Crisis de política cultural en Valencia: sin plan ni horizonte

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Crisis de política cultural en Valencia: sin plan ni horizonte

El Instituto Valenciano de Arte Moderno ( IVAM ), que en otros tiempos fue un faro de referencia para la cultura contemporánea, hoy se parece más a un edificio fantasmal. Salas cerradas, una programación medio improvisada y un eco de pasos que resuena en lugares donde antes latía el pulso de la ciudad. No es que falte el público; es que falta un proyecto que lo convoque. Esta no es una anécdota aislada, sino el síntoma visible de una gestión cultural que ha perdido el rumbo.Ha pasado un año tras la ruptura del pacto valenciano entre PP y VOX, ahora los populares están solos. Cuando la cultura quedó en manos de VOX hubo muchas críticas. Aquello duró once meses solamente pero, pese a que el vicepresidente y consejero de cultura Vicente Barrera experimentase el rechazo de gran parte de la comunidad artística por ser torero, contaba con una hoja de ruta. Su equipo se activó con agilidad, lo que no puede decirse de sus sucesores. Podía gustar más o menos, sin embargo la que fuera secretaria autonómica por VOX, Paula Añó , consiguió que se auditara las instituciones que presentaban irregularidades, poner en alza la ley de mecenazgo autonómica y señalar una verdad incómoda para la izquierda: que la cultura, solo con recursos públicos, no es sostenible. Sobre todo porque únicamente mantenida por lo público, corre el riesgo de convertirse en moneda de cambio dentro de un ámbito en el que abunda la precariedad. Y de verse sometida a los vaivenes partidistas. Bajo el gobierno actual, fuentes del entorno político explican que «la sensación es que no hay plan» y que esto se debe «una alarmante ceguera estratégica». Valencia experimenta un deterioro cultural no por escasez de recursos ni crisis coyunturales, sino por algo más preocupante: la desidia institucional. Las decisiones se posponen, los centros se vacían y las ideas se disuelven en una bruma de inacción. La inoperancia de la sede del IVAM en Alcoy o la renuncia a la subsede del Parque Central –movimientos de ampliación del museo que estaban en marcha– son algunos ejemplos de este desmantelamiento tan silencioso como peligroso. Bajo el gobierno actual, fuentes del entorno político explican que «la sensación es que no hay plan» y que esto se debe «una alarmante ceguera estratégica»El contraste con etapas anteriores es inevitable. Mientras que Añó al frente de la secretaría autonómica de cultura tenía arrojo, un enfoque proactivo y la voluntad de tejer una red cultural (en las antípodas del gobierno de izquierdas que hubo entre 2015-2023, pero activa), ahora más que ilusión hay supervivencia. Resulta que la que fuera directora de cultura y patrimonio con VOX, Pilar Tébar, ascendió a secretaria autonómica con el PP y parece haber optado por una gestión pasiva, dejando que las instituciones se mantengan por inercia. Fuentes del círculo de Tébar resaltan su carácter indeciso, con prioridades difusas y un desinterés que se traduce en la pérdida de oportunidades.Esta insuficiencia de rigor no es solo un problema para el sector cultural sino que es un riesgo político pues la cultura supone un pilar fundamental de la sociedad. Desatenderla erosiona la confianza de la ciudadanía y también desgasta la legitimidad de quienes gobiernan. «La apatía institucional tiene un precio, y ese precio podría pagarlo el PP en las urnas», así lo perciben sus antiguos socios de gobierno.Lejos de nostalgias ni catastrofismos lo indispensable ahora es una llamada de atención. Todavía hay tiempo para rectificar, pues Valencia merece un proyecto que la haga vibrar de nuevo, que la saque del duelo de la mayor catástrofe vivida, de la que ya han pasado tres meses aunque siga siendo urgente atender a sus consecuencias. El MACA de Alicante Juan Carlos SolerLa crisis cultural se extiende como una mancha de humedad, dejando a su paso instituciones desarticuladas y una desconexión palpable entre las políticas públicas y las necesidades reales del sector. Así lo manifiesta la mayoría de las asociaciones de profesionales del ámbito en las tres provincias. En Castellón, el caso del Auditorio y Palacio de Congresos es paradigmático. Un espacio con un potencial indiscutible que, no obstante, arrastra una programación irregular y una falta de apuesta por la creación contemporánea. Asimismo, el Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC), atraviesa una especie de letargo programático. En origen, fue un referente de experimentación artística, pero ahora transita entre exposiciones aisladas y una discontinuidad que impide construir una narrativa cultural relevante para la ciudad y sus alrededores.En Alicante, el panorama no es más alentador. El MACA (Museo de Arte Contemporáneo de Alicante) mantiene una actividad que sobrevive gracias al esfuerzo de su equipo, pero sin un respaldo que permita su proyección internacional o la consolidación de un programa ambicioso. Además, el abandono del proyecto de la Ciudad de la Luz como un posible polo de atracción cultural y audiovisual muestra cómo se desperdician infraestructuras con un enorme potencial por pura falta de visión.La gestión cultural en la Comunidad Valenciana se caracteriza, en estos momentos, por un liderazgo inexistente que los ciudadanos reclaman con ímpetu. Manteniendo el ‘statu quo’ sin arriesgar, sin apostar de verdad, el descontento crece. La diferencia entre una gestión cultural viva y una que simplemente sobrevive está en la voluntad de construir un relato, de trazar una dirección. ¿Es esto lo que queremos para una región con una riqueza cultural tan vasta? ¿Una política de mínimos y parches? El problema no se limita a la precariedad de las programaciones o el vacío de liderazgo en Valencia, Castellón y Alicante. Se extiende a proyectos emblemáticos que, en su momento, fueron símbolo de una apuesta por la cultura territorializada y que hoy aparecen arrinconados en el cajón del olvido.Tanto asociaciones de artes escénicas como a título personal actores y actrices de renombre lamentan el caso especialmente doloroso de ‘Sagunt a Escena’, un festival con un escenario incomparable: el Teatro Romano de Sagunto . Este espacio, cargado de memoria y simbolismo, languidece entre programaciones deslavazadas y una falta de inversión tristísima. La ausencia de visión a largo plazo ha dejado de lado una cita que atraía público de múltiples lugares del mundo y daba alas al talento emergente. Entre los profesionales afirman que «se ha reducido Sagunt a Escena a un eco de lo que fue».¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Según el Observatorio de la Cultura 2024, el IVAM sigue siendo la institución cultural más valorada en la Comunidad Valenciana, aunque ha descendido varios puestos a nivel nacional. El Centro del Carmen (buque insignia de las izquierdas) también ha experimentado una disminución significativa. Ambos se encuentran sin director momentáneamente y sus concursos se demoran en exceso. Además, la Comunidad Valenciana ha bajado en el ranking nacional, pese a que ‘Forbes’ publicase hace semanas que Valencia es la mejor ciudad en calidad de vida. Estos datos reflejan una tendencia preocupante en la valoración de nuestras instituciones culturales. Echemos la vista atrás, mucho más atrás. A partir del pacto del Botánico en 2015, que tuvo como fuerzas principales al PSPV y Compromís, se apostó por incrementar las ayudas como sello identitario de las izquierdas. Esto propició un cambio de ánimo, la eclosión de actividades culturales de todo tipo, pero consolidó una tendencia a depender de lo público. No en vano dicho gobierno se despidió en 2023 con un aumento del gasto público, arrastrando un déficit y una deuda propias de la infrafinanciación crónica que sufre la autonomía. ¿Qué esperar de nuestros gestores culturales públicos hoy? Ni un paternalismo que fomente la dependencia ni un estrepitoso abandono. La inmensa opacidad que hay en la Consejería de Cultura no se comprende.RecortesOtro frente abierto es la red de sociedades musicales, bandas y conservatorios, que destacan con solera en la región. Consultados varios miembros de las sociedades musicales, se quejan de que afrontan recortes en subvenciones y no hallan apoyo logístico en la administración. En mucho dependen del trabajo voluntario que cada uno aporta. «Si el gobierno valenciano quisiera reforzar una identidad cultural fuerte, la música sería un punto de partida natural», afirman. La música tiene un potencial enorme para conectar con diferentes generaciones y territorios. Sin embargo, sin una estrategia clara y una inversión sostenida, se está diluyendo este capital cultural tan arraigado, justo cuando podría ser un motor de cohesión social.Cuidado con los planes de recuperación que surjan con demasiada parafernalia. El PSPV-PSOE anunció en enero «la creación de un Plan Estratégico de Recuperación Cultural para abordar la crisis provocada por la DANA». No queda lejos aquel Plan Estratégico Cultural Valenciano 2021-2023 del Botánico, que se tituló ‘Cultura para la recuperación’ tras los estragos que causó paralizar actividades por el COVID. Su repercusión fue directa a los bolsillos de la empresa que lo elaboró, integrada por afines a Compromís, pero de ahí no salieron más que buenas intenciones expresadas en voz alta para reflexionar sobre el valor de las empresas creativas. «Mucho asesoramiento, poco movimiento», sentencia uno de los artistas que participó en un ciclo de charlas dentro del plan.En definitiva, la cultura valenciana no necesita gestos grandilocuentes ni promesas vacuas, sino un compromiso rápido y auténtico con su tejido artístico, con sus instituciones y con su público. Porque si se gestiona con inteligencia, aparte de enriquecer, también construye ciudadanía y, sí, puede ser un activo político de primer orden. Ignorar esto sería una irresponsabilidad histórica.

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