Klaus Mäkelä, el genio capaz de reinventar la gran orquesta de la Royal Concertgebouw

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Klaus Mäkelä, el genio capaz de reinventar la gran orquesta de la Royal Concertgebouw

El Auditorio Nacional de Madrid es un campo de batalla. Los movimientos bruscos con los codos del maestro azotan los violines, de forma que una brisa se levanta desde el escenario. Los arcos atraviesan la sala y pasa de nuevo un aura de música por las butacas. Es el viento de la música, el huracán de la Royal Concertgebouw Orchestra, la brisa radiante de Europa. Todo esto, bajo una batuta eléctrica, determinante, firme. Es la batuta de Klaus Mäkelä. El maestro finlandés hurga en las partituras como si quisiera arrancar cada una de las notas y arrojarlas a la audiencia casi sin piedad. En ocasiones dirige solo con los ojos, a veces baila, a veces parece gritar en silencio. Son sus latidos los que descomponen cada uno de los épicos compases de Strauss, que vuelve a recomponer con diligencia y seguridad. Su cabeza golpea y sacude el auditorio, que sigue sin aliento al conjunto que ha pasado por Madrid con Ibermúsica. La orquesta deja en vilo a un público con su sonido majestuoso. Noticia Relacionada estandar Si Klaus Mäkelä y la Orquesta del Concertgebouw proponen otra forma de decir Alberto González Lapuente El jovencísimo director finlandés actuó en el ciclo IbermúsicaSin embargo, hace unas horas, lo que había era ruido . Los golpes del elevador que trae los instrumentos al escenario con el equipo técnico de la Royal Concertgebouw Orchestra han cambiado por el de los músicos en cuestión de segundos. El bullicio de los vientos, las cuerdas y percusión sonando al mismo tiempo mientras calientan impide apenas mantener una conversación. Entre los artistas que entran al escenario hay una joven que se queda parada y mira al techo. «¡Guau! ¡Es que son muchos, muchos, los recuerdos que guardo!», comenta. Es Miriam Pastor y es el principal corno inglés de la orquesta. Pisó por primera vez este auditorio, hace ya muchos años, con la Joven Orquesta Nacional de España. Sus ojos vidriosos no pueden contener la emoción a pesar de que lo ha visitado ya muchas veces.El maestro conversa con algunos músicos durante el ensayo. La orquesta calienta y se prepara para el ensayo acústico antes del concierto. ignacio GilEn los rostros de los músicos está el cansancio propio de las giras, las horas de trabajo acumuladas, pero también la agitación de que en menos de una hora estarán frente al público de Madrid. Hay algunos que comparten risas, otros repasan. Hay algún músico que se ha escondido entre las butacas para poder escuchar el sonido de su trompeta. Mientras se van sentando unos cuantos ya en sus puestos, otros entran al auditorio vestidos con el traje del concierto. «Yo prefiero no usarlo para no arrugarlo», comenta uno de los músicos. El caos sigue.SilencioLa apertura de una puerta interrumpe a la orquesta y el silencio, en un instante, se gesta en la sala. Al segundo, unos pasos sigilosos se escuchan a través de la puerta izquierda de la sala. Camina entre los músicos un joven finlandés que saluda cordialmente a alguno de los músicos, al concertino, por supuesto, que sonríe y cierra los ojos. El resto de miradas están fijadas en él, en profundo silencio. «Ayuda, pero no molestes. Era lo que siempre decía mi profesor, Jorma Panula, y me parece brillante, porque eso es lo que debe ser un director». Quien habla es Klaus Mäkelä (Helsinki, 1996), el director que acompaña a esta orquesta. No es un extraño en este conjunto, llevan ya unos cuantos años trabajando juntos. Fue prácticamente un flechazo, y se aprecia en la forma que tiene el maestro al escucharla. Se ve también en la forma en la que sus miembros miran a su capitán, con respeto, confianza. Ahora está al frente de la Orchestre de París y como titular en la Oslo Philharmonic, pero en 2027 asumirá la titularidad de la Royal Concertgebouw Orchestra y dirigirá la Chicago Symphony Orchestra . Es un joven de pocas palabras, prefiere callar. Sabe que un director tiene que ofrecer pocas palabras a los músicos, hablar de más es meter la pata. Mäkelä tiene dominado el silencio con la batuta y en el podio. Después de escuchar varios compases del ‘Idilio de Sigfrido’, de Wagner, el finlandés lanza una serie de indicaciones a los músicos. «Suena bien, pero habéis hecho ‘tititá’. Es ‘piarará’». Con esas cuatro palabras, todos los integrantes son capaces de interpretar los tres compases de un modo radicalmente distinto. Las señales del maestro son concisas, firmes, y al tiempo, comprendidas inmediatamente por los músicos. Su fraseo es directo sin ser dictatorial y no deja a los músicos esperando. Dos palabras, un gesto. «Hay diferentes formas de autoridad. La más deseable es la natural, que viene del hecho de que no tienes que demostrar nada porque simplemente haces las cosas y tienes confianza en ti mismo».La orquesta repasa ‘Una vida de héroe’ de Strauss, que forma parte del primer programa que el conjunto interpretó en el Auditorio Nacional Ignacio GilDurante muchos años, se ha entendido la dirección de orquesta como un puesto de autoridad casi totalitaria. En cambio, con el paso de los años, su rol ha evolucionado y la vía del diálogo y la comunicación se ha abierto. Mäkelä lo aprendió de su maestro Panula, que desde bien joven le enseñó a practicar esta vocación: «La orquesta tiene que tocar de forma creativa. Tienen que entender el marco, y ese es mi trabajo. Trato de hacerlo de forma que la gente se sienta comprendida, escuchada, pero también desafiada. Aunque queramos ensayar siempre las mismas piezas o piezas nuevas, queremos ser mejores. Es la ambición que compartimos lo que también nos une. Mientras tengamos eso, no creo que haya que tener miedo de que ocurran cosas malas si las cosas no van bien».La aprobaciónEl liderazgo es tan necesario para el maestro como la aprobación de su orquesta. Y Mäkelä la tiene. El grupo asume con la cabeza convencida cada indicación, como si una pequeña bombilla se hubiera encendido en todas sus mentes. Los músicos lo respetan. El hecho de que se le hayan confiado tantas cosas a Mäkelä con 29 años, recién cumplidos, como la titularidad de la Royal Concertgebouw Orchestra, o que haya debutado junto a la Filarmónica de Viena recientemente, es testimonio del entusiasmo con el que los músicos le han acogido. Lo aprueban y también lo siguen. De ahí que hayan sido ellos mismos quienes le hayan elegido para ser el titular de la RCO. «Desde que se fue Mariss Jansons, no habíamos tenido una conexión tan fuerte como la que hemos tenido con Mäkelä. Confiamos totalmente en su trabajo juntos. Ya lo sentimos parte de la familia. Aún no está aquí, es ya como un director titular. Es súper exigente con nosotros, nos queda mucho por crecer con él», reconoce Miriam Pastor.El maestro golpea y golpea el brazo derecho hacia abajo. Con el izquierdo gesticula a los violinistas y sus violines crecen y crecen. El trabajo del maestro y la orquesta, como cualquier artista, es inacabable. Nunca hay dos conciertos iguales. Nunca hay un concierto inmejorable. Es el misterio de la música y es al mismo tiempo lo que la mantiene viva.El maestro asumirá la titularidad de la orquesta en septiembre de 2027 Ignacio Gil«Es un dualismo muy extraño el que vivimos. Luchamos y también sentimos que nunca seremos lo suficientemente buenos. Todo artista tiene que ser extremadamente humilde porque tienes que saber que nunca eres perfecto y que siempre puedes mejorar. Si crees que eres genial, nunca mejorarás, aunque, al mismo tiempo, tienes que tener mucha confianza en ti mismo. Debo decir que es una aventura que siempre nos mantiene alerta», explica el maestro. La búsqueda de la perfección puede convertirse en un delirio si no se enfoca bien. Es necesaria, pero al mismo tiempo, es la imperfección lo que marca la diferencia. Es lo que ha descubierto Miro Petkov, trompeta principal de la orquesta, en estos años: «Debemos estar llenos de carácter para sobrevivir como conjunto, es lo que nos hace distintos. Parece que ahora todos queremos tener un minuto de oro en las redes sociales donde aparezca un show perfecto. Pero si la música clásica fuera perfecta perdería su carácter. La belleza de la música es precisamente la diferencia». CamerinosEl maestro da las gracias con una sonrisa y concluye el ensayo acústico. Mäkelä conversa con algunos de los músicos, comentan el ensayo, la acústica del auditorio. Y camina hacia su camerino tranquilo y silencioso. Toda la fuerza, los golpes, los cabezazos y los quiebres de espalda han quedado en el podio. Ahora solo está Klaus Mäkelä. Aunque es prácticamente imposible desvincularlo de la música. Es más, da la sensación de que huye de cualquier posibilidad en la que él pueda ser el protagonista. Solo quiere que lo sea la música. También hay un aura de protección a su alrededor frente a su ascenso, que puede que haya sido meteórico, pero en realidad solo le precede trabajo y más trabajo. Tampoco es el primer director de orquesta de veintitantos años que irrumpe en la escena clásica. Gustavo Dudamel tenía su edad cuando se convirtió en director musical de la Filarmónica de Los Ángeles. Leonard Bernstein tenía 25 años cuando debutó con la de Nueva York.Miro Petkov, primera trompeta, José Soborg, trompa, y Miriam Pastor, corno inglés. Klaus Mäkelä. Ignacio GilFrente al espejo del camerino hay un hombre al que no le importa lo más mínimo el éxito, solo el trabajo. Solo aprender, crecer, mejorar. Dirigir. «Cuando ves la maestría de lo que han conseguido hacer algunos compositores, me siento muy pequeño. Pero vivo una vida musical muy privilegiada, increíble, porque tengo la oportunidad de trabajar con los mejores músicos del mundo. Y es una responsabilidad tremenda. Soy muy consciente de ello y es muy importante serlo. Tengo que asegurarme de que cumplo lo prometido y de que siempre estoy al tanto de todo. Es una gran responsabilidad, pero también un placer». Los medios hablan mucho sobre él, de ahí quizás que su entorno quiera protegerlo. Aunque a él no parece importarle demasiado lo que se diga porque su foco está puesto en la música. Al fin y al cabo, la voz que importa es la de los músicos. Es a quien Mäkelä se debe como director. A ellos y al público. Y esas voces están con él. En su camerino hay silencio, pero en el de la orquesta, alboroto. En los laberínticos pasillos del Auditorio Nacional hay músicos y más músicos que ríen, conversan y algunos hasta se toman su tiempo para dormir una rápida siesta antes del concierto. La vida de una orquesta es extraña. Hay quien prefiere repasar un par de fragmentos de la pieza de esta noche, pero hay otros que creen que el trabajo ya está hecho. «Estamos agotados porque llevamos días viajando. A partir de mañana ya tengo más tiempo libre para ver la ciudad, museos, quedar con amigos y familia, que está por aquí». Es José Luis Sogorb Jover, trompista de la orquesta y un alicantino que lleva ya casi diez años en la Royal Concertgebouw Orchestra. Están acostumbrados a esta vida transeúnte, nómada porque después de Madrid se van con la música a otra parte. Las fundas de los contrabajos se convierten en un vestuario provisional. Allí se cambian los artistas. Klaus habla tímidamente con algunos de ellos. «La relación entre Mäkelä y la orquesta es una relación basada en la más alta estima por lo que hace desde el punto de vista artístico, pero también es una relación natural. Diría que somos, en cierto modo, amigos, y eso es lo que él siente también. Él es el director y lleva la batuta, pero lo hace junto a nuestra orquesta. Es un regalo para el mundo de la música», indica Dominik Winterling, director general de la Concertgebouw Orchestra.Kläus Mäkelä, próximo director titular de la Royal Concertgebouw Orchestra Ignacio GilLas butacas del Auditorio Nacional se comienzan a llenar. No todos los días se tiene a una de las mejores orquestas del mundo en la capital y menos aún con el maestro Mäkelä y eso se percibe en el ambiente, por la expectación inevitable y al tiempo inexplicable que genera el director de orquesta y por la presencia ya asidua de la misma con Ibermúsica. Así lo explica Wintering: «Para la orquesta significa muchísimo estar aquí, en España. Hemos venido mucho, la primera vez fue en 1967 con Bernard Haitink. Nos encanta el Auditorio, la audiencia. Es importante venir con nuestro futuro director titular Klaus Mäkelä, que debuta en Madrid».El maestro entra en escena, saluda rápidamente al público, casi amagando el gesto, sonríe y pasa a la acción. Las cuerdas irrumpen en la sala como cuchillos afilados en los primeros compases de ‘Subito con forza’, de Unsuk Chin. Es toda una declaración de intenciones de lo que va a ocurrir durante la noche. Los timbres de los metales, con sordinas y combinados, junto a la percusión, centran al público bajo el baile de Mäkelä. « No necesitas muchas palabras para describir a Mäkelä. Es todo energía, aunque creo que nosotros también la sabemos devolver. Y eso lo ve el público», asegura Miro Petkov. Este sentencia la obra con aplausos efusivos. El público que asiste a un concierto en realidad se lleva dos a casa: el de los músicos y el de las toses de los espectadores angustiados que esperan a que termine un movimiento para respirar y aliviar la garganta. Esa noche no hubo un segundo concierto. Los asistentes, entre los espacios de silencio en ‘Una vida de héroe’, de Strauss, quedaban sin aliento, perplejos ante la orquesta. Strauss dedicó esta obra precisamente a la Royal Concertgebouw Orchestra y a su director Willem Mengelberg en 1898. Sobre los atriles estaban esas mismas partichelas usadas entonces con anotaciones del propio compositor. Esta orquesta es el sonido lujoso de Europa, con vientos plenos, profundos y desconcertantes que se entremezclan con unas cuerdas aterciopeladas. Las arpas doradas son un signo más del centelleante sonido de la música europea. El valor incalculable de la identidad de la Royal Concertgebouw Orchestra es un tesoro que se le ha concedido a Mäkelä con el fin de que lo custodie. «Es muy importante que en este mundo de globalización, donde tantas orquestas empiezan a sonar un poco igual, mantengamos nuestra identidad. Klaus tiene muchísimo respeto por la tradición de la orquesta», reconoce Pastor. Custodiar un tesoroCustodiar la identidad de este grupo no es fácil. Uno puede tener la tentación de proteger tanto su esencia que finalmente quede estancada. No es el caso de Klaus. «Es joven y tiene mucho camino por recorrer. Pero lo que me resulta interesante es que quiere mantener la tradición, seguir la misma línea que el resto de directores, y a la par considera que es extremadamente importante atraer a jóvenes a los auditorios. Y esto es algo muy interesante a la hora de crear programas», asegura Winterling. El maestro es consciente de su responsabilidad, se aprecia en la mirada hacia sus músicos, en el breve saludo al público, que prefiere evitarlo para aplaudir a la orquesta.Ignacio GilDirigir no es fácil, pero dejarse dirigir tampoco. La primera acción requiere de cuestiones de estudio, carisma, liderazgo. La segunda, en ocasiones, resulta casi más compleja. Dejarse dirigir es saltar al vacío. Es lo que hace ahora la Royal Concertgebouw Orchestra con Mäkelä. «Conoce perfectamente cada grabación histórica. Esto es lo que nos quieren transmitir los músicos mayores a las nuevas generaciones de la orquesta: mantener la identidad de la orquesta y, al tiempo, integrar la frescura que nos da Mäkelä. Ese es el único camino». La mirada del concertino Vesko Eschkenazy es la prueba de la confianza que tiene la orquesta puesta sobre el maestro. Son 25 años de carrera que observan y escuchan con esperanza a un líder joven que aspira a ser respetado en la música. Es la voz del pueblo que quiere ser dirigida por una batuta enérgica, responsable, que arriesga y a la vez preserva. «La Royal Concertgebouw Orchestra es una pequeña sociedad, y la mitad del trabajo es defenderla porque es algo extraordinario. Tienes que asegurarte de que las cosas se mantengan en forma. Y al mismo tiempo, tienes que conseguir que sea cada vez más flexible. Y lo mejor de la música es que el trabajo nunca termina. Siento orgullo por la herencia que recibo. Las cosas buenas en el arte suceden con el tiempo, nunca precipitadamente, y con la preparación adecuada. Y creo que vamos por muy buen camino», indica Mäkelä.PertenenciaLos músicos también tienen la labor de custodiar este tesoro. O, al menos, eso cree Soborg: «Deberíamos quitar un poco de elitismo a la música clásica para acercarla mucho más a la gente con menos posibilidades. Tenemos que contribuir a abarcar a un público mucho más amplio. La música clásica no es solo para un tipo de gente». ¿La música clásica es algo del pasado o del futuro? ¿Por qué a uno de los tesoros más preciados de la música como la Concertgebouw se le confía a un joven con el fin de que la guíe? ¿Es posible custodiar y arriesgar al mismo tiempo? Muchas preguntas, pocas respuestas, aunque sí una certeza: La determinación de Klaus Mäkelä y la fijación por la música , que son los rasgos que han conseguido conquistar la confianza y el respeto de los músicos, el mismo que él siente ante sus predecesores.«No creo que la música clásica sea algo del pasado, creo que es algo del futuro. Hemos tenido redes sociales y ahora veo que todos mis amigos quieren deshacerse de eso. Quieren traer de vuelta los libros de papel y quieren estar tranquilos. Sentarte en un auditorio es una experiencia única. Lo haces solo, pero al tiempo es algo colectivo. Cuando voy a un museo o a un concierto siento que formo parte de algo. Y creo que de eso se trata. También cuando tocamos. Por eso lo hacemos. Queremos formar parte de algo».

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