El resultado electoral del domingo en Alemania ha sacudido el tablero político en aquel país, y por extensión en toda Europa. Y España no es ajena a ello. Por lo pronto, Pedro Sánchez perderá otro correligionario más en la mesa del Consejo Europeo en Bruselas, pues ocurra lo que ocurra el socialdemócrata Olaf Scholz no repetirá como canciller. Ya el año pasado Sánchez dejó de tener junto a él en el club comunitario al socialista portugués António Costa, si bien éste ha recalado ahora como nuevo presidente del Consejo Europeo. Lo manifestado en las urnas por los alemanes, que además de la victoria de la CDU de Friedrich Merz deja como gran titular la escalada hacia el segundo puesto de la extrema derecha de AfD, abocan a una reedición de la gran coalición entre los conservadores cristiano demócratas vencedores de los comicios con los socialdemócratas del SPD, la misma fórmula con la que gobernó sus últimos años Angela Merkel. Algo inédito en España y que parece impensable echando un vistazo a la última década de historia política del país, esa en la que Sánchez, primero como líder de la oposición y luego como inquilino de La Moncloa, ha tenido un papel predominante. El jefe del Ejecutivo reclama ahora a Alberto Núñez Feijóo –como hizo el domingo en Granada, durante la clausura del congreso del PSOE de Andalucía– que a imagen y semejanza de Merz evite pactar con Vox. Un planteamiento en el que olvida deliberadamente la segunda parte de esa operación, y que no es otra, como muestra el ejemplo alemán, que una entente, incluso de coalición, entre los dos grandes partidos tradicionales, la CDU y el SPD en la locomotora de Europa, el PP y el PSOE en nuestro país.Noticia Relacionada estandar Si Alemania gira con fuerza a la derecha para enderezar la economía y atajar el caos de la inmigración Rosalía Sánchez | Corresponsal en Berlín Los conservadores de Merz vencen con claridad y descartan pactar con los radicales de la AfD, que ha duplicado sus votosLa hemeroteca de Sánchez como líder del PSOE deja muy clara su oposición a un acuerdo de este tipo, que dejaría fuera de las ecuaciones de la gobernabilidad a Vox, como pretenden los socialistas. En 2016 hizo fortuna su ‘no es no’, coreado tanto por el mismo secretario general del PSOE como por los principales portavoces del partido cada vez que tenían ocasión. Y lo cierto es que lo llevó consecuentemente hasta el final, pues esa fue la razón de su salida del liderazgo del partido en el célebre Comité Federal de octubre de aquel año. Sánchez se opuso numantinamente, contra el criterio de muchos dirigentes territoriales de su partido y de la llamada ‘vieja guardia’, a facilitar con una abstención la investidura de Mariano Rajoy , quien por su parte había alcanzado acuerdos de legislatura con Ciudadanos (CS) y el PNV. El no a la investidura de Rajoy en 2016Finalmente, con Sánchez ya dimitido incluso de su escaño, y con un Grupo Socialista dividido en el que hubo diputados que rompieron la disciplina de voto, Rajoy fue investido en segunda votación. Lo contrario hubiera abocado al país a un escenario inédito de terceras elecciones generales consecutivas. El no al PP primó para él por encima de todo, y al año siguiente ganó las primarias que supusieron su vuelta a Ferraz planteando machaconamente una disyuntiva, que no fue otra que la de «curar o cronificar la abstención a Rajoy». El no al PP fue su principal oferta a los militantes socialistas. Es cierto que por entonces Vox era aún una fuerza extraparlamentaria, pero cuando los de Santiago Abascal irrumpieron con gran fuerza en el escenario, en las elecciones andaluzas de 2018, no hubo cambio en la actitud del PSOE, mientras que el PP aceptó entonces el apoyo pasivo de Vox en Comunidades y ayuntamientos, mientras formaban coaliciones con CS (que bajo el mandato de Albert Rivera también despreciaba abiertamente la posibilidad de sentarse con Vox) hasta que más tarde, entre 2022 y 2023, se produjeron las primeras coaliciones en gobiernos autonómicos entre el PP y Vox. Todas ellas rotas el año pasado por el rechazo de los segundos al reparto de los menores inmigrantes. Además del SPD, la colaboración de otros partidos socialdemócratas europeos con partidos o gobiernos conservadores ante la emergencia de fuerzas de la derecha más radical es ya casi moneda corriente. Basta ver el periplo del sustituto de Costa al frente de los socialistas lusos, Pedro Nuno Santos, al que en apenas un año jalona ya una profunda trayectoria de colaboración con el primer ministro del país vecino, el conservador Luís Montenegro. En un Parlamento, el portugués, donde Chega, el homólogo de Vox, es tercera fuerza, han sido varias y muy importantes las manos tendidas del socialista Nuno Santos. La última el pasado octubre, cuando los socialistas se abstuvieron a los Presupuestos de Montenegro para evitar una repetición electoral, que hubiera supuesto los terceros comicios en tres años. Ni los socialdemócratas alemanes, ni los lusos parecen, en definitiva, por la labor del ‘no es no’.
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