«¿Alguna vez has oído que alguien diga ‘¡qué pena la madre de este etarra!’? Es lo que pasaba aquí con las familias de los terroristas del 17A», apunta María Jesús frente al Ayuntamiento de Ripoll, sólo unos días después de que uno de los yihadistas, Mohamed Houli , compareciese en el Congreso y transcurridas pocas horas del fracaso de la moción de censura contra su alcaldesa, Sílvia Orriols. «Antes de llegar ella, los políticos de aquí se preocuparon más por el entorno de los yihadistas que por las víctimas », reprocha Julio. En este municipio catalán de casi 11.000 habitantes se gestó la célula que, tras la explosión de la casa de Alcanar, donde fabricaban TATP –explosivo conocido como ‘la madre de Satán’–, perpetró los ataques de Barcelona y Cambrils. « La herida en Ripoll sigue abierta y tardará años en cicatrizar », vaticina él. No fue hasta agosto del año pasado, transcurridos ya siete años desde los atentados, cuando en Ripoll, por primera vez, se celebró un acto de homenaje.«Se les protegió hasta tal punto –con la excusa de evitar estigmatizar a la comunidad musulmana– que se silenció a todo un pueblo . Fue a mí a quien aplicaron un cordón sanitario», explica Yolanda Ortiz , que se encontraba en Las Ramblas, junto a su madre y sus hijos Iván y Daniela, de 10 y 4 años, cuando la furgoneta de Younes Abouyaaqoub arrolló a decenas de peatones, matando a 14 de ellas e hiriendo a más de un centenar. En su huida, el terrorista asesinó a puñaladas a otro joven, Pau Pérez, para robarle el coche y conseguir así escapar de la capital catalana, hasta que los Mossos finalmente lo abatieron en un camino de Subirats , a 50 kilómetros de Barcelona, cuatro días después, el 21 de agosto de 2017.Dos años más tarde, el primer día de instituto de Iván, sus padres decidieron acompañarlo. «Al llegar a la puerta vimos llegar al hermano de Younes. No sabíamos nada e imagínate cómo nos quedamos», recuerda ahora Yolanda. Iban a ser compañeros de clase. «Iván tenía miedo a que los amigos de él le hiciesen algo, y él, lo mismo, por ser quien era», apunta el progenitor, en una cafetería a escasos metros de la cancha de baloncesto donde se reunían aquellos «pobre chicos» –como se referían a los jóvenes yihadistas tras la masacre–, antes de radicalizarse. En el ámbito escolar, pese al conocimiento de los responsables del centro, no hubo aviso previo, y tampoco intervención alguna para gestionar la convivencia entre víctima y el hermano del yihadista . «Afortunadamente los niños supieron llevarlo», celebra ella, mientras el padre muestra una foto de ambos en la graduación.LA VIDA EN RIPOLL Tres mujeres con velo, en una calle del municipio, de casi 11.000 habitantes. De ellos, más del 15 por ciento son población extranjera. Debajo, Yolanda Ortiz, víctima del 17A, y Manel Roquer, exfondista ya jubilado, que ahora entrena a jóvenes del pueblo. INÉS BAUCELLSEs un caso excepcional porque Javier Martínez, padre del menor de tres años asesinado en La Rambla , trató, sin éxito, de reunirse con el progenitor de Younes. «No quiso», explica, «él cree que su hijo es un mártir, y que lo que hizo está bien». «Los autores del 17A salieron de Ripoll. Estudiaban y trabajan aquí y nos traicionaron», apunta Manel Roquer , exfondista jubilado, que ahora se dedica a entrenar a jóvenes del municipio. « Si vienen a Ripoll tienen el mismo derecho que nosotros a ganarse la vida honradamente, pero si vienen a hacer daño: fuera », zanja.«¿Exigir más seguridad es de extrema derecha?», cuestiona un vecino del municipio, que reclama el cierre de la mezquitaFue esa suerte de espiral del silencio, auspiciada por el gobierno municipal de Junts, la que acabó cristalizando en un apoyo mayoritario de los ripollenses a Orriols, que ganó las elecciones en mayo de 2023, entre críticas por capitanear un partido, Aliança Catalana, «xenófobo y de extrema derecha» . «¿Exigir más seguridad es de extrema derecha?», cuestiona Josep Arcarons, dueño de El Molí, mesón que se ubica en la plaza Sant Eudald. «¿Te cuento un secreto? Sílvia Orriols será presidenta de Cataluña», desliza al otro lado de la barra, en pleno ajetreo para servir los menús de mediodía, mientras reprocha que la mezquita Annour , donde el cerebro de la célula yihadista, Abdelbaki Es Satty, ejerció como imán , siga aún abierta: «De ahí salieron los asesinos, ¿cómo es posible?». La mezquita de Ripoll, donde ejerció como imán Es Satty, cerebro de los atentados INÉS BAUCELLSQuien hasta hace poco presidió la comunidad islámica de Ripoll , Ali Yassine , cuenta a las puertas del lugar de culto que el consistorio «ya ha intentado cerrarlo», aunque sin éxito. Como vecino, apunta que todo «está tranquilo». Tras el rezo de las 13.00 horas, Rashid lo secunda: «Bien, bien, la convivencia bien». Junto a su familia, llegó al pueblo desde su Marruecos natal hace año y medio, y ahora trabaja en la construcción, asegura. A su lado, Mohamed, con dificultades para expresarse en castellano o catalán, sonríe. Sólo hace unos meses que se ha instalado en el municipio. Lo mismo le ocurre a Marian. «Sólo árabe», contesta al ser preguntada, con una gran sonrisa. Sí alcanza a explicar, a las puertas del colegio, que tiene dos hijos, a los que va a recoger. RechazoNo ocurre lo mismo con un grupo de jóvenes que, pasado al mediodía, se congregan en la plaza del Monasterio, junto al ayuntamiento. Abdul lleva casi cinco años viviendo en Ripoll, y Ali «cinco o seis meses». Tienen 19 años, y, en sus casos, aseguran haber notado cierto rechazo por ser marroquíes. A su lado, Laura, una joven de origen colombiano, con una niña de poco más de un mes, que duerme en el carrito. Durante un tiempo trabajó en los servicios de limpieza del municipio, aunque ahora no tiene empleo. Todos ellos lamentan que se vincule a la población extranjera –que en Ripoll supera el 15 por ciento– con la inseguridad y, excepto Laura, prefieren no ser fotografiados, para que no se les señale. LA VIDA EN RIPOLL Laura, una joven colombiana, con su bebé de poco más de un mes. Debajo, el monolito en recuerdo a las víctimas del 17A, que se inauguró en agosto de 2024, siente años después de los ataques. Sobre estas líneas, vecinos paseando por el municipio iNÉS BAUCELLS«A mí me da igual si es cristiano o musulmán, lo que quiero es vivir en paz», dice Josep Lluís, barra de pan en mano, en la calle Sant Pere. Lo cierto es que, tras los atentados, en el municipio se extendió la desconfianza hacia la comunidad magrebí. Incluso quienes aseguran no haber votado a Orriols, como Julio, creen que la manera en que el alcalde de Junts, Jordi Munell – «y el resto de partidos», precisa– afrontaron que los integrantes de la célula, de origen magrebí –excepto Houli, nacido en Ceuta– se hubiesen criado y radicalizado en Ripoll, supuso el origen del malestar. «¿Sabes lo que es ir cada día a trabajar, y cruzarte con sus familias, y que te reten con la mirada?», cuestiona Ortiz, «¿o tener que pasar cada día por aquí y recordar una y otra vez lo que ha pasado?», dice sobre la cancha de baloncesto. « A mí nadie me preguntó cómo estaba o si necesitaba algo », lamenta. Fue así hasta la llegada de Orriols. Es el sentir de muchos vecinos de Ripoll que se decantaron por la candidata de Aliança Catalana en las últimas municipales y que, tras fracasar el intento para arrebatarle la alcaldía , celebran que siga al frente del consistorio. El reclamo más repetido por muchos de ellos: «Queremos más seguridad».
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