El éxito de ‘ El 47’ ha vuelto a poner en el mapa a Torre Baró , un barrio obrero levantado ladrillo a ladrillo por sus propios vecinos a principios de los 50. Mucho se ha conseguido desde entonces, pero todavía sigue esperando una implicación decidida del ayuntamiento para arreglar sus múltiples problemas. Porque la película acaba bien, pero eso es lo que separa la realidad de la ficción, que la realidad nunca se acaba. La mayoría de vecinos quedaron maravillados por la cinta de Marcel Barrena . Unos 900 vecinos fueron al estreno de la película en los cines Aribau y la emoción acabó con una ovación de más de dos minutos. Sin embargo, la película no refleja el sufrimiento perpetuo de sus vecinos ni el olvido de las instituciones sobre su circunstancia. «La película es muy bonita. Nos ha encantado, pero no refleja ni la mitad de los problemas que sufrimos construyendo esto con sudor y sangre», señala Elisenda Martínez, vecina de Torre Baró que lleva más de 70 años en el barrio y que llegó en la primera oleada de inmigrantes que empezaron a construir sus casas en la montaña.Tres problemas: accesos, suministros y educaciónDe los tres problemas que refleja la película, esto es, la dificultad de los accesos, la deficiencia de los suministros, y la falta de escuelas, no se ha arreglado realmente ninguno. Ahora sí que hay calles asfaltadas, pero las dificultades de acceso persisten. El autobús que llega más arriba es el 183 . Luego, para los vecinos que todavía han de subir más, tienen un microbús al que pueden llamar y pedir el servicio. «La gente es muy amable y nos conoce. Nos saluda. Son de toda la vida y la relación es perfecta. Si no buscas problemas, aquí no encontrarás ninguno», afirma uno de los tres conductores que realizan el servicio del 183 y que son los herederos de Manuel Vital.Carmen Vila, la mujer de Manuel Vital , aseguraba en la película que no se necesitan escuelas para cumplir la vocación de maestra. Y eso es lo que sufrió ella toda la vida. «Mis hermanas y yo fuimos a sus clases de catequesis. Era muy querida en el barrio», asegura Sarai Domínguez, tercera generación de una familia que siempre ha vivido en Torre Baró. «Viví nueve años en Ciudad Meridiana, pero volví aquí enseguida. En el barrio nos conocemos todos y hay calidad de vida. No hay ni los ruidos y ni la masificación de allá abajo», comenta.Torre Baró, fotografiado este jueves Inés BaucellsSus hijas van ahora a un colegio a dos kilómetros de su casa. Como ella, así que mucho no se ha avanzado. Siendo adolescente tenía que subir cada día la misma cuesta del once por ciento a pie con la comida todavía en la garganta. «Hace tres años que pusieron el microbús, pero es que aquí sigue sin haber nada. No hay tiendas, no hay bares, no hay ni bancos ni pasos de cebra . Yo bajaba a mi hija con el carrito y tenía que apartarme cada vez que venía un coche», asegura Domínguez.La cuestión de los suministros todavía es más deficiente. Este verano se quedaron sin luz hasta en cinco ocasiones. En noviembre de 2024 se instaló un nuevo transformador eléctrico con la idea de mejorar la estabilidad del suministro y reducir los frecuentes cortes de luz . Lo cierto es que el barrio necesita multitud de reformas y actualmente la única obra activa es la de un futuro mirador. «Los vecinos tenemos muchas más prioridades que un mirador», afirma Domínguez.Aun con todos sus problemas, son un barrio cohesionado. La gran mayoría son descendientes de los vecinos que levantaron las primeras casas. Está tan abandonada de la mano de Dios que aquí no hay riesgo de gentrificación ni de globalización migratoria . «En este barrio entras en la casa del vecino y no tienes que decir ni buenos días. Como no hay tiendas, si necesitas un tomate lo pides al de al lado. No tienes otra», comenta Domínguez.El problema real es que la mayoría de casas, construidas en los años 50 , no cumplen con lo que sería la cédula de habitabilidad, así que los vecinos no consiguen permisos de obras para poder arreglar y adecentar sus viviendas. Además, el ayuntamiento obliga a pagarles el 20 por ciento de todo lo que gastes en materiales. Por tanto, la mayoría no tiene más remedio que hacer todo de forma clandestina. Además, como la mayoría de escrituras están a nombre de familiares, no de los actuales inquilinos, esto dificulta todo el papeleo. Por ejemplo, si un año no pagan el IBI, las familias no tienen derecho de abonar el pasado y el Ayuntamiento podría expropiarles la parcela y tirar abajo la casa.Noticia Relacionada estandar No La vida de Eduard Fernández, nominado a mejor actor protagonista por ‘Marco’: un complicado divorcio, su novia actual y su hija Greta María Albert El intérprete aspira a llevarse su cuarto premio Goya por esta películaLa desafección política es clara en el barrio. Muchos se sienten abandonados. Se da la circunstancia que en las últimas elecciones municipales Vox consiguió sus mejores datos en Torre Baró. Fue la segunda fuerza más votada, con un 16 por ciento de los votos. El orgullo «charnego» y la sensación de abandono por parte del Ayuntamiento del PSC hicieron que muchos vecinos decidieran votar al partido de extrema derecha. El barrio es el segundo con una renta per capita media más baja de toda Barcelona, con apenas 8.699 euros. En total, son 2939 vecinos y muchos viven esa desafección política con resignación al sentirse abandonados por un Ayuntamiento que, a pesar de lo que pudiera parece en la película, sigue mirando a otro lado. La participación en las últimas elecciones no llegó ni al 41 por ciento dejando claro el voto de castigo contra las políticas de Colau primero y Collboni después.Torre Baró es hoy día un barrio burbuja ajeno al ajetreo del resto de Barcelona. «Cuando llegamos, no teníamos nada de nada, así que la lucha fue continua. Ahora toca dejar paso a la juventud y que sea ella quien continúe», aseguraba Manuel Vital , fallecido en 2010. ¿Quién tomará el relevo de Vital? Bien sabe el barrio que hoy día no necesita héroes solitarios, sino un grupo fuerte y cohesionado de vecinos y un Ayuntamiento cómplice que lleve a Torre Baró al futuro.
Leave a Reply