Otra pincelada genial de Modricgliani dejó un nuevo momento para enmarcar. El punto de inflexión de Modric en el Madrid fue en 2013 con aquel disparo desde fuera del área que silenció Old Trafford y sentenció una eliminatoria ante el Manchester United cuando la cosa peor pintaba para los blancos. Fue el escenario que escogió para demostrar su grandeza, para dejar su inconfundible firma. Los madridistas comprendimos en ese instante que el menudo croata era cosa seria. Tenía personalidad y calidad. Contra el Girona, doce años después, dejó en el aire un escorzo igual que el de Old Trafford al golpear la pelota. Alargado, elegante, eterno, como las figuras de Modigliani. Llevamos ya varios años retirando a Modric tan solo por el hecho de que no estamos acostumbrados a ver a alguien con cuarenta años dirigiendo con rigor un equipo en la élite absoluta. Y él insiste en demostrarnos, con goles importantes como contra el Girona o el Valencia, que no anda de gira de despedida y que todavía no tiene el estómago lleno. Porque en su hambre manda él. De hecho, a estas alturas de la temporada, su renovación se antoja más necesaria que honorífica. Un año más de este Modric es como para que Florentino y JAS se sienten a negociar con él y le digan, parafraseando aquello de Beckett: «En este inmenso equipo todos somos contingentes, pero tú eres necesario».El talento de Modric es como el color de una pintura que ya no fabrican más. Sigues apretando y apretando, hasta dejar liso y estirado el tubo. Porque sabes que cuando todo se acabe y vayas a comprar otro nuevo, se podrá parecer, pero no será igual. Dicho esto, reducir su capital importancia en este equipo a su mera calidad sería infravalorar su capacidad. Porque en directo, en el Bernabéu, uno puede apreciar cómo abronca de manera constante a Vinícius y Mbappé, estrellas intocables en cualquier otro contexto, cuando se relajan en exceso y no aprietan, presionan y ayudan lo suficiente. El croata parece un border collie, corriendo de aquí para allá, pegando ladridos para que el rebaño de ovejas blancas no se desmadre por el campo. Con su hoja de servicios, cualquier otro ya habría dimitido y estaría tomando piñas coladas en el bordillo de alguna piscina infinita mientras pega un sablazo final en una liga menor. Modric, en cambio, sigue ladrando, mandando y ordenando. Cuidando del rebaño.
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