Para un madrileño, el derbi por antonomasia es el que juegan los eternos rivales de la capital. Provoca pasiones, mantiene a la ciudad en vilo y es la comidilla de vecinos, familiares y amigos durante al menos dos semanas. El clásico de toda la vida en el mundo del fútbol era el Boca-River, que también es un derbi. De haber nacido en Argentina, quien esto escribe apoyaría a San Lorenzo de Almagro, por aquello de las bendiciones papales. Por razones ‘patrióticas’, simpatizó con el Club Deportivo Español de Buenos Aires, que llegó a participar en la Primera división argentina, aunque ahora se vea reducido (lo que tampoco está nada mal) a ocupar poco menos que el papel de un entrañable club de barrio, como el de la película ‘Luna de Avellaneda’.Noticias relacionadas opinion Si El contragolpe El espíritu gauchesco no tapa las carencias del Atlético Nicolás Álvarez Tólcheff opinion Si El contragolpe El auténtico enemigo del Madrid Nicolás Álvarez TólcheffEl sábado pasado, victoria liguera por 2 a 0 contra el Mallorca. Resultado engañoso, ya que tras un buen primer tiempo con gol de Lino, en el segundo el equipo se echó atrás y cuando se sufría y se temía el empate apareció esa maravilla de vaselina del Principito que cerró el partido. Y el martes, partido extraordinario y clasificación para semifinales de Copa. Juego trepidante y victoria por 5 a 0 contra el Getafe, con doblete de Giuliano y goles de Lino, Sorloth y Correa, con quien algún día me disculparé públicamente. Hasta entonces: ¡Angelito, te quiero, eres uno de los nuestros!Volviendo a los derbis, recordaremos siempre los de las finales de Copa, ganadas todas las jugadas en Chamartín. Inolvidables las gestas de Enrique Collar y compañeros mártires, con sabor a revancha de la infausta semifinal europea con desempate en Zaragoza. Los golazos de Schuster, Futre, Diego Costa y Miranda.O el gol de Rubén Cano que nos dio la Liga de 1977. En aquel partido se le tiró a Luiz Pereira una lata de cerveza desde la grada del Bernabéu. Como nuestro defensa era un cachondo, en lugar de quejarse la abrió y se la bebió, con su sempiterna sonrisa en los labios. No exigió al árbitro que parara el partido, ni a nadie se le ocurrió que pudiera cerrarse una grada por ello, ni mucho menos todo el estadio.Se podrían recordar muchos otros derbis, para bien o para mal. Disgustos o celebraciones como las de Morata. Los derbis son parte de la vida, según Forrest Gump, una caja de bombones. Nunca se sabe el que te va a tocar. Si es el de avellana seremos inmensamente felices. Y si el de licor con guinda, qué le vamos a hacer. Más se perdió en Cuba.
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