A diferencia de los amantes del cine clásico, cuyo criterio siempre vincula la calidad de la película a la brillantez de la trama, a mí del cine me interesan otras cosas. Y no es que el argumento no me parezca importante, simplemente soy más sensible a la fotografía, a la posición de la cámara, a cómo cuentan lo que cuentan y, en definitiva, a todas esas pijadas por las que dan los Goyas del principio. Pero, sobre todo, me interesa la reflexión que me suscita, la experiencia que me genera. Mi acercamiento al arte –y el cine lo es– es más creativo que estético. No lo veo tanto como un espectador que quiere divertirse sino como un escritor que quiere mejorar su manera de sentir las cosas para después contarlas. Yo no busco entretenerme con una historia sino aprender de su narrativa , refinar mi criterio y, a ser posible, sofisticar mis puntos de vista. Lo importante no es tanto la obra sino la reflexión que se produce entre tú y la obra. Y esto vale para un cuadro, para un plano de una película, para una ópera o para una faena de Pablo Aguado.No parece un mal acercamiento. Y, en cualquier caso, es un acercamiento como otro cualquiera. En estas andaba, viendo ‘El 47’ como uno de esos críticos de ‘Cahiers du Cinema’ con gafitas para la presbicia, cuando llegó la escena final, que me atravesó como un puñal frío y socialdemócrata. Tuvo que llegar la propaganda, la manipulación y la basurilla política para convertir lo que era una película más o menos decente en un mero videoclip de apoyo al PSC . Toda una película contándome la historia de los charnegos que llegaron a Barcelona en los 60, tratándolos casi como a pioneros americanos y con una lograda atmósfera de novela realista de posguerra para terminar diciendo que Maragall solucionó todos sus problemas, se hicieron amigos, durmieron bajo el mismo techo, fueron felices y comieron perdices escabechadas y asistencialistas. Hora y pico poniendo al nacionalismo y al franquismo como al mismo diablo para que al final aparezca el PSOE como San Jorge y mate al dragón con la lanza del estado de bienestar.En esta semana cuatro personas me han dicho que las columnas de opinión están empezando a perder atractivo porque solo hablamos de política. Creo que tienen razón, la política es la gasolina de la actualidad, pero limitarse a ella es mediocre. El género siempre ha trascendido la política para dotar al periódico de miradas personales sobre lo que pasa en nuestra sociedad. Estamos saturados de política, sobrepasados de basura, empachados de fango. Si la gente deja de leer periódicos es, en parte, porque no quiere enfadarse, porque prefieren aislarse de la gentuza que está al mando y limitarse a vivir la vida desde la experiencia personal, desde su propio mundo, con gente buena, amor y belleza.Noticia Relacionada estandar No ‘El 47’ da la sorpresa y triunfa como la mejor película en los premios Forqué Fernando MuñozLa guerra cultural ha enfermado a la sociedad y la sociedad está huyendo. Pero cuando huimos y ponemos una película como ‘El 47’, a priori interesante, que me cuenta la historia de mi país desde lo pequeño, dignificando a los maltratados y recuperando una memoria que nos interpela a todos, tengo que comerme también la manipulación grosera, como en tiempos de Franco. Pues al menos ‘Surcos’ era una obra maestra. Y puestos a politizarlo todo, al menos digan la verdad. No se queden en que toda esta gente de Torre Baró que vino de Andalucía y Extremadura fue maltratada por la extrema derecha catalana y vio cómo su vida mejoraba con la llegada del PSC. Sigan, si se atreven y digan que, por eso mismo, cuando el PSC se vendió a la extrema derecha catalana y al nacionalismo supremacista, cuando los traicionó y los privó hasta de su propio idioma, Torre Baró se convirtió, en las últimas elecciones, en el barrio de Barcelona con más apoyo a Vox. Puestos a politizarlo todo, al menos tengan el valor de contar la verdad . Y después de eso piensen que si la gente huye del cine español quizá sea porque ya no es refugio contra la batalla sino la batalla misma.
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