De venderlo a pedir trabajo con él, la realidad de los actores tras ganar un premio

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De venderlo a pedir trabajo con él, la realidad de los actores tras ganar un premio

Una semana después de la 39 edición de los Premios Goya, los medios de comunicación se hacían eco de una noticia que volvía a tener el galardón y su premiado como protagonista, pero esta vez sin motivo de celebración. Un repentino y misterioso anuncio publicado en la plataforma de compra y venta Wallapop exponía la significativa decisión que un ganador que en su día logró alzarse con el trofeo ha tomado tiempo después. Se vende por 12.000 euros el trofeo original de uno de los ganadores del Goya en el año 2008: «Es totalmente original y se entrega con un documento firmado del ganador y una foto del momento de la entrega de la estatuilla», indica el vendedor dejando claro que el asunto no se trata de ninguna broma. Ante el revuelo que pudiese provocar la venta de tal «objeto valioso rara vez a la venta», el dueño del premio dejaba claro en su anuncio que «por cuestiones de privacidad, el nombre y los datos del Goya sólo se darán al comprador». Así, y mientras permanezca a la venta, que de momento es lo que se espera después de comprobar que el anuncio fue publicado por primera vez hace dos años y reactivado ahora, las conjeturas sobre la identidad del premiado son inevitables tras revisar que en aquella edición destacaron entre los galardonados el director novel J. A. Bayona o el actor protagonista Alberto San Juan .te recomendamos estandar No Isabel Pantoja estalla contra la prensa y anuncia medidas legales por «daños económicos, morales y psicológicos» Ricardo Sanz estandar No Leni Klum y otras «hijas de» que arrasan en los bailes de debutantes internacionales Marina Ortiz CortésA pesar de no desvelar tampoco el motivo que ha llevado al profesional de la industria del cine a vender el trofeo que premió en el pasado su trabajo , el caso recuerda a otros anteriores con la idea en común de que ganar un premio no garantiza el éxito futuro y que un día se puede levantar un galardón y años más tarde sufrir la inestabilidad económica latente en la industria. En 2014, Roberto Álamo ganaba su primer Goya al mejor actor de reparto con ‘La gran familia española’ y tres años después el segundo por mejor actor protagonista con ‘Que dios nos perdone; entre medias el actor puso también a la venta la primera estatuilla en Wallapop porque necesitaba dinero tras pasar nueve meses sin trabajar.Reivindicación actoral«Los primeros meses esperaba que me llamaran, cuando no lo hicieron empecé a enviar mi currículum. Pero no de actor, sino para trabajar de camarero, que ya lo había hecho antes. No se me iban a caer los anillos. Lo primero que hago para mantener a mi familia es mirar el banco. Si lo necesito, aunque la película sea floja, hay que hacerla», confesaba el intérprete en ‘El Hormiguero’ la situación económica que había atravesado hasta decidir vender su premio. Años más tarde, otro Goya aparecía inesperadamente en el escaparate de un Cash Converters por 5.000 euros. Entonces, eran los hermanos Juanma y Eduardo Bajo Ulloa los que intentaron vender su premio al Mejor Guion Original de 1992, pero se lo terminaron devolviendo por la polémica que suscitó. Ellos tampoco quisieron reconocer el motivo que les llevó a depositar el premio en la tienda de segunda mano, pero el elevado precio de su venta impidió que consiguieran el dinero. 12.000 euros o 5.000 superan la cifra que han reconocido los escultores que vale fabricarla («entre 900 y 2.400 euros«). Álamo no finalizó su venta porque se enteraba que hacerlo podría suponer una infracción. «No lo vendí, afortunadamente, porque me dijeron que no se podía», explicó en ‘El Hormiguero’. La Ley de Propiedad Intelectual establece que los ganadores adquieren la propiedad de la estatuilla, pero no tienen derechos sobre su explotación. Los Oscar en 1950, por ejemplo, establecieron que ante la posible venta del trofeo, la Academia se guardaba el derecho de recompra por el precio de algo más de un euro tras firmar un contrato. Por ganarlo antes de esa fecha, entre otros, el actor Harold Russell sí pudo vender su premio por casi 60.000 euros para pagar el tratamiento de la enfermedad de su mujer. Sin la posibilidad de vender su premio para tener ingresos, otros intérpretes tomaban cartas en el asunto de diferentes y reivindicativas maneras. En una ocasión reciente, la estrella de Hollywood Billy Porter y ganador de un Emmy confesaba haber puesto en venta su casa para superar la precariedad laboral. «No sé cuándo volveremos a trabajar. La vida de un artista, hasta que no ganas mucho dinero, que todavía no he ganado, sigue siendo cheque a cheque», se sinceró en una entrevista. «Para un actor la fantasía es trabajar, básicamente. Más posible para dar de comer a sus hijos», expresaba Roberto Álamo la necesidad que lleva a hacer lo posible para actuar.La actriz Candela Peña solicitaba un empleo directamente en su discurso tras hacerse con el Goya a mejor actriz de reparto en 2013. «En estos tres años ha nacido un hijo de mis entrañas y no sé qué educación pública le espera. En estos tres años he visto gente sin trabajo que se mata por no tener casas. Esta alegría no me la amarga nadie y os pido trabajo. Tengo un niño que alimentar», declaraba Candela todavía con el premio entre las manos. En 2021, en su discurso tras hacerse con un Premio Platino, la actriz volvía a pronunciarse para exponer una situación en la que le llovían los premios por ‘La boda de rosa’ pero no las oportunidades. «Les pido esta noche trabajo porque no tengo ni un duro en la cuenta. Con los premios no se come», aseguró. La también ganadora de un Goya Pilar López de Ayala vivió incluso más tiempo que Peña sin interpretar. Tras siete años sin rodar estrenaba proyecto y reflexionaba en una entrevista sobre la montaña rusa que supone la profesión. «El éxito no dura muchos años seguidos. Es una profesión llena de altibajos, de incertidumbres, de cambios. Y hay que acostumbrarse también a eso», se sinceró evidenciando que tener un premio no garantiza el éxito para siempre. Por eso vender un Goya en Wallapop representa de alguna manera la precariedad más que reivindicada.

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