Sarah Blaffer Hrdy, antropóloga: «Cuidar de un bebé activa algo muy profundo en el cerebro masculino»

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Sarah Blaffer Hrdy, antropóloga: «Cuidar de un bebé activa algo muy profundo en el cerebro masculino»

Una figurita de acción adorna el escritorio de la antropóloga y primatóloga estadounidense Sarah Blaffer Hrdy (Dallas, 1946). Es el mandaloriano, el feroz cazarrecompensas de la ficción espacial, con el bebé Yoda en brazos. «Es supermacho, pero renuncia a todo por cuidar de un bebé y se vuelve muy tierno en su presencia. Dice mucho, ¿verdad?», pregunta la investigadora en una conexión por Zoom desde su granja de Savannah, en el norte de California, rodeada de montañas y lejos de los incendios que han devastado Los Ángeles . «Ha sido un apocalipsis», lamenta. Ella misma lidera una activa lucha por salvar los árboles de su entorno, en este caso de la tala. «Es lo que más me preocupa ahora, qué planeta vamos a dejar a nuestros hijos. Esos hombres que quieren ir a Marte , qué equivocados están», suspira. Profesora emérita en la Universidad de California y reconocida experta en comportamiento animal, acaba de publicar en España ‘El padre en escena’ (Capitán Swing) un relato sobre la historia de la crianza masculina que surgió del deslumbramiento al ver la ternura de su propio yerno bañando a su primer nieto en una bañerita en el fregadero. «La antropóloga que hay en mí se encendió: Compartimos el 98% de nuestros genes con los simios, pero a los machos de los chimpancés o de los bonobos no les importan mucho los bebés. Es más, el infanticidio se ha registrado en más de 50 especies de primates. Sin embargo, en el siglo XXI, cada vez más hombres se ocupan de sus criaturas desde el nacimiento», describe. Noticia Relacionada estandar Si Jeremy DeSilva, antropólogo: «Los humanos somos lentos y débiles. Sólo el altruismo evitó nuestra extinción» Judith de Jorge—Ellas cuidan de los bebés y ellos se encargan de proveer. Así ha sido durante mucho tiempo.—Crecí en Texas en los años 50 y nunca vi a un hombre cambiar un pañal. Es algo de lo que se jactó Trump, alguien de mi generación, cuando llegó a la presidencia en 2016. Pero sí, los últimos cambios sociales, como la incorporación de la mujer al trabajo, han hecho que las expectativas cambien. Hace algunos años, una gran encuesta en EE.UU. mostraba que nueve de cada diez padres de niños pequeños ayudaban a alimentarlo, bañarlo o cambiar los pañales. Incluso aunque exageraran, supone un cambio radical respecto a cuando yo era niña. Pero estos cambios culturales han despertado algo que ya estaba en la biología masculina. La investigadora Sarah Blaffer Hrdy, en su despacho Ari hoover—¿De qué manera? —Un estudio de 2014 sobre familias tradicionales israelíes observó qué sucedía en los cerebros de madres y padres cuando se les mostraba imágenes de sus bebés. En las madres se activaban las áreas más antiguas de su cerebro, la amígdala y el hipotálamo, mientras que en los varones se despertaban las más nuevas, la corteza frontal, que evolucionó cerca del final del Pleistoceno y que tiene que ver con la toma de decisiones sociales. Creo que esto es el ‘sustrato alomaterno’, es decir, la capacidad de sustituir a la madre cuando hace falta. Pero hay algo más y es lo más emocionante. Al estudiar a parejas homosexuales que eran padres, ya sea por adopción o gestación subrogada, descubrieron que no solo se activaban las áreas más nuevas de su cerebro, sino también las más antiguas de su sistema límbico. ¡Vaya!, las que considerábamos como áreas de respuesta materna también están ahí, en el cerebro masculino. Pete Buttigieg (derecha) con su marido y sus hijos. Fue el primer secretario de gabinete de EE.UU. que se tomó dos meses de permiso de paternidad retribuido foto cedida por capitán swing—Entonces, ¿esa capacidad ha formado siempre parte sustancial de lo que es ser varón?—Para entenderlo hay que remontarnos a la historia de los vertebrados tempranos. Los machos de algunos peces agitan sus colas sobre las huevas para mantenerlas libres de parásitos y protegerlas. Otros, como un pez cíclido del lago Tanganica, en Tanzania, las guarda en su boca. Y el caso extremo es el del caballito de mar: el macho se embaraza y genera prolactina, la misma hormona que provoca la lactancia en los mamíferos, para nutrir a los alevines que saldrán a chorro de su vientre. Los machos de casuario (muestra una taza con el dibujo de esta ave de la selva tropical conocida por su agresividad) cuidan de sus crías durante nueve meses mientras las hembras están ocupadas con otras cosas. Darwin lo sabía, pero tenía sus estereotipos victorianos. —Sin embargo, solo los machos del 3% de las 5.000 especies de mamíferos existentes cuidan de sus crías y algunos las canibalizan.—El infanticidio es una forma muy particular de selección sexual, para liberar a la hembra de la cría y tenerla de nuevo disponible. La selección sexual, la competencia de un sexo para acceder al otro, es una teoría muy poderosa, pero incompleta. En los humanos, también es importante la selección social. Apareció en el Pleistoceno cuando éramos muy dependientes de los demás para abastecernos y mantener con vida a nuestra prole. Entonces empezamos a preocuparnos por nuestra reputación. El Homo sapiens es una especie muy susceptible a lo que piensan los demás. Y creo que esto comienza en la infancia. Los arrullos, los balbuceos tempranos, todas las cosas que hacen tan atractivo a un bebé, sirven para atraer las atenciones maternales. La corteza prefrontal media de los bebés se activa sobre los cinco meses, quizás antes, para registrar las caras, las expresiones y vocalizaciones de quienes los rodean. Congraciarse con los demás los mantiene cuidados y alimentados. Esos mismos circuitos neuronales maduran en adultos que se preocupan por su reputación y se perfeccionan con el tiempo y las generaciones. Fíjese en la teoría del hombre cazador.—El que mejor cazaba atraía más a las hembras.—Sí, pero Kristen Hawkes y sus colegas demostraron que estos cazadores no reportaban necesariamente la mayor cantidad de calorías al grupo, sino el mayor prestigio. ¿Le suena familiar? Ya sabe, hombres conduciendo coches lujosos, con relojes Rolex y todo eso. En las sociedades patriarcales, ellos quieren prestigio, pero la reputación que importa para las mujeres es la modestia. En algunos lugares se las confina en casa o las obligan a cubrir todo su cuerpo. Eso no ayuda ni abastecer a la familia ni a cuidar mejor de sus hijos. Esa no es una parte importante de nuestra herencia primate, pero sí de nuestra herencia humana. En otras sociedades, como en la Amazonía, varios hombres pueden ser los padres de un mismo bebé y tienen la obligación de ayudar a alimentarlo. Pero eso ocurre cuando la comida escasea, como en el Pleistoceno, cuando el clima era impredecible y había periodos de sequía seguidos de lluvias torrenciales. Ahora vamos a tener un cambio climático de nuevo, a lo grande. Lo han visto en España recientemente y lo hemos visto en Los Ángeles. Pero no sé cómo convenceremos a nuestros responsables políticos de que deben poner el interés de sus descendientes por delante de su propio prestigio y de sus deseos de permanecer en el cargo. Si los hombres se preocuparan de ser respetados por ser buenos padres, buenos ciudadanos, por cuidar de los demás, nos iría mejor. —¿La crianza masculina va a hacer del mundo un lugar mejor?—Es una esperanza. Si dan una prioridad mucho mayor al bienestar y la salud de sus hijos, también lo harán por la salud del planeta que heredarán. Hay campos de entrenamiento para padres en algunos países, como Argentina y Holanda. En Canadá llevan a los bebés a los jardines de infancia y los niños pequeños aprenden a cuidarlos, algo que eleva su oxitocina.—¿Cómo beneficia a los hombres?—Nuestros estereotipos de masculinidad no les han hecho ningún favor. Angus Deaton y Anne Case hablan del fenómeno de las ‘muertes por desesperación’ de los hombres estadounidenses, por suicidios, sobredosis y alcohol, motivadas porque se sienten excluidos, no se sienten útiles. Bueno, tenemos una crisis en los cuidados. Ve a cuidar a alguien. Serás útil de inmediato. Y será satisfactorio de maneras que no sospechas.La investigadora y su esposo, con su primer nieto K. Hrdy—Un estudio dice que la paternidad encoge el cerebro. —Encontró evidencia de una contracción del volumen de materia gris en las áreas corticales de los nuevos padres. Es apasionante, pero nadie sabe todavía por qué sucede ni cuáles son las ramificaciones funcionales. Sin embargo, una interpretación es que podría representar una ‘poda sináptica’, ya que los padres canalizan de manera eficiente las respuestas empáticas a medida que satisfacen las necesidades de su bebé. Tampoco está claro si se trata de respuestas específicamente ‘paternales’ o si, como predigo en el libro, podríamos encontrarlas en otras ‘alomadres’ muy implicadas, es decir, abuelas, niñeras a largo plazo, etc. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Descubren la primera sociedad de mujeres empoderadas en un cementerio de hace 2.000 años noticia Si Del arte al pegamento: el ingenio de los neandertales íberos—¿Un consejo para un futuro padre?—Dependerá del contexto. Las empresas comienzan a dar licencias parentales más generosas y horarios de trabajo más flexibles. Ambos progenitores pueden pasar más tiempo con sus bebés. Mi consejo sería que lo aprovechen. Necesitamos cambios sociales en esa dirección, pero para eso hacen falta sociedades pacíficas.

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