Una semana de juicio a Rubiales: de las lágrimas que Hermoso se guardó a las presiones en Ibiza

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Una semana de juicio a Rubiales: de las lágrimas que Hermoso se guardó a las presiones en Ibiza

La primera semana de juicio por agresión sexual y coacciones contra Luis Rubiales se ha centrado en la declaración de una batería de testigos que aportaron su punto de vista sobre lo vivido aquellos días de agosto de 2023, cuando el entonces presidente de la RFEF besó en la boca a la jugadora Jennifer Hermoso en le medallero de la final del Mundial de Sidney. Por el camino, y a golpe de «chulería» (palabra de juez) en unos y evasivas de otros, ha regalado la imagen de una institución al servicio de un líder todopoderoso donde no hay protocolo de acoso sexual, compliance o psicólogo que arrime cuando una jugadora se ve en una situación de ese tenor. Si el balance es claro para la imagen de la Federación, resulta desigual entre acusaciones y defensas, con unas tesis que salen reforzadas y otras que no tanto. La semana que viene será por fin el turno de los acusados y de exponer vídeos y otras pruebas. Hasta entonces, esto han dado de sí las cuatro sesiones para Hermoso, Rubiales, y los también acusados Jorge Vilda, Albert Luque y Rubén Rivera. Jennifer Hermoso, la víctimaLa jugadora dejó una frase el lunes en la primera sesión del juicio que todavía se aplaude fuera de la Audiencia Nacional. «No tengo que estar llorando en una habitación para dar a entender que (el beso) no me gustó», diría, en un claro desafío al concepto de «la buena víctima», aquella que se comporta siempre como cabría esperar a ojos de los demás, la angustiada, la sufrida.Sin embargo, en eso se ha centrado buena parte del interrogatorio de la teniente fiscal de la Audiencia Nacional, Marta Durántez, a las compañeras de equipo, los familiares y los amigos de Hermoso que en esta primera semana de juicio han desfilado como testigos ante el juez. «¿Cómo la veía usted?», «¿Cómo la encontró anímicamente?» , preguntaba, uno tras otro. A golpe de declaración, se ha convertido el estado emocional de la denunciante en un elemento de prueba, si bien no tanto de la agresión que se enjuicia como de los efectos de las presuntas coacciones. Se lanza así el mensaje de que en la sala de vistas sí importa cómo perciben a la víctima los demás, qué efectos del delito apreciaron en ella. Y los testigos le han contado al juez que ‘Jenni’ sufrió, que lloró y mucho. Lo que no ha habido, por cierto, es un psicólogo que objetive con informes esa realidad. El interrogatorio de la fiscal a Jennifer HermosoSí ha quedado en evidencia que el profesional que tenía en teoría la Federación al servicio de las jugadoras, Javier López Vallejo, enlace de la FIFA, de nada sirvió. No habló con ninguna de las que han declarado, tampoco con Hermoso, sobre lo que le estaba pasando. En cualquier caso, el relato de su vivencia, especialmente el de las presiones, se ha ido corroborando por los testigos de forma directa o colateral: la vieron salir del vestuario porque Rubiales la reclamaba, la vieron ir a reunirse con él en un aparte en el avión , la vieron agobiarse cuando se le impuso un comunicado de prensa que ella no había redactado y pasarlo mal cuando Rubén Rivera insistía en que cogiese el teléfono a Integridad o bajase del hotel a recibir a Luque. «No era ella», «no estaba», «no podía disfrutar», «se sentó y se me puso a llorar», «supe que la estaban presionando», «algo le habían hecho», «decía que no sabía qué hacía allí, quería irse a casa», son algunas de las frases que han sonado esta semana. Luis Rubiales, principal acusadoEn el caso de Rubiales -nervioso en el juicio, no para de hablar-, su letrada, Olga Tubau, bregada en peores batallas, no termina de mostrar sus cartas aunque de vez en cuando, se apunta su estrategia. En la acusación por agresión sexual tiene varios frentes abiertos. El primero es la tesis de que Hermoso no presentó una denuncia espontáneamente, sino que fue presionada por la Fiscalía. Esto fue rebatido por la fiscal ya el primer día , aclarando en el interrogatorio a la jugadora que sus abogados ya tenían el mandato de denunciar por agresión sexual antes de que ella moviera ficha. Pero ahí queda. La segunda línea pivota sobre el consentimiento en sí, pendiente de una pericial que se practicará la próxima semana en la que un experto en lectura de labios concluye que Rubiales pidió permiso y presume así que ella consintió, cosa complicada de evidenciar dado que la imagen del momento muestra a la jugadora de espaldas y además, el presidente de la RFEF le sujetaba la cabeza de tal forma que tapaba sus orejas.Queda el debate sobre el elemento subjetivo del tipo penal: si no hay una motivación sexual, ¿Puede constituir un delito de agresión? Aquí puede estar el meollo a la hora de dictar sentencia, salvo que antes, los peritos convenzan al juez. Hasta ahora, todos los testigos han subrayado que Jennifer Hermoso «no dijo en ningún momento que fuera consentido» y han incidido en el malestar, «el asco», que le causó. Ella fue tajante también en esto, al asegurar que ni lo permitió ni lo habría permitido.Los testigos han subrayado que en el avión se produjeron «múltiples reuniones» en torno a Rubiales con vistas a zanjar la polémicaEn cuanto a las coacciones, a Rubiales se le señala tanto por las conversaciones con Hermoso en las que le habría urgido a grabar un vídeo exculpatorio como por su ascendencia (y poder) sobre los otros tres acusados del mismo delito que de un modo u otro, hicieron por convencerla. Los testigos han puesto sobre la mesa dos ideas esta semana. La primera, que ese poder era real y llegaba hasta el punto de reunir a su núcleo duro, incluyendo a su padre, en un despacho y dictar lo que debía declarar una jefa de prensa en un informe de Integridad sin que nadie rechistase. La segunda, que en el avión de vuelta cundía el nerviosismo, que se mantenían «múltiples reuniones» en su zona con el objetivo de zanjar el asunto. Jorge Vilda El exseleccionador nacional acaba esta semana algo reforzado. La acusación sobre él reposa en dos testimonios, los del hermano de Jennifer Hermoso y su amigo íntimo Vitoriano Martín , con los que habló durante el vuelo de vuelta a España y que relataron ante el juez cómo empezó en tono «de peloteo» y luego acabó diciendo que a la jugadora, a su edad, le quedaba «poco fútbol» para insistir en la conveniencia de que se plegase al «favor» que Rubiales necesitaba. Que fue a ese asiento a hablar con ellos lo acreditarían las jugadoras Misa Rodríguez (l e siguió por el avión al ver que iba a la zona de familias) y Laia Codina. El entonces presidente del Fútbol Femenino, Rafael del Amo, escuchó a Rubiales indicarle la conveniencia de abordar al hermano para intentar «zanjar» el asunto. Pero el tenor de la conversación es clave y el exseleccionador ya en instrucción, negó que fuese en esos términos. No hay otro testigo que la escuchase y los dos que figuran, son íntimos de la denunciante. Las jugadoras Misa Rodríguez, Laia Codina y Alexia Putellas, que compareció por videoconferencia ABCEstá, además, el vídeo aportado por su defensa, el bruto de una entrevista en Antena3 donde específicamente exculpó a Vilda de las informaciones que, según decía, se estaban publicando sobre coacciones a las familias. En la Sala, Rafael Hermoso aseguró que mintió al periodista para proteger a su hermana, pero el que salió beneficiado de sus afirmaciones fue el entonces seleccionador. Albert LuqueComparten las fuentes sondeadas por ABC que el exdirector de la selección no ha salido bien parado en esta primera semana de juicio, sobre todo tras la declaración como testigo de Ana Ecube, la amiga íntima de Hermoso que viajó con las jugadoras a Ibiza y que «por protegerla», bajó a ver a Luque cuando se presentó en el hotel y Rivera insistía en que ‘Jenni’ tenía que hablar con él. El jueves contó ante el juez que iba de amigo y ella le pidió que entendiera entonces que la jugadora necesitaba su espacio. La cosa se torció y le acabó diciendo que «Rubiales paga muy bien los favores» y no les iba a faltar trabajo a ninguna de las dos. Ana Ecube durante su declaración ABCSi se quedara en esto, sería un testimonio contra otro. El problema es que después, Luque se descargó en mensajes «desafortunados», diría su abogado en la Sala, contra Jennifer Hermoso al teléfono de Ecube. Se reprodujeron en en el juicio y es probable que se vuelvan a exhibir esta semana durante la prueba documental. Le deseaba lo peor y anunciaba que cuando llegase, a él le alegraría. Con todo, Ecube dejó claro a preguntas de la defensa que no percibió ni amenazas ni violencia contra ambas, lo que abre el debate sobre el alcance del tipo penal de coacciones.Rubén RiveraLa participación del que era responsable de Márketing en los hechos arranca en la expedición a Ibiza, como persona de referencia de la Federación que las acompañaba y las asistía en sus necesidades. Tanto las jugadoras como Ecube ratificaron que nada más llegar, en una comida y en un lapso de menos de media hora, insistió a Hermoso en que atendiese a la RFEF por teléfono porque Integridad tenía que hablar con ella, hasta el punto de crear una situación «incómoda», que diría su amiga y suplir la excusa de «no tengo batería en el móvil» llevándoselo a enchufarlo. El siguiente escenario es esa misma tarde con la llegada sorpresiva de Luque al hotel y Rivera «cinco o seis veces» d iciéndole a Hermoso que baje a verle. Ella se echó a llorar, según relataría Codina, y Ecube bajó para que ella se lo ahorrase. La cuestión es que antes y después de ambos incidentes, como durante el resto de la expedición, seguían todas, incluida Hermoso, recurriendo a él con naturalidad para las cosas varias que iban necesitando en su estancia. Misa, a preguntas de su letrado, dio una clave: «Era un pesado». Este lunes declara como testigo la esposa de Rivera.

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