Torre Baró En ‘el 47’ ahora votan a la derecha

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Torre Baró En ‘el 47’ ahora votan a la derecha

Juan Escamilla habla con acento de Bujalance y nunca ha estado en Bujalance. 64 años, albañil jubilado, entra en escena desde detrás de una casa del barrio barcelonés de Torre Baró, una quebrada a las afueras de la ciudad en la que las edificaciones cuelgan del monte en un equilibro imposible. Se apoyan unas en otras sobre un revoltijo de muros y escaleras con formas casi infantiles como si las hubiera proyectado un niño o aquel hombre que construyó una catedral con sus propias manos. Noticia Relacionada estandar No Dónde ver la película ‘El 47’ de Marcel Barrena nominada a mejor película en los Goya 2025 Jorge Herrero El largometraje es el gran favorito de la noche con un total de 14 nominacionesPor la subida y bajo la lluvia va el reportero jadeando como un alpinista un desorden de huertas, corralillos hechos con palés en los que se guarda una cabra y chamizos cubiertos con chapas sobre las que andan en círculos unos perros inquietos y ensimismados. Sobre el sonido de la respiración, se escucha un pájaro pardillo y suena arrebujado como si se friera un huevo. Todo aquel universo solo pudo alumbrarse como hijo de la necesidad y de la prisa con la que lo levantaron inmigrantes andaluces y extremeños que a finales de los años 50 encontraron refugio de la pobreza en la rica Cataluña.Toda aquella epopeya charnega ha vuelto a la actualidad porque la ha retratado la película ‘El 47’, en la que Marcel Barrena cuenta la historia de Manolo Vital , el conductor que secuestró un autobús para llevar servicios a su barrio, imagen de la lucha obrera que llevaron a cabo para conseguir unas mínimas condiciones de vida. Los guionistas metieron en aquel autobús a un joven Pasqual Maragall que, si no estuvo allí en la realidad, sí que tuvo buena relación con Vital y sirve para retratar cómo el PSC y la izquierda española catalana defendieron los derechos de aquella gente e hicieron suyas sus evidentes necesidades. Hoy hay autobús a demanda en la barriada que se solicita a través de una ‘app’, pero el viento del voto del barrio con la renta más baja de Barcelona rola a la derecha. Aunque el PSC sigue siendo la fuerza dominante en las urnas, de 2019 a 2023, el voto al PP y Vox creció un 32% y esta parte del arco político obtiene un 25% más de apoyo que la media de Barcelona.«Torre Baró siempre ha sido de izquierdas, pero ahora está de moda votar a Vox» . Lo explica Juan con un acento suyo que es eco de un mundo que lleva dentro, pero que no ha vivido. Porque solo estuvo una vez en Córdoba capital con su mujer, un par de días. Lo trajeron sus padres, con la pena y el hambre, en busca de trabajo en la próspera Barcelona del franquismo. Empujados por la pobreza, por la represión o por las dos, se vinieron en busca de un jornal y levantaron el barrio de entre las zarzas de la zona alta de la capital, tan lejana que parecía otra ciudad. Allí solamente había construido un castillo en el siglo XVI. En la década de los 50 del siglo pasado, ante el crecimiento descontrolado de la ciudad, se parceló la zona y los más desfavorecidos se pudieron hacer con un pequeño terreno para empezar una nueva vida.Sin techo no había casaComo cuenta la película, la Ley de la Vivienda de entonces mandaba que, si la casa tenía techo al amanecer, se consolidaba como legal. Para conseguirlo, por las noches, las cuadrillas improvisadas de vecinos levantaban una casa entre todos en pocas horas. Hicieron su hogar de aquel mundo imposible y escarpado de caminos de tierra, baches, charcos y larguísimos viajes a trabajar en los sótanos de la sociedad de entonces. Se ayudaban entre ellos, se buscaban la vida de albañiles, pintores y obreros o en las fábricas y aprendían el catalán por necesidad unos, otros por amor y otros porque lo identitario es un lujo que solo se pueden permitir los ricos.Si uno se fija, por aquellas cuestas aún se encuentran las huellas visuales de unas identidades orgullosas que aún no se han desvanecido: un escudo del Real Madrid, una bandera de Extremadura, otra de Andalucía, un azulejo de la Virgen del Rocío en la entrada de una casa. En la parte alta del barrio ondean cuatro banderas españolas. Una de ellas pertenece a Jesús Méndez al que llaman ‘El Vasco’ porque nació en Bilbao de padres emigrantes extremeños, de ‘los antiguos’, como se conoce a los primeros colonos. También mantiene el acento de su padre un minero natural de Hernán-Pérez, en Cáceres. «Manolo Vital entró por esta calle con el autobús. Se montó mucho jaleo. Cuando llegamos aquí, no había ni luz, ni agua. Venía un camión con bidones. Todo esto era camino. Al principio, vivíamos en la parte baja del barrio y lavábamos la ropa en una acequia de una mina en el río Besós», recuerda, y extiende hacia el valle cuajado de bloques su manaza de encofrador retirado de 64 años y la muñeca ancha con pulsera de la Legión Española. La suya es la quinta bandera que cuelga desde 2017. Le puso hasta un mástil. Antes, tenía una de dos metros, pero le rozaba con el toldo y la tuvo que sustituir por esta, más pequeña.—¿Es cierto que cada vez hay más gente de derechas en el barrio?—A mí la política no me interesa. Yo soy español y si me preguntas en catalán, respondo en español. Pero defiendo a Vox, sí.—¿Cómo se explica que ustedes siendo inmigrantes voten a un partido que no quiere inmigrantes?—Porque nosotros veníamos a trabajar, no a comprarnos un patinete de mil euros con las pagas que nos dan y a no hacer nada. Si vienen inmigrantes a dar la cara y a ganarse el pan como vinimos nosotros, bienvenidos sean. Nosotros trajimos el autobús hasta aquí, con lo que nos costó meterlo. No puede ser que ahora vengan a subirse en él sin pagar y les den pagas mientras hay gente del barrio pasando hambre. Nos han dejado tirados.—¿Sienten un orgullo charnego?—Eso es política, ahí no quiero entrar.Los llegados de fueraCharnego, que es como se referían en Cataluña a los inmigrantes del resto de España, tiene dos acepciones en el Diccionario de la Real Academia Española de Lengua. La primera definición es «inmigrante de una región española de habla no catalana»; y la segunda, «hijo nacido en Cataluña de un progenitor catalán y un progenitor no catalán». Etimológicamente, su origen se sitúa en el gascón ‘charnego’, forastero o inadaptado y se considera un término despectivo y xenófobo, aunque en los últimos años, algunos charnegos han reivindicado el insulto que recibían como un símbolo de orgullo de su origen y se da una inversión del término. Antes no lo querían escuchar los no catalanes y ahora, el nacionalismo pretende que no se utilice porque, dicen, crea fronteras. Esto es que recuerda toda aquella discriminación y el esquema de catalanes ricos frente a andaluces pobres que no siempre era cierta, pues hubo, naturalmente, catalanes obreros. Arriba, un corredor sube colina arriba hacia Torre Baró. En lo alto del barrio ondean cuatro banderas españolas. a la izquierda Julio Trujillo, que llegó de Huétor Tájar (Granada) en 1979 con 15 hermanos. Lo encontramos en la parada que lleva el nombre de Manolo Vital, el conductor que introdujo el autocar en el barrio obrero de Torre Baró. A la derecha, Juan Escamilla, albañil jubilado de la localidad cordobesa de Bujalance, que confiesa: «A mí me trajeron mis padres, comidos por el hambre, en busca de trabajo en la próspera Barcelona» FOTOS: INÉS BAUCELLS Desde que se proyectó la película reverdece la polémica sobre el término y en la prensa se recuerda que los charnegos «se integraron muy bien», como si provinieran de una cultura lejanísima y ajena a la catalana, extranjera, al fin y al cabo, y como si, en lugar de La Vera, fueran nativos de una isla del Pacífico y no compatriotas.En la parada del 187, Torre Baró Nord, un hombre con su perro en brazos se queja del mal tiempo en un discurso del que distrae un bigote naranja de nicotina. Gorro de marinero, tan enflaquecido que su ropa parece de otro. Ese acento es de Huétor Tájar, en Granada, de donde se vino Julio Trujillo porque escuchó que aquí había trabajo. Llegaron él y sus quince hermanos en 1979. Toda su vida la pasó trabajando en una tienda de comestibles. «Cómo no voy a tener acento. Yo soy andaluz, aunque viva en Barcelona. Me han tratado bien y yo no tengo queja alguna de esta tierra que me acogió muy bien, pero me tira más aquella».Viaja a Granada una vez al año y espera terminar sus días allí. Si se le pregunta por la derecha y la izquierda, muda la cara como si le mentaran un fantasma. «En política no quiero entrar. Me voy, que está lloviendo, y se me va a mojar el perro», protesta.La parada en la que tiene lugar la entrevista lleva el nombre de Manolo Vital, el héroe de Torre Baró y protagonista de la película cuyo papel borda Eduard Fernández . En la fotografía impresa en la parada y que recuerda aquella hazaña, aparece la gente levantando los brazos en la algarabía de las victorias. «Nos obligan a que nuestros hijos no puedan estudiar en castellano. La izquierda nos ha abandonado» Rubén Couceiro Conductor, orensanoLa calle se asfaltó y el autobús llega a demanda. Lo puedes llamar con una aplicación móvil si eres vecino, te va a buscar y te sube o te baja según venga o vaya. Las cuestas y las curvas son tales que uno no se imagina subiendo allí el Pegaso de Manolo Vital. El conductor de ahora se llama Rubén Couceiro , proviene de una familia de Orense y cuenta que, en la película, Vital mete el autobús por un camino por el que no podría subir ni un R9 y que, en realidad, entró por la zona alta. Rubén, como los demás, recuerda con cariño un tiempo que era durísimo y cuando piensa en ello, entorna los ojos como si conectara con otra dimensión. «Por estos bosques enterrábamos la sardina que pintábamos nosotros y había un día de la tortilla en que todo el mundo traía su bocata. Jugábamos en el castillo derruido». «La izquierda nos falló»En el pasado, el conductor gallego, que ahora no vota, era de izquierdas «como todos». «Pero me dejó de lado. Nos obligan a que nuestros hijos no puedan estudiar en castellano. La izquierda nos ha abandonado. Aquellos ideales los defiende ahora la derecha. Ni siquiera los del PSOE de entonces están de acuerdo con los de ahora. El discurso de igualdad que aquí promulgaban los socialistas, ahora los dice la derecha».

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