Un año después, el complejo residencial incendiado en el barrio de Campanar de Valencia ya no emana ese intenso olor a quemado que el viento extrajo de su interior durante meses. El esqueleto de hormigón desnudo que se levanta sobre una rotonda está ahora cubierto de lonas, señal de que se sigue trabajando para que vuelva a haber vida donde diez personas encontraron la muerte aquella fatídica tarde del 22 de febrero de 2024 .Los supervivientes intentan pasar página y seguir adelante lidiando con las secuelas psicológicas del peor incendio de la historia de la capital del Turia. Pero en la lucha sin fin entre ‘las desgracias nunca vienen solas’ y ‘Dios no castiga dos veces’, tristemente no siempre gana la segunda.Javier e Inga saben bien de ello. Este joven matrimonio que vio prenderse fuego su casa, también perdió su negocio durante la catastrófica dana del 29 de octubre que arrasó la provincia. «Lo hemos pasado bastante mal viendo que es una detrás de otra, aunque ahora estamos algo más animados», confiesa Javier a ABC frente a los dos bloques calcinados, con 138 viviendas, de la calle Rafael Alberti.Nadie de la familia estaba en casa cuando se desató el infierno. Su madre, que vive enfrente, les alertó de que las llamas, en pocos minutos, habían alcanzado lo que era su hogar. A Inga le «pilló» recogiendo a sus dos hijos en el colegio. No olvidará nunca cómo lloraba la mayor porque «quería ir un ratito a jugar al parque». Ese llanto les salvó . «Estaba tranquila al principio porque pensaba que al tratarse de una única planta y estar el retén de bomberos a dos minutos se solucionaría rápido», comenta. Pero se equivocó.Pasaron varias semanas en casa de su suegra y después se trasladaron a los pisos que brindó el Ayuntamiento de Valencia a los afectados, que siguen recibiendo ayudas de la Generalitat y han tenido que negociar con los bancos moratorias para sus hipotecas.Esta familia trata de reponerse también al duro golpe que les asestó la riada, que destrozó el negocio de atracciones de feria que tiene en el centro comercial MN4 de Alfafar, todavía cerrado. «No me pilló allí de milagro. Estábamos celebrando el cumpleaños de Inga y como habían dado tanta lluvia le dije a mi empleada que no fuera a abrir. Traté de ir cuando regresamos a casa y comenzamos a ver las imágenes por televisión, pero ya era demasiado tarde y no podíamos salir», recuerda Javier.«Ahora hemos vuelto a Campanar, a un piso alquilado, hasta que podamos regresar aquí», explica, señalando al edificio siniestrado. «No sabemos qué sensaciones tendremos cuando llegue el momento, pero tenemos ganas. Estamos contando los días para volver a casa », añade Inga.Figuraciones del nuevo aspecto del edificio siniestrado en Valencia ARQUEHAEn la fase de desescombro, que ya ha terminado, se han retirado mil toneladas de residuos. Tienen confianza en que se cumplan los plazos para su rehabilitación: «Quieren empezar las obras en julio y terminar en enero de 2027 ». De hecho, esperan tener listo en un mes el proyecto del estudio Arqueha y ya están recibiendo ofertas de constructoras que quieren llevar a cabo la rehabilitación.Mientras, cuenta Enrique Salvador, presidente de la Asociación de Propietarios Afectados por el Incendio de Campanar (Aproicam), negocian con las aseguradoras la cifra total de la indemnización, que rondará los 20 millones de euros. «La nueva fachada estará cubierta de materiales cerámicos y será uno de los edificios más seguros en materia antiincendios», indica Salvador.Lenta instrucciónLa investigación judicial sigue abierta y las víctimas se quejan de la «superficialidad» con la que el Juzgado de Instrucción número 9 de Valencia está llevando a cabo el proceso, sin imputados y con un lento goteo de testigos llamados a declarar. Demandan unas respuestas que, 365 días después, nadie les ha dado.El origen accidental del incendio se sitúa, pasadas las cinco de la tarde, en el frigorífico de la vivienda 86 de la octava planta de la torre alta. Sin embargo, «la mayoría de víctimas se produjeron en el segundo bloque», el más bajo, horas después. Una fuga del gas refrigerante -isobutano- combinada con una chispa del aparato, o incluso la propia electricidad estática, habría sido suficiente para que se iniciaran las llamas mientras el inquilino no estaba en casa.El abogado Ignacio Grau , que representa a las familias de siete de las personas fallecidas, explica que han solicitado -sin éxito- que se realice un análisis más detallado del compresor del frigorífico con los ingenieros de la empresa fabricante ante un suceso tan «extraordinario». Las inundaciones de octubre destrozaron algunas de las pruebas del caso que estaban almacenadas en un depósito del juzgado, pero se encuentran peritadas y fotografiadas para poder trabajar sobre ellas.Grau apunta que, pese a las explicaciones dadas por los bomberos en sede judicial, no existe ningún protocolo por escrito que recomiende que la gente se quede en sus casas ante un fuego de esta magnitud. «Los que les desobedecieron, se salvaron. Es un mantra de toda la vida que debió cambiarse a raíz de la tragedia de la Torre Grenfell » de Londres, convertida en una trampa mortal para 72 personas en 2017.Imagen del incendio del edificio de Campanar tomada la tarde del 22 de febrero de 2024 MIKEL PONCE«Hubo fallos» , asevera. La primera autoescalera mecánica que llegó al lugar del siniestro no funcionó. Tampoco lo hizo la transmisión de información entre los propios bomberos. Cuando se rescató a los que estaban atrapados en el fuego y se les trasladó al hospital, sostiene, «se les perdió la pista a los confinados y hubo que empezar de cero».Pero hay otro frente que preocupa todavía más. «He pedido que testifique todo aquel relacionado con la fabricación, distribución, comercialización o reposición de los materiales de la fachada para que nos digan por qué no avisaron a sus clientes para que los retiraran si sabían que no eran ignífugos. Si comercializo un medicamento, descubro que no es tan seguro y me callo, ¿de qué estaríamos hablando?», se cuestiona el penalista.Edificios en peligroEn ese sentido, a día de hoy se desconoce, a ciencia cierta, cuántos edificios como el de Campanar -terminado en 2008 con la normativa más laxa de 1996 – presentan riesgos que no se contemplaron en su momento. No existe un registro oficial a nivel nacional, más allá de las decisiones que han tomado algunas comunidades de propietarios por su cuenta.En este caso, el fuego se propagó por la cámara que quedaba entre la fachada y los paneles de aluminio que la recubrían. La caída del material inflamable del interior de las placas -polietileno- y las fuertes rachas de viento de poniente -de hasta 60 kilómetros por hora- lo aceleraron. En una hora, los dos edificios conectados por una misma escalera se convirtieron en una pira descontrolada. Con el Código Técnico de Edificación (CTE) actual, las fachadas ventiladas deben estar compartimentadas para evitar ese ‘efecto chimenea’ .«No podemos permitir que un hospital tenga una fachada combustible y los hay» en España, asevera Andrés Pedreira, director del Observatorio de Nuevos Riesgos de Incendios. «La gente tiene derecho a conocer el nivel de riesgo al que está sometido donde vive. Ese análisis no se ha hecho», lamenta.La entidad ha entregado su manifiesto a grupos del Congreso de los Diputados para promover cambios legales. Entre otros, proponen que el CTE considere edificio de gran altura a los de más de 18 metros -frente a los 28 actuales- y exija que toda la fachada esté construida con materiales no combustibles, así como más medidas para limitar la propagación de las llamas.
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