Está en la televisión. En la radio. En Instagram… Sus canciones se te pegan a la lengua y no te sueltan en toda la mañana. Sus polémicas podrían llenar dos Bernabéu. Lo que se pone, lo que se quita, con quién sale, cómo baila… Y, sin embargo, Aitana es una gran desconocida . En su serie documental en Netflix llora, canta, ríe, habla, pero, sobre todo, confiesa. Cuenta su miedo a la muerte, su hipocondría clínica, su inseguridad diaria, su perfeccionismo enfermizo, su pánico a estar sola. Porque, aun siempre rodeada de multitudes (la mayoría en su nómina), lo que destila en ‘Metamorfosis’ es la angustia de una hija única que ha recorrido los últimos años de su juventud a zancadas y que, de golpe, lo único que oye son los ecos de su voz en un estadio vacío. «Me cambié de casa porque me estaban acosando y me dio mucho miedo. Pero la casa es muy grande, y cuando se van todos me quedo sola y pienso: joder, todo esto que tengo para mí sola, qué triste, lo quiero compartir. Y también me daba miedo que pudiese entrar alguien, que me pudiese violar o raptar, que me observara o lo que sea. Yo siempre que entro en mi casa miro si me sigue algún coche. Y a día de hoy lo hago, siempre. A veces, cuando siento que me sigue uno les digo a los de seguridad si me pueden acompañar porque me da miedo. O dejo la luz encendida para que piensen que hay alguien dentro, que la hay, pero que sepan que hay alguien dentro y que no me gustaría que me pasara nada», reconoce la cantante en una entrevista con ABC. El documental de Aitana, que se estrena el 28 de febrero en Netflix, tiene un punto onírico, irreal, como su vida. Las cámaras de Chloé Wallace acompañan a la cantante durante ocho meses, los que le restan de los dos conciertos del estadio Santiago Bernabéu que debían haberse celebrado en diciembre, en lo que se antoja una gira interminable de entrevistas, grabaciones, promociones, viajes profesionales. El objetivo de la cantante era mostrar su primera vez «haciendo un estadio», pero todo cambió cuando se frustraron sus planes. «Me dio un poco de ansiedad. No quería que el documental se quedase solamente en el yo, yo, yo, que es lo que me ha pasado, lo veo demasiado egocéntrico, demasiado pesada. Te lo juro, yo misma digo, por favor, ¿se puede callar ya esta chica y que hable otra persona?», cuenta Aitana. La depresión de AitanaSi a veces se estropea el sonido en un concierto, fuera, en la vida aparecen baches. Lo pasó mal, un bajón anímico que se aprecia en ‘Metamorfosis’ y del que todavía se repone. Es la imagen del éxito, de la felicidad, pero tras la fachada hay más cosas que no está ya dispuesta a esconder. «No le veía sentido a mi vida ni a nada. Estaba, y estoy, pasando una depresión, pero no me la habían diagnosticado, no había ido al psiquiatra, no sabía qué me estaba pasando, sentía que no podía pasarme eso. ¿Cómo me va a pasar eso a mí si lo tengo todo? Estás loca, o sea, espabila, ¿sabes? Yo misma me maltrataba. Y me di cuenta de que no lo podía controlar. Efectivamente me diagnosticaron depresión, que tenía que ir más poco a poco. Intentaba que nadie se diese cuenta de que estaba viviendo eso, pero estaba muy mal, me costaba mucho salir de la cama, y lloraba y lloraba y lloraba», reconoce Aitana, justificando el poso amargo del final del documental.En ‘Metamorfosis’ se ven muchas Aitanas. Sus altibajos. La mala racha de la que se recupera, el carácter de una profesional que lleva siete años trabajando sin descanso, pero también la frescura y la inocencia de una niña que, con 18 años, se convirtió en una estrella, obligada a madurar tan rápido como crecen sus legiones de seguidores, en España y en Latinoamérica.La cantante, que encandena éxito tras éxito después de que su segundo puesto en ‘Operación Triunfo’ la catapultara, invoca a James Dean con una declaración de intenciones: no bajar los brazos, no rendirse, «dar siempre lo máximo». «Siempre he sentido que voy a morir joven y lucho con ello todos los días», dice en ‘Metamorfosis’ la cantante. Para sacudirse sus miedos, incontables, y para gritar al mundo que no es perfecta y, por fin, que tampoco quiere ya serlo. «Si hubiese vivido una juventud más normal no tendría lo que me hace feliz, que es ser cantante», confiesa Aitana.
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