Defensa: gastar más y mejor

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Defensa: gastar más y mejor

Hace casi dos años, en un debate sobre ‘Guerra y paz en un mercado global’, César Ramos, director general de la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (Tedae), nos introducía en el cambio del paradigma de seguridad citando al premio Princesa de Asturias Nuncio Ordine : «En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía; un cuchillo, más que una poesía; una llave inglesa, más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte».Nuestra sociedad empieza a entender que las Fuerzas Armadas y la industria de defensa aseguran nuestra libertad, la justicia, el Estado de derecho, la democracia y la Constitución más allá del efecto que produce su utilización. Tenemos que reforzar y asegurar, con visión de futuro, este mensaje: la defensa es el dique de protección de la libertad de nuestra sociedad para elegir su rumbo y asegurar su bienestar. Y esto es lo importante. No obstante, a nivel político seguimos escurriendo el bulto. El árbol de justificar un gasto del 2 por ciento nos impide ver el bosque de mejorar nuestra seguridad y de afianzar nuestras alianzas, atlántica y europea, en un mundo que se mueve en la incertidumbre a una vertiginosa velocidad y con una tremenda libertad de acción, audacia y asunción de riesgos por parte de naciones, alianzas y grupos de presión, dentro y fuera de la legalidad.En la Escuela Naval Militar, el siglo pasado, en las paredes de la escalera de los dormitorios de los guardiamarinas, colgaban metopas con frases motivadoras. Una de ellas decía: «Ser, no parecer», reclamando autenticidad y penalizando el postureo. Hoy, algunos han corrido la coma y promueven y practican el «ser no, parecer».En el segundo cuarto del siglo XXI la cultura que prioriza el valor de la imagen, de la visibilidad y del postureo no es de recibo en el ámbito de la defensa, por ineficiente y peligrosa. Soplan vientos de poniente y amenazan tiempos tormentosos que aconsejan profundizar en la necesidad de autonomía estratégica, racionalización orgánica e implantación decidida de las nuevas tecnologías. Nuestro presidente, en la reunión informal (retiro) de líderes europeos a primeros de febrero en Bruselas, declaró que en la Unión Europea y, por ende, en España teníamos que gastar mejor en defensa, y a continuación se deslizó por una sinuosa senda de inconsistentes lugares comunes para conseguir que ese «mejor» diluyera el «más». Se dice en Galicia, «amigos somos, pero a vaquiña, polo que vale», un conocido refrán castellano nos recuerda que «al pan, pan y al vino, vino», y podemos rematar con el ‘facta non verba’.Alardear de gastar más en defensa, maquillar el gasto, gastar más mirando hacia atrás, sólo servirá para intentar justificarnos ante nuestros aliados, pero no aportará mejoras a nuestra seguridad ni a nuestra industria. La agonía gubernamental para justificar en corto plazo un gasto en defensa del 2 por ciento del PIB pone en evidencia la imprevisión, la incapacidad de gobernar, la pereza orgánica de la Administración, el desconocimiento de los riesgo y amenazas actuales y la infravaloración de la solidaridad en el gasto de defensa como elemento de cohesión de la Alianza Atlántica, fundamental para la seguridad europea, en situación crítica. Hay que insistir que una defensa eficiente es el dique que asegura nuestra libertad. Tenemos que gastar más, nos lo exigen nuestros aliados, y tenemos que gastar mejor, esta es nuestra responsabilidad.Este aumento del presupuesto de defensa debe acompañarse de un proceso de renovación de las Fuerzas Armadas, racionalizando su organización y estructura y mejorando nuestras capacidades humanas y materiales. Precisamente este año 2025 caduca el documento ‘Visión FAS 2025’, desarrollado en 2012 y que tenía como objetivo, dentro del general del Gobierno de racionalizar la Administración, la racionalización orgánica y estructural de las Fuerzas Armadas. El proceso de renovación sigue vivo, con un viento largo de poniente que lo favorece. En el campo de la inversión no debemos perder de vista a las personas que constituyen el alma y el corazón de las Fuerzas Armadas. La línea de acción prioritaria debería ser la inversión en mejorar las condiciones de vida, salarios y modelo de carrera de los militares para aumentar su moral, su formación y su adiestramiento para el combate (moral alta, eficacia alta) y la incorporación masiva de la reserva voluntaria a las plantillas de las Fuerzas Armadas para mejorar la cohesión y ósmosis social, antipopulista, además de expandir el conocimiento de las Fuerzas Armadas y la cultura de defensa. En el campo del material es necesario identificar y desarrollar proyectos estratégicos duales de alta tecnología. Podrían ser la combinación de sistemas de control remoto y autónomos basados en la inteligencia artificial con enlace satelital y comunicaciones basadas en computación cuántica, los populares drones aéreos, terrestres, marítimos de superficie y submarinos ideales como elementos de prevención, disuasión y combate. En España tenemos capacidad I+D+i, capacidad industrial y un ecosistema de industria de defensa que podría convertirnos en referente en el diseño, desarrollo, producción y empleo de estos sistemas, con una capacidad real de proyección hacia Hispanoamérica y África. El impulso a la autonomía estratégica nacional de un programa de este calado es evidente, además de impulsar el desarrollo industrial en tecnologías de alto rendimiento y futuro. La mejora, la eficiencia de una inversión en defensa, que para mejorar la cohesión, solidaridad y supervivencia de nuestra Alianza Atlántica será una realidad en el corto plazo, no puede ejecutarse sin una ley de programación y financiación de la defensa a corto, medio y largo plazo. Es significativo que el Instituto para Estudios de Seguridad de la Unión Europea (Euiss), en un análisis sobre nuestros riesgos globales, de febrero de este 2025, tras la evolución de la guerra entre Ucrania y Rusia, priorice, en segundo lugar, el riesgo de que Estados Unidos rompa su compromiso con la defensa de Europa y abandone la Alianza Atlántica. Esta ley debe sincronizar nuestra estrategia nacional con planes, programas y presupuesto, de forma que asegure unas Fuerzas Armadas excelentes, mirando hacia adelante, y el aumento de la cultura de defensa y el compromiso de la ciudadanía ante la protección de su estado de bienestar y la valoración de los retornos sociales, económicos e industriales que conlleve. Hablar de gastar más y mejor sin planes, programas y presupuesto es escurrir el bulto, algo difícil y peligroso en tiempos de exigentes realidades y grandes desafíos.SOBRE EL AUTOR Fernando García Sánchez es almirante general (R) y fue jefe de Estado Mayor de la Defensa

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