Gutiérrez Aragón: «Hasta que no terminé de ser un director no quise ser un escritor puro»

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Gutiérrez Aragón: «Hasta que no terminé de ser un director no quise ser un escritor puro»

Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) ha sido, es y siempre será director de cine. No en vano es uno de los grandes directores de la Transición. ‘Camada negra’, ‘Habla, mudita’, ‘Demonios en el jardín’, ‘La mitad del cielo’… Su extraordinaria filmografía, refrendada por un buen número de premios de prestigio, lo certifica como uno de los grandes del cine español. Pero de un tiempo a esta parte, desde que en 2008 anunció que abandonaba el cine, Gutiérrez Aragón se ha revelado como un estupendo escritor. Entre ensayos, novelas y relatos autobiográficos, ya ha publicado una decena de libros. El último de ellos, ‘Vida y maravillas’, es el que lo convocó este martes al Aula de Cultura ABC , en otro día de lluvia en la capital. Y como en el libro el cántabro cuenta su vida, la charla que moderó Carlos Aganzo , director de la Fundación Vocento, empezó por su infancia, en la España de la posguerra y criado en una familia de derechas. «La gente tardó muchísimo en contar cosas de la guerra, del bando derrotado y también del otro», recordó Gutiérrez Aragón. «Una de las primeras historias que yo escuché en la familia era la de mi tío Pepe. Era un falangista y cuando estalló la guerra lo metieron en la cárcel, en Santander, en un barco-prisión. Ahí fusilaban a los que estaban presos. Un buen día, en una de las represalias por los ataques de la aviación franquista, le tocó a mi tío. Se llamaba José Sancho. Cuando le tocaba a él dijeron su nombre y se levantó otro, que era cura y se llamaba igual. Y mi tío se salvó. En mi familia eso no se contó hasta veinte años más tarde. Hay que ver cómo la gente quiere recordar y quiere olvidar. Hay que ver esa parte oscura de la memoria humana que intenta borrar el recuerdo».Su afición a las historias también le viene de su infancia, cuando una enfermedad lo ató a la soledad de una convalecencia forzada en la cama y sus únicos compañeros fueron los libros. Así descubrió el placer de narrar historias. «Aprendí a contar cuentos y me di cuenta del enorme placer que era contar y que te contaran: el placer de contar y que te escuchen. Descubrí que a la gente le gusta oír cosas terribles. Hacía sufrir a mis hermanos. Veía las caras de espanto que ponían con lo que les contaba. Un niño enfermo en la cama se imagina muchas cosas: aprende a resistir. Aunque según mi madre no estuve tanto tiempo enfermo, porque esto no solo lo he contado en el libro, también lo he hecho en películas. Me decía que he sacado mucho partido de ese tiempo que pasé en la cama», recordó divertido el cineasta y escritor.Escuela de CineGutiérrez Aragón contó a los asistentes a la charla que mantuvo con Aganzo en el Círculo de Bellas Artes que llegó al cine por casualidad. A él le atraía la escritura, no puedo matricularse en periodismo y cayó en la Escuela de Cine para ver películas. «Ser director me parecía una cosa rarísima, y me lo sigue pareciendo. Todavía no me he repuesto de la primera impresión que es entrar en un rodaje y ver que aquello no existe, sino que se fabrica. Cuando entras en un rodaje tú no ves a los actores, lo que ves son cables, tubos, luces, electricistas y gente enfadadísima. Ahora ya no tanto, pero cuando yo empecé todo el mundo estaba siempre enfadado». En esa época aprendió de maestros como Berlanga, Saura o Borau. «La Escuela de Cine era una cosa muy especial, porque en pleno franquismo era un sitio de resistencia cultural, donde no se metía nadie. La censura no llegaba allí. Vivíamos en una burbuja, porque fuera existía la dictadura y allí dentro no. Luego salías de la escuela y llegabas a la cruda realidad». A las luchas con la censura para que aprobaran los guiones y a acostumbrarse a no ver películas extranjeras: «Las de Buñuel, por ejemplo, no se podían ver porque estaban censuradas».Hubo también tiempo para hablar de escritura, claro. De escritura cinéfila y de escritura literaria. «No puede haber una buena película sin un buen guion. De un buen guion se puede hacer una mala película, pero no se puede hacer una buena película con un mal guion», comentó Gutiérrez Aragón. Él empezó como guionista y se ha pasado la vida escribiendo. «Aunque gente como Haro Tecglen o Umbral me animaban a escribir, a mí no me parecía adecuado ser un escritor a ratos. Hasta que no terminé de ser puramente un director no quise ser puramente un escritor», dijo. «Pero también es verdad que yo escribía los guiones de cine, y un director pasa más tiempo en la pantalla del ordenador que rodando, porque se rueda muy rápido. De un guion se hacen muchas versiones», añadió. El cine y la literatura, para el cineasta, se parecen mucho: «Consiste en contar una historia que interese, que emocione». Él, aseguró, aunque se haya dedicado al cine, a los libros, a la televisión, al teatro y a tantas otras cosas, siempre ha hecho lo mismo: «En el fondo he contado siempre la misma historia, que es la mía». Habrá que creerle.

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