Donald Trump bromeó durante la campaña electoral con que, para implementar su ambicioso plan de reformas, actuaría como dictador «solo el primer día». Pero no ha sido necesario. Un eficiente equipo de trabajo, liderado por su nueva jefa de gabinete, ha asumido el desafío de gobernar con una velocidad vertiginosa y una precisión calculada, marcando un contraste radical con el caos y la improvisación que caracterizaron el inicio de su primer mandato.Hasta ahora, no ha habido filtraciones, rectificaciones ni pasos en falso: todo se ha ejecutado según lo planeado. Esto incluye despidos fulminantes, deportaciones masivas diarias y la suspensión de funcionarios considerados sospechosos de carecer de la lealtad requerida. La clave de esta eficacia sin precedentes radica en un riguroso proceso de selección e inspección que ha dejado a Trump rodeado únicamente de aliados incondicionales que están dispuestos a ejecutar su agenda sin cuestionamientos.Es un contraste notable con su primer paso por la Casa Blanca , comenzando por la jefatura de gabinete, un cargo crucial, a menudo apodado «la presidencia del propio presidente». Los primeros jefes de gabinete de Trump se debatían entre el pánico ante la impredecibilidad del jefe y la lealtad al partido en el que militaban, con un ojo puesto en el Capitolio. Tres de ellos eran militantes republicanos con experiencia legislativa, y uno, John Kelly , había sido general de los Marines. Kelly, en particular, chocó con Trump, según admitió después, por resistir sus impulsos más caóticos, buscando moderar sus decisiones desde dentro. Recientemente, llegó a calificarlo de «autoritario y fascista».Noticia Relacionada estandar Si Arranca la mano dura desde la Casa Blanca: redadas y adiós a la protección para 1,5 millones de inmigrantes Javier Ansorena | Corresponsal en Nueva YorkEn contraste, Susie Wiles , la nueva jefa de gabinete, permite a Trump conducirse a su manera mientras se encarga de controlar el tráfico al Despacho Oval, asegurar la disciplina en el equipo y evitar dramas, puñaladas en la espalda o filtraciones.Evitar corregir al presidenteEl lunes, cuando Trump recibió a la prensa de regreso en el Despacho Oval, Wiles estaba sentada a su izquierda, con la espalda contra la pared, observando sin aparente expresión mientras el presidente prometía una revolución. Cuando Trump se confundió o provocó al afirmar que España es un país de la alianza BRICS , Wiles mantuvo la mirada fija en el infinito, evitando corregirlo. Esa es la clave para el éxito con Trump: no tratar de controlarlo, sino lidiar con las consecuencias de sus decisiones de la forma más eficaz posible. Como consejero de Seguridad Nacional, Trump también ha priorizado la lealtad sobre las credenciales tradicionales, con la elección del exdiputado Mike Waltz , un gran defensor suyo. Durante su primer mandato, nombró a tres personas para este puesto estratégico, con resultados dispares. El primero, Michael Flynn , renunció tras apenas 24 días en el cargo debido a sus controvertidos contactos con funcionarios rusos. Sus sucesores, H.R. McMaster y John Bolton , ofrecieron perspectivas más tradicionales pero terminaron enfrentándose al estilo y las prioridades del presidente.En particular, Bolton, un reputado neoconservador de la escuela de George W. Bush, se convirtió rápidamente en una figura polarizante dentro de la Administración. Su visión de un mayor intervencionismo militar y una política exterior más agresiva contra países como Rusia, China e Irán chocó de frente con la heterodoxia de Trump, quien prefería negociar acuerdos y centrarse en asuntos domésticos. Las tensiones llegaron a un punto crítico durante los debates sobre Afganistán. Bolton se opuso vehementemente a la decisión de Trump de retirar por completo las tropas estadounidenses, advirtiendo que esto facilitaría el regreso de los talibanes al poder, una predicción que finalmente se cumplió durante la presidencia de Joe Biden.La relación entre Trump y Bolton terminó de manera abrupta, con el presidente anunciando su despido a través de Twitter. Ahora, en su segundo mandato, Trump ha tomado una medida controvertida: retirar la protección del Servicio Secreto a altos funcionarios retirados cuya vida podría estar en peligro por decisiones tomadas durante su Administración. Esta medida afecta tanto a Bolton como a Mike Pompeo , quien fue su secretario de Estado. A pesar de que Pompeo no le disputó las primarias ni se enfrentó directamente a él, ha caído en desgracia, al igual que Nikki Haley , exembajadora ante Naciones Unidas, quien sí desafió a Trump en las primarias republicanas.En círculos de Washington se especula que estos movimientos obedecen a la intención de Trump de negociar un nuevo acuerdo nuclear con Irán, lo que requeriría apartar a los ‘halcones’ más recalcitrantes. Por ello, Trump ha colocado a Marco Rubio al frente de la diplomacia estadounidense, un secretario de Estado que goza de respeto en el Senado y cuya confirmación obtuvo un respaldo unánime. Sin embargo, Rubio ha demostrado alinearse con las exigencias iniciales del presidente. Su primer viaje internacional será a Panamá, nación con la que Trump ha abierto un conflicto diplomático al exigir trato preferente para EE.UU. frente a China, bajo amenaza de retomar el control del canal de Panamá.En el Pentágono, Trump tampoco deja nada al azar. Durante su primer mandato, sus secretarios de Defensa terminaron enfrentándose a él en mayor o menor medida. El general Jim Mattis, apodado ‘Perro Loco’ y temido entre las tropas, renunció harto de las ideas de Trump sobre el rol militar de EE.UU. en el mundo. Mattis se opuso a la decisión de desplegar tropas en la frontera con México, una medida que Trump implementó de todos modos. Le sucedió Mark Esper, quien inicialmente parecía ser un fiel aliado del presidente, pero que eventualmente también se convirtió en parte de la «resistencia interna». Esper boicoteó los intentos de Trump de desplegar al ejército para contener las protestas raciales de 2020 y se negó a proporcionarle planes de ataque a Irán, un tema que interesaba a Trump en sus últimos días de su primer mandato.Confirmación de HegsethEste sábado juró el cargo Pete Hegseth , el elegido por Donald Trump para liderar el Departamento de Defensa en este segundo mandato. Hegseth, conocido por su papel como presentador en la cadena Fox News, también tiene experiencia como soldado de élite, aunque su trayectoria no está exenta de polémica: ha sido acusado de alcoholismo y agresión sexual.Su nominación enfrentó una inusual oposición dentro del Partido Republicano. Tres senadores de su propia formación votaron en contra, lo que resultó en un empate. Fue necesario que el vicepresidente J.D. Vance interviniera el viernes para ejercer su voto de desempate, una de las responsabilidades que le confiere el cargo.Hegseth es un ferviente admirador y defensor de Trump, algo que ha demostrado en numerosas intervenciones televisivas. Desde su posición, ha criticado abiertamente el despliegue de mujeres en las líneas de combate y ha prometido eliminar los sistemas de cuotas y representación de minorías en las fuerzas armadas. Tampoco quiere sorpresas Trump en el ámbito de la comunicación. Una de sus primeras portavoces, Stephanie Grisham , lo traicionó al publicar un libro repleto de detalles incendiarios sobre sus opiniones y su vida personal. Ahora, el jefe de comunicaciones de la Casa Blanca es Stephen Cheung , quien anteriormente trabajó en la promoción de una liga de artes marciales. Cheung se ha destacado por una estrategia agresiva en redes sociales, defendiendo a Trump con fervor ante cualquier ataque mediático y asegurándose de mantener la narrativa del presidente bajo control, evitando fugas o polémicas.
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