La crisis política y económica de Venezuela ha expulsado a millones de venezolanos a otras ciudades del mundo. Cúcuta, la capital del departamento del Norte de Santander, noreste de Colombia , ha sido uno de los testigos de la migración venezolana que sigue galopando con fuerza. «Yo me fui hace un año. Salí de Maracaibo (capital del estado Zulia, occidente venezolano) porque no me alcanzaba el dinero. Ir al mercado era cada vez más difícil y deprimente porque gastaba más y compraba menos», explica a ABC Margeire Lozada , mientras termina su labor como repartidora de mercancía en Cúcuta. Esta mujer, de 53 años, hace envíos a domicilio desde la ciudad colombiana hacia el estado fronterizo venezolano del Táchira. Margeire entra en el grupo de migrantes pendulares, que son esos venezolanos que viven en la zona fronteriza con Venezuela , pero pasan a diario por el Puente Internacional Simón Bolívar. Este paso fronterizo, con más de 315 metros de longitud que conecta a Venezuela con Colombia, ha sido utilizado por cientos de miles de venezolanos que han abandonado su país para llegar al país andino y buscar otro camino a la esperanza. La peligrosa selva del Darién , ubicada en Panamá, es una de las opciones elegidas por gran parte del éxodo venezolano para llegar a EE.UU.Noticia Relacionada Desplazados por el conflicto armado en Colombia estandar Si «Preferimos huir antes de que nos maten» Ymarú Rojas | Enviada especial a Cúcuta (Colombia)En total, ocho millones de venezolanos han salido del país obligados por la crisis o forzados por la represión del régimen de Nicolás Maduro . Huyen de la tortura y las violaciones a sus derechos humanos, denunciadas ante la Corte Penal Internacional (CPI). A Margeire le quedan pocos familiares en Venezuela, sus parientes más cercanos están en otros países de la región como Chile, Perú y Ecuador. Ella es de las que volverían a su tierra natal si la situación mejorara. De momento, no tiene pensado regresar, «pero si hay un cambio de presidente, claro que lo haría», asegura a este periódico. Lidia Pinto también abandonó Táchira con sus hijos adolescentes porque su situación empeoraba con el paso de los días. Salió de su país hace dos años y se gana la vida vendiendo café, cigarrillos y tarjetas de teléfono en un puesto cercano al paso fronterizo con Venezuela.«Me quise ir, pero no tan lejos. Algo dentro de mí me dice que me quede cerca porque volveré a Venezuela« Lidia Pinto«Me quise ir, pero no tan lejos. Algo dentro de mí me dice que me quede cerca porque volveré a Venezuela, pero mis hijos necesitaban algo mejor y yo no podía negarles esa oportunidad», concede esta mujer, de 47 años, oriunda de San Cristóbal (capital de Táchira), que admite que no es que le vaya muy bien en Cúcuta, pero está mejor que cuando vivía en Venezuela. Cierre de la frontera«En Cúcuta me siento libre en caso de que necesite arrancar hacia otro lado. Pero en Venezuela no. Si nos cierran la frontera, como pasó hace años (2015), me quedaría atrapada y con menos posibilidades», confiesa.El sentimiento de Lidia es compartido por los venezolanos que han salido por la frontera apenas tuvieron oportunidad por el temor de que el paso hacia Colombia quedara bloqueado nuevamente. En 2022, tras la llegada de Gustavo Petro al Gobierno de Colombia, un acuerdo binacional logró que el paso fronterizo fuera abierto. Y el flujo migratorio creció. «Después de eso, por aquí pasaban ríos de personas que salían hacia Colombia. Por aquí se despedían muchísimas familias que aprovecharon la apertura para irse», relata Gabriel Gómez , un comerciante que atiende un negocio de ropa en el lado venezolano. «Yo creo que un 50%y hasta un 60% de los que vivían en San Antonio (municipio fronterizo) salieron hacia Cúcuta porque esto quedó solo. Y cuando preguntas por alguien te dicen que se fue hace dos y hasta tres años».«Yo no sé hasta cuándo me dure la paciencia porque yo quería un cambio en Venezuela. Lo deseaba. Quería que este hombre (Nicolás Maduro) se fuera, pero nada» Gabriel GómezGabriel explica que los negocios en su mayoría cerraron porque los dueños se marcharon del país o por la misma crisis económica. Este hombre, de unos 40 años, es de los pocos que siguen «aguantando». «Yo no sé hasta cuándo me dure la paciencia porque yo quería un cambio en Venezuela. Lo deseaba. Quería que este hombre (Nicolás Maduro) se fuera, pero nada. Sigue y no mejora la situación de todos los que nos quedamos acá», lamenta Gabriel. Tras la usurpación del líder chavista, que rompió las esperanzas de un cambio impulsado por María Corina Machado , emerge cierta decepción: «Ves a la oposición y ya tampoco uno sabe qué creer ni para dónde agarrar. Vemos a Edmundo González (presidente electo) viajando, paseando por los países, y tampoco lo vemos hacer nada acá. Y María Corina, pues tampoco», interrumpe Magali, una comerciante vecina de Gabriel. Pasaporte en manoTras las elecciones del pasado 28 de julio, los resultados validos por el oficialismo, que no mostró las actas, siguen siendo cuestionados por la mayoría de los venezolanos, por la oposición y por la comunidad internacional. A pesar de ello, el 10 de enero Maduro usurpó el poder juramentándose como presidente por tercera vez. «Yo tengo mi pasaporte en la mano porque no sé cuando me toque irme de aquí. Yo no me quiero ir pero las cosas van de mal a peor. Tengo 45 años y pienso que si me voy me va a costar conseguir trabajo porque a esta edad hasta en Colombia me cierran las puertas», dice con obstinación la comerciante.El miedo a la consumación del fraude electoral intensificó el flujo migratorio hacia los países vecinos, como Brasil y Colombia. Entre el 3 de enero y el 9 de enero, al menos 1.500 personas al día cruzaron el Puente Simón Bolívar. Y se estima, según datos no oficiales, que por los cuatro puentes fronterizos que están activos en Táchira en total han salido entre 3.000 y 3.500 personas diariamente. Durante 2024, más de 230.000 personas cruzaron por aquí, siendo el Simón Bolívar el más utilizado por los migrantes venezolanos. Desde enero hasta diciembre del año pasado, el tránsito alcanzó cifras récord. Según William Gómez, experto en temas fronterizos, se registraron 52.500 cruces durante el primer semestre del año. Y después de las elecciones presidenciales de julio, el flujo migratorio se incrementó: entre agosto y diciembre, 185.000 personas abandonaron Venezuela, con un promedio de 1.850 migrantes cada día.Después de las elecciones presidenciales, el flujo migratorio se incrementó: entre agosto y diciembre, 185.000 personas abandonaron VenezuelaMagali tiene un hijo de 18 años y se preocupa porque el joven cree que lo normal es como se vive en Venezuela. «Yo quiero que él se vaya, porque esto no es bueno para él, pero se acostumbró», lamenta. «Tengo un hermano que se fue hace dos años a Colombia y recién llegó a México y ahora no puede entrar. Nuestro plan era que mi hijo se fuese con él apenas mi hermano se estabilizara en EE.UU. Nos queda esperar».Deportaciones en EE.UU.Al menos 600.000 venezolanos tienen la protección temporal (TPS) en EE.UU. Ahora están a la expectativa de lo que pudiese pasarles con la anulación del beneficio por la Administración Trump. La razón que ha dado el nuevo inquilino de la Casa Blanca es el aumento de la criminalidad en el país por la presencia del Tren de Aragua. Sandra Espinoza es una de esas venezolanas que también salió hace dos años por la frontera con destino a Cúcuta. Se radicó en Medellín con su marido y sus dos hijos pequeños de siete y un año, y en diciembre decidió marcharse a EE.UU. con toda su familia. «En Venezuela no podía seguir. Aguanté mucho durante el desabastecimiento de 2017. Vi que mi juventud se iba entre encontrar medicinas y comida. La situación económica me hizo colapsar después que tuve a mi primer hijo. Y decidimos irnos. Tuve a mi segundo hijo en Colombia», relata por teléfono a ABC.«En Venezuela no podía seguir. Aguanté mucho durante el desabastecimiento de 2017. Vi que mi juventud se iba entre encontrar medicinas y comida« Sandra EspinozaLa mujer, de 35 años, expresa que sintió «mucha tristeza» por los resultados de las elecciones. «Ya no es rabia sino una desilusión como si perdiera por momentos la esperanza de que Venezuela sea libre», afirma desde EE.UU. «Por momentos siento que está difícil volver a mi casa, con mis padres y mis hermanos, que siguen allá. Tengo fe en que Venezuela mejore, pero veo también muchas carencias. Veo una Venezuela triste, desolada. Yo sueño con verla con su gente próspera, con oportunidades para mis hijos y rescatada».Sandra no puede ocultar la incertidumbre que siente ante los cambios migratorios en EE.UU. «Estoy desconcertada, pero confieso que aunque la medida me parece muy drástica, considero que es necesaria porque hubo muchos que entraron sin un proceso migratorio legal y hasta con antecedentes penales», sostiene. «Yo tengo mis objetivos claros. No es fácil empezar de cero en un segundo país, pero estoy enfocada. Mi prioridad es que mis hijos tengan una vida estable y feliz», concluye.
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