‘No sonamos mal’, anatomía de una generación con la desilusión intacta

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‘No sonamos mal’, anatomía de una generación con la desilusión intacta

En un entretenidísimo y estupendamente hilado relato coral, la rama editorial de la web Muzikalia ha diseccionado la escena de músicos mayoritariamente jóvenes que mantiene viva la llama del guitarreo en España, cuyo liderazgo suele adjudicarse por comodidad a Carolina Durante cuando en realidad ha habido muchos más grupos clave para el nacimiento y desarrollo del fenómeno.’No sonamos mal’ (título que alude a un verso de, ejem, Carolina Durante), elaborado por Dani Vega, Enrique Zamorano y Víctor Terrazas, se centra en lo ocurrido en la escena durante los últimos diez años, sin dejar de hacer la pertinente referencia a otras bandas anteriores como Triángulo de Amor Bizarro y Biznaga, que no se adscribieron a ninguna corriente concreta, y también a las pertenecientes al estallido garajero alrededor de 2010. Estos últimos grupos, que cantaban casi siempre en inglés, alcanzaron bastante éxito fuera de España, y aunque aquí no llegaron a consolidarse y muchos de ellos desaparecieron, sentaron las bases éticas (por así decirlo) y logísticas de una nueva infraestructura ‘indie’ que a partir de 2018 aprovecharon los protagonistas de este libro. Tal como afirmaron The Parrots en una entrevista con Rockdelux: «Muchas de las cosas que hicimos en esos años han tenido un impacto muy profundo en las cosas que se están haciendo ahora. Creemos que, en muchos ámbitos, se dio un fuerte golpe en la mesa y la confianza en nuevos proyectos y en la gente joven creció».Noticia Relacionada estandar Si 35 años de Subterfuge, la cuna madrileña del ‘indie’ Nacho Serrano El sello celebra su aniversario con un collage gigante expuesto en La Vitrina del Pasaje de los RelojerosEsa confianza efectivamente creció de forma exponencial, generando el nacimiento de infinidad de proyectos guitarreros sostenibles, pero ‘No sonamos mal’ incide en que eso no ha servido para corregir la lacra que asola a estos músicos: la precariedad . Y de alguna manera, demuestra que las bandas tienen más que digerido el hecho de que hay que convivir con ella, igual que con los precios de la vivienda y otros aprietos generacionales, sin dejar de criticar la situación, pero con un espíritu de resignación bañado de sarcasmo.El que mejor lo sintetiza en el libro es Fernando Naval, cantante y guitarrista de Camellos : ««Esto no es nuevo, la gente que se ha dedicado a la música en estos últimos veinte años lo tiene asumido. Suena terrible ahora que lo digo en plano, pero es así. Los que se dedican a la música lo asumen o lo dejan. Para mí esto en España es algo que hay que asumir. Yo lo quiero cambiar, pero ¿la gente está dispuesta a pagar lo que vale un concierto de verdad a un disco? Hay que estar dispuestos, y esto cambiará y alguien lo disfrutará, pero la mayoría no lo vamos a ver».Daniel Belenguer del grupo Alavedra, va más allá y asegura que «ser músico es una cosa utópica». Para este cantante y bajista barcelonés, intentar vivir de ello «es un suicidio mental y económico que va a acabar con tu vida y la de la gente que hay a tu alrededor», y confiesa que su psicóloga le dijo que «si dedicas el veinte por ciento del tiempo de tu vida a tu proyecto artístico propio, vas a acabar muy mal».’No sonamos mal’ también sirve de agente desmitificador, abriendo los ojos de quienes se relacionan con esta industria sólo como clientes para hacerles ver que no es oro todo lo que reluce. « La gente se cree que en los festivales se saca pasta pero muchas veces no nos sale ni a cuenta», cuenta Sixto Martín, de La Trinidad. «Y encima tocar a las cinco de la tarde y casi te paguen en especie… Todos los festivales se mueven al fin y al cabo en los mismos márgenes, pero la dinámica más perversa de todas es la de la mierda del Mad Cool, me cago en la madre que los parió. Esa gente monta conciertos esperando al puto bus en el parking. Bueno, y el Primavera también. Eso ya no es ningún concierto, eres un mono de feria».Lo de guardar las apariencias y hacer creer a la gente que a poco que tengas éxito vas a vivir rodado de glamour, es una imagen que se desmorona ante discursos como el de Ismael Cámara, de Apartamentos Acapulco. « Me hace gracia cuando hay grupos que afirman que pueden vivir de la música », dice el guitarrista. «De la música no vive ni Cristo. Como muchos Los Planetas o Lori Meyers. Me da rabia que bandas que conozco mientan en las entrevistas diciendo que se dedican a ello profesionalmente. De cara al público queda guay, pero no es verdad». Los datos avalan su disquisición: el informe de la Sociedad de Artistas Intérpretes o Ejecutantes (AIE), revela que casi el sesenta por ciento los artistas musicales no alcanza el salario mínimo, y el cuarenta y cuatro por ciento necesita otro trabajo para sobrevivir.MÁS INFORMACIÓN Sôber: «Los40 Principales dijeron ‘no más guitarras, y las tendencias cambiaron hacia otros géneros que no hacen reflexionar»Esta precariedad rampante es uno de los elementos fundamentales de ‘No sonamos mal’, pero el libro aborda muchas otras problemáticas, como la lucha por la visibilidad en redes, la lucha por seducir al algoritmo de Spotify, la lucha para conseguir un sello, la lucha para que los promotores te traten dignamente… Son tantas, que parece milagroso que sigan naciendo bandas de guitarras. Viven sortaendo zancadillas constantemente pero ahí siguen, y la gran mayoría, haciendo buena música. Desde aquí, un aplauso para todas ellas.

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