, la del Mbappé auténtico y sin botas de velcro, apenas recién empieza.Bien jugado, Kylian. Por un momento nos engañaste a todos. Touché.
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