Donald Trump lleva dos semanas en la Casa Blanca de conmoción en conmoción: perdones a los criminales violentos del asalto al Capitolio, purgas de funcionarios, desmantelamiento de agencias, envíos de inmigrantes indocumentados a Guantánamo, guerra comercial con países vecinos y aliados como Canadá y México… Ninguna de esas sacudidas tiene el carácter chocante e imprevisible de su plan para Gaza : expulsar a los palestinos de la Franja y construir allá un desarrollo turístico. De una escombrera producto de la guerra a un ‘resort’ sobre el Mediterráneo. En sus propias palabras, convertir Gaza en una nueva ‘Riviera’, en referencia, se supone, a la Costa Azul francesa.La solución ‘inmobiliaria’ para el conflicto más enquistado de Oriente Medio –y hay mucho donde elegir– es descabellada para muchos por muchas razones –éticas, humanitarias, políticas–, pero además contradice las posiciones que ha defendido Trump en política exterior. EE.UU. debe dejar de ser el policía del mundo y no inmiscuirse en conflictos que no son suyos: y ahora parece dispuesto a liderar la expulsión de dos millones de personas de su territorio y apropiar para EE.UU. un trozo de tierra entre Israel y Egipto. De no querer soldados estadounidenses en Oriente Próximo en guerras lejanas que no importan a un granjero de Iowa o a un maquinista de Michigan, ahora Trump se abre a una operación militar descomunal para conseguir esa ‘Riviera’ estadounidense.El aislacionismo internacional al que apuntaba Trump se ha reconvertido en un imperialismo de nuevo cuño. Gaza es el último y más excéntrico ejemplo, pero ocurre en un contexto de otras propuestas en ese sentido.Noticia Relacionada estandar Si Trump abandera una nueva fiebre de las criptomonedas… y hace caja Javier Ansorena | Corresponsal en Nueva YorkDesde que ganó la elección el pasado 5 de noviembre, ha angustiado a varios Gobiernos, todos de países aliados, con sus planes expansionistas. Ha asegurado que quiere quedarse con Groenlandia , la enorme isla en el Ártico, que la quiere comprar. Da igual que sea un territorio bajo soberanía de un socio de la OTAN, Dinamarca. Trump ha dicho que le interesan los recursos ingentes de Groenlandia en minerales raros y que necesita controlar la isla para evitar que otras potencias rivales, como Rusia y China, controlen el Ártico. Poco después de que Trump mostrara su apetito por Groenlandia a principios de enero, su hijo mayor, Donald Trump Jr. , viajó hasta allí en un avión con el apellido familiar y se hizo fotos en Nuuk, la capital del territorio, con vecinos con gorras rojas con el lema MAGA (‘Make America Great Again’, ‘Hacer a EE.UU. grande otra vez’) de Trump. Las autoridades de Dinamarca y de Groenlandia han rechazado que Groenlandia esté a la venta. Pero, una vez en la Casa Blanca, Trump ha seguido diciendo que EE.UU. controlará Groenlandia.El presidente de EE.UU. también quiere recuperar el control del Canal de Panamá , construido por EE.UU. a comienzos del siglo XX y que devolvió al país centroamericano en 1999. Trump aduce que el canal ha caído bajo control de China y hace pocos días su secretario de Estado, Marco Rubio , viajó al país para arrancar un compromiso de que se expulsará al gigante asiático de las operaciones. Pero no está claro que eso vaya a ser suficiente para Trump.El multimillonario neoyorquino también ha insistido en una idea que parece irrealizable: anexionar Canadá . Trump impuso aranceles del 25% a las exportaciones canadienses a EE.UU. hace unos días y lo aprovechó para defender que Canadá solo es «viable» porque EE.UU. la subsidia. Que lo que quiere de verdad no es ganar una guerra comercial al vecino del norte sino que se convierta «en el estado 51º». En su visión, Canadá sería un país más próspero, más seguro «¡y sin aranceles!», exclamó. Es una idea tremendamente impopular entre los canadienses y muy combatida por sus líderes políticos, incluso al que se puede considerar como el más ‘trumpista’ de ellos: Pierre Poilievre , que apunta a próximo primer ministro como candidato del Partido Conservador, ha condenado con fiereza la idea.Mientras tanto, Trump se olvida de los asuntos que prometió resolver. Sobre la guerra en Ucrania, dijo que la solucionaría «en 24 horas», pero allí no se conoce ningún avance. Y en la pacificación de Oriente Próximo, parece que acaba de soliviantar al actor principal, Arabia Saudí . El establecimiento de relaciones diplomáticas de aquel país con Israel es la base de una estabilización de la región y ese parecía ser el objetivo de Trump. Arabia Saudí siempre ha defendido que un entendimiento con Israel debe tener la premisa del establecimiento de un estado palestino. Y lo que Trump tiene en la cabeza está en las antípodas.
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