Nuestra historia comienza en Siracusa, una próspera ciudad-estado griega en la isla de Sicilia, alrededor del año 250 a. de C. Allí el rey Hierón II había encargado una corona de oro puro a un orfebre local. Cuando recibió la pieza terminada algo le inquietaba: ¿realmente el artesano había utilizado todo el oro que le había entregado o, por el contrario, había sustituido parte del precioso metal por plata, quedándose con el resto?El rey necesitaba resolver esta duda sin dañar la corona. Ahora bien, ¿a quién podría acudir con semejante dilema? La respuesta era evidente: Arquímedes , el brillante matemático, físico e ingeniero que ya era famoso en la ciudad por sus innovaciones y su extraordinaria capacidad para resolver problemas complejos.El baño que cambió la historiaAquí es donde la serendipia entra en escena. Según cuenta la leyenda, Arquímedes llevaba días dando vueltas al problema sin encontrar una solución satisfactoria. Un día, mientras se preparaba para tomar un baño, observó algo aparentemente trivial pero que generó uno de los principios fundamentales de la física: al sumergirse en la bañera el agua se desbordó.En ese momento su mente entrenada hizo la conexión crucial: el volumen de agua desplazada debía ser igual al volumen de su cuerpo sumergido. Y más importante aún: objetos del mismo volumen, pero de diferentes materiales, desplazarían la misma cantidad de agua pero tendrían diferentes pesos.La excitación fue tal que, según la tradición, Arquímedes salió corriendo desnudo por las calles de Siracusa gritando «¡Eureka!» (¡Lo he encontrado!). Aunque esta parte de la historia seguramente fue una exageración añadida tiempo después describe a la perfección la emoción del descubrimiento científico.El principio detrás del descubrimientoLo que Arquímedes había descubierto era mucho más que un método para detectar fraudes en joyería. Había encontrado un principio fundamental de la hidrostática: todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desplazado.Este principio le permitió desarrollar un método ingenioso para resolver el problema de la corona. Tomando dos masas iguales, una de oro puro y otra de la corona sospechosa, las sumergió en agua. Si la corona estaba adulterada con plata -que es menos densa que el oro-, desplazaría más agua que una masa igual de oro puro, revelando el fraude.El principio de Arquímedes resultó ser mucho más trascendental que su aplicación inmediata. Y es que este descubrimiento fortuito sentó las bases para comprender la flotación de los barcos y el diseño naval, el funcionamiento de los globos aerostáticos y el comportamiento de los fluidos en diferentes situaciones. También resultó útil para el desarrollo de instrumentos de medición, como el hidrómetro, y para la comprensión de fenómenos naturales como la convección atmosférica.Más de dos milenios después el principio de Arquímedes sigue siendo fundamental en numerosas aplicaciones prácticas y tecnológicas: desde la construcción de submarinos hasta el diseño de instrumentos médicos.Arquímedes también tuvo otros momentos «eureka» a lo largo de su vida: se dice que también inventó un «rayo de calor» usando espejos para reflejar la luz solar y quemar barcos enemigos (aunque los historiadores aún debaten si esto es realidad o leyenda), y que diseñó un tornillo para elevar agua que todavía hoy lleva su nombre.MÁS INFORMACIÓN noticia No John McFall, el primer parastronauta que irá al espacio: «Esto es mucho más grande que yo, es un cambio cultural» noticia Si La Luna, campo de pruebas para la conquista de MarteEsta historia nos demuestra que la genialidad no está reñida con la excentricidad, que puede ser tan divertida como profunda y que las mejores ideas pueden surgir en los momentos más inesperados… aunque preferiblemente con ropa puesta.

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