Los escombros se acumulan a ambos lados de las calles. Los cascotes, apilados en lugares estratégicos para no impedir el paso, forman montañas de cemento que incluso se pueden escalar y así conseguir una vista panorámica de la ciudad. Alepo es un ejemplo de los casi 15 años de guerra, de bombardeos continuos, de metrallas incrustadas en las paredes y sobre todo, del abandono. Cientos de apartamentos, con las fachadas destrozadas, dejan ver lo que un día fue un salón o una cocina. Lo que un día fue una casa con vida.Alepo , la ciudad más grande de Siria, también era su centro comercial y su histórico bazar, patrimonio de la Unesco desde 1986. Pero, durante el conflicto, se convirtió en uno de los lugares más peligrosos del mundo. Los ataques aéreos rusos y los combates entre las fuerzas de Al Assad y los rebeldes arrasaron todo este patrimonio. «El centro histórico está casi totalmente destrozado», explica Ahmed, nacido y crecido en Alepo. Estudió periodismo pero, amenazado por el régimen de terror que instauró Bashar al Assad , se exilió en Turquía. Dos días después de que los rebeldes de Hayat Tahrir al Sham (HTS) y otros grupos derrocaran a Al Assad, Ahmed volvió a su casa. Miles de personas hicieron lo mismo: volver a un país destrozado, con la esperanza de reconstruirlo. No es una tarea fácil. Después de casi 14 años de brutal guerra civil, se estima que más de medio millón de personas han muerto y otros 14 millones han sido desplazados de sus hogares.Noticia Relacionada Siria estandar Si Más de 750 muertos en los mayores enfrentamientos entre leales a Assad y el nuevo Gobierno Carlota Pérez Las zonas donde se registran los combates albergan gran parte de la minoría alauita, de la que proviene la familia AssadMuchos son los retos a los que se enfrenta la nueva administración que lidera Abu Mohamed Al Shaara (conocido por su nombre de guerra: Al Golani). El principal: restaurar la confianza de un pueblo en las autoridades y la paz entre los múltiples grupos sirios. Un mosaico de religiones que, tras la entrada de los milicianos de HTS a las grandes ciudades sirias, temió ser el centro de las represalias. La fragilidad del país se reflejó este mismo viernes, cuando más de 1.000 personas, 750 de ellas civiles, murieron en los enfrentamientos con el nuevo ejército en la zona costera de Latakia y Tartús. La insurrección comenzó con grupos armados vinculados al anterior régimen contra las nuevas autoridades. Se trata del mayor levantamiento desde la caída de Al Assad y una prueba de fuego para ver si el país se coloca o no al borde de una nueva guerra civil. Todas la víctimas pertenecían a la minoría alauí, una rama del islam chií a la que pertenecía la familia Al Assad y que, durante la dictadura, controlaba toda la Administración. Las minoríasQué hacer con esta minoría es una de las grandes incógnitas. También cuál será el papel de aquellos que integraron las fuerzas armadas y eran leales a Al Assad. Muchos de ellos, pocos días después de la caída del dictador, hacían cola para entregar lar armas y ponerse al servicio del nuevo régimen. Sin embargo, con otras minorías religiosas, como los cristianos, parece que sí que está funcionando el diálogo y la convivencia.Durante los primeros días en Alepo, los combatientes del grupo salafista fueron a llamar puerta por puerta en los barrios que han albergado cristianos durante siglos para asegurarles a sus residentes que estaban a salvo e incluso protegieron las calles para que durante la Navidad pudieran llevar a cabo las celebraciones. El barrio cristiano de Alepo está casi intacto. Aquí, la guerra parece haber pasado de largo, sin embargo el miedo sí que se llegó a notar. «La época de Al Assad ha sido lo peor que hemos vivido», dice Lila, una siria católica. Los temores de esta mujer se multiplicaron a principios de diciembre, cuando los milicianos de HTS llegaron a su barrio. «Sentí miedo, no te voy a engañar. Los comparaban con los talibanes, venían de tener vínculos con Al Qaida…». Lila se fue a Latakia, región todavía controlada en ese momento por el Ejército de Al Assad y donde los de Al Golani no habían llegado. «Huímos, pero a los dos días nuestros vecinos en Alepo nos dijeron que no había nada que temer, así que volvimos». De momento, su vida y la de su familia (dos hijos mayores de edad) continúa con cierta normalidad.La reconstrucción, de Alepo a Idlib Arriba, miembros de los Cascos Blancos, organización de rescatistas que durante años han buscado vida de entre los escombros; debajo, a la izquierda, Khadija muestra en Idlib una foto de su hijo torturado en la cárcel de Sednaya; a la derecha, Lila, que pertenece a la minoría cristiana que vive en Alepo Ignacio GilLos mensajes del nuevo líder ‘de facto’ de Siria sobre cómo tratarán a las minorías son apaciguadores. En repetidas ocasiones ha dicho que respetará los «derechos de todas las minorías». Los sirios se enfrentan a la difícil tarea de la reconstrucción, tanto de sus ciudades como de su sociedad, mientras siguen enfrentándose a las profundas heridas de más de cincuenta años de dictadura.La caída de Al Assad ha dejado al descubierto pruebas de todas sus atrocidades ocultas. Se han desenterrado decenas de fosas comunes en todo el país y se cree que muchas de las 100.000 personas que se estima que están desaparecidas, realmente están muertas. Los investigadores internacionales están negociando el acceso a la documentación de posibles crímenes de guerra.Khadija es una de las miles de víctimas de la represión de Al Assad. Esta profesora de 49 años se fue de Damasco hacia la región norteña de Idlib durante el inicio de la guerra. Su hermano no logró escapar y fue capturado por las fuerzas de Al Assad mientras auxiliaba a una mujer víctima de un bombardeo. «Desapareció y ya no supimos nada de él. Durante años, ni su mujer ni nosotros tuvimos información, sólo que estaba prisionero en Sednaya», recuerda. Su hermano murió en esta cárcel de los horrores, como se conoce a la prisión de Sednaya por la cantidad de cuerpos encontrados y signos de torturas hallados allí tras la caída de Al Assad. Así lo descubrió Khadija gracias a los archivos publicados en el ‘Informe César’, que mostró «el asesinato sistemático de más de 11.000 detenidos por el Gobierno sirio en una región durante la guerra civil en un periodo de dos años y medio, desde marzo de 2011 a agosto 2013». Khadija, mientras se emociona recordando a su hermano, sostiene en su teléfono la foto que descubrió en estos archivos. «Quiero justicia para mi hermano», repite.Los desaparecidosEl asunto de los desaparecidos es unos de los mayores desafíos a los que se enfrenta la nueva administración y es una de las principales labores a las que se está dedicando el grupo de los Cascos Blancos . Fueron los primeros en entrar en Sednaya para identificar cuerpos y los primeros en trabajar para localizar fosas comunes en las cunetas que se expanden por toda Siria. Este equipo, formado por la sociedad civil, fue tildado durante el régimen de Al Assad de terrorista. Sin embargo, su labor siempre fue intentar ayudar a los sirios: lo hicieron durante los bombardeos y también durante el terremoto de febrero de 2023 en la vecina Turquía, que dejó más de 8.000 muertos en Siria.Durante años, trabajaron casi en la clandestinidad. Ahora, sus cuarteles generales son antiguas comisarías de la Policía de Al Assad, donde también se torturaba a los presos. Aún quedan restos de estas atrocidades: ganchos donde colgaban a los presos y látigos con los que castigaban sus cuerpos. En un recorrido por este cuartel general en el centro de Alepo, aún se pueden ver los restos de la dictadura de Al Assad. Sus carteles, que antes presidían casi cada pared de la ciudad con la cara del dictador, ahora son solo trozos de lona rota en el suelo que los miembros de los Cascos Blancos pisan entre risas. «Ya era hora de que acabara todo esto», dice el grupo que nos acompaña durante la visita por las salas de tortura del régimen de Al Assad. A las pocas horas de su caída, los sirios comenzaron a borrar los restos de su brutal régimen. Se derribaron sus estatuas y las de su padre, Hafez al Assad , se profanaron retratos y se saquearon oficinas gubernamentales, palacios y prisiones.«Lograr una paz sostenible exige rendición de cuentas», explica Khaled, portavoz de los Cascos Blancos de Alepo. «Debe hacerse justicia con los responsables de los crímenes, ya que la rendición de cuentas es un pilar fundamental de la estabilidad de largo plazo». Levantamiento de sancionesOtra de las labores en las que se están centrando en las primeras semanas de la reconstrucción son las minas antipersonas. «Hemos recibido numerosos informes de cuerpos pertenecientes a víctimas asesinadas por estas minas», explica Khaled. Determinar qué zonas están minadas, acotarlas y desactivarlas requiere medidas técnicas para las que aún no cuentan con materiales ni tampoco con instrucción. «La magnitud de la brutalidad del antiguo régimen es inimaginable», sentencia.La clave, quizás para que esta reconstrucción sea efectiva, está en el levantamiento de las sanciones que la Unión Europea y Estados Unidos impusieron al régimen de Al Assad. «Las sanciones son probablemente el mayor problema, ya que alimentan la mala situación económica, las condiciones de vida y la reconstrucción», comenta Dima Moussa, vicepresidenta de la Coalición de Oposición y cofundadora del Movimiento Político de Mujeres sirias. ¿Cuánto costará esa reconstrucción? Aún es temprano para hablar de cifras y, de momento, los esfuerzos se centran en recuperar una débil economía. Durante la guerra, la libra siria perdió el 99 por ciento de su valor y ahora se cotiza a 13.000 libras por dólar. Para comprar un café se necesita un fajo de billetes. «La UE y EE.UU. deben levantar todas las sanciones. Lo deben hacer si realmente se preocupan, como alegan, por el bienestar del pueblo sirio. Tenemos un país destrozado a todos los niveles y tenemos que reconstruirlo», explica la política. Lo que queda claro son los verdaderos deseos de la población. «Libertad, libertad» es la palabras que se escucha con más frecuencia después de cinco décadas de opresión y una brutal guerra civil.

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