Sin mayoría y sin confianza

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Sin mayoría y sin confianza

Pedro Sánchez ha perdido la mayoría. La social, en realidad, nunca la tuvo aunque ha sabido armar un sucedáneo parlamentario a base de escaños ajenos alquilados. Quizá pueda mantener durante un cierto tiempo ese ‘statu quo’ que Puigdemont ha dejado en precario, pero en este momento la confianza en su liderazgo se ha desplomado. La encuesta de GAD3 confirma la tendencia de todos los demás sondeos privados –el horóscopo de Tezanos no cuenta– que vienen apuntando la mayor distancia demoscópica abierta por la derecha en los últimos años. Ésa es la principal razón por la que el presidente se niega a disolver la legislatura como exige el canon democrático cuando un Gobierno se queda sin respaldo. Si lo hace sabe que le espera un descalabro.Sin elecciones en el horizonte, aunque la inestabilidad del mandato permita especular con una convocatoria adelantada, los sondeos de intención de voto tienen sólo un valor relativo. Las campañas siempre acaban movilizando a muchos indecisos y a grupos de ciudadanos poco interesados en el día a día del debate político, cuya participación de última hora –a menudo cambiando de opinión ‘in extremis’– tiende a provocar resultados imprevistos. Sin embargo, el conjunto de PP y Vox está más de veinte diputados por encima de la mayoría absoluta ahora mismo, y esa diferencia se antoja muy difícil de revertir incluso para el poderío propagandístico del Ejecutivo. Sobre todo porque su socio principal se ha hundido.Cosa distinta es si los populares pueden continuar aspirando a gobernar en solitario. En ese sentido importa menos su proyección de escaños –en torno al centenar y medio– que la del partido de Abascal, cuya tendencia no baja de cuarenta y por tanto le otorga una influencia incuestionable en la correlación de fuerzas. La paradoja de este crecimiento de la oposición es que sirve en bandeja a sus adversarios el argumento del miedo a la extrema derecha, quizá la única esperanza del presidente para volver a dar la sorpresa. Con una gestión indefendible, no tiene otro ‘leit motiv’ que el de la crecida de la fachosfera .Sucede que esa bala ya la disparó una vez, con éxito, y la actual foto sociológica no sugiere que el recurso vaya a funcionar de nuevo. Más bien al contrario, los datos indican que el electorado ha naturalizado la idea de una coalición conservadora y que la ‘alerta antifascista’ ha diluido su efecto. El propio Feijóo parece haber descontado la necesidad de un futuro entendimiento con Vox y su estrategia enfatiza la idea de centro para no pisarle el terreno. Otra cuestión es que esa alianza, de producirse, sirva para despolarizar un clima cívico cargado de tensión, fobias recíprocas y antagonismo irredento. Pero es posible, dicho con la debida cautela, que la teoría del mal menor se esté abriendo paso en una opinión pública cansada de corrupción, autocracia, ineficiencia y desgobierno.

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