Mucho se ha hablado del general invierno que hizo hincar la rodilla a Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler en Rusia . Y no menos de nuestra castiza península, pesadilla de la ‘Grande Armée’ gala durante la Guerra de la Independencia. Pero, aunque sorprenda, existe una región mucho más recóndita y menos conocida que, durante siglos, ha resistido los envites de grandes potencias con nombres y apellidos: Afganistán. Alejandro Magno dejó este mundo sin haber podido hacerse con ella; Gengis Kan se percató de que era ingobernable; Gran Bretaña sufrió para intentar dominarla –y solo lo consiguió durante un breve lapso de tiempo– y Mijaíl Gorbachov se vio obligado a retirar de su interior a las tropas soviéticas en 1988 después de una guerra de diez años que solo deparó muerte y derroche económico.La tumba de Alejandro MagnoEl origen de la primera gran conquista de Afganistán hunde sus raíces en el 331 a.C. En la batalla de Gaugamela , Alejandro Magno venció a las tropas persas y partió en persecución de su rey: Darío III. No tuvo tiempo de atrapar al monarca, pues fue traicionado y asesinado por un noble sátrapa llamado Besso en un vano intento por ascender al trono. «La reacción de Alejandro fue previsible: intentar aplastar a Besso antes de que su pretensión a la legitimidad real pudiera calar en las provincias del este», explica Hugo A. Cañete en su dossier ‘Alejandro y Afganistán. Reflexiones nuevas para una guerra vieja’.Alejandro inició entonces una nueva persecución contra Besso que le llevó, en este caso, al corazón de la actual tierra afgana entre los años 330 y 326 a.C. Narra el historiador Jules Stewart en el artículo ‘Afganistán inexpugnable’, elaborado para la revista ‘Desperta Ferro’, que el macedonio tomó la ruta más sencilla para llegar a la hoy ciudad de Herat: el camino que partía desde el este de Persia. Una extenuante marcha después estaba en su objetivo. «Al año siguiente siguió el cauce del río Helmand, al sureste de Kandahar, y luego se desplazó hacia el norte, a Kabul, en primavera», explica el experto.Noticia Relacionada estandar No La maldición que caerá contra aquellos que roben el tesoro más preciado de Felipe II en El Escorial Manuel P. VillatoroEn su ‘Historia de Alejandro Magno’, el historiador romano Quinto Curcio dejó constancia de cómo fue la conquista del territorio afgano para el macedonio. Y quizá la mejor forma de definirla sea con dos palabras: extensa y lenta. A cada paso que daba, el monarca se topaba con la enésima «tribu atrasada, extremadamente incivilizada incluso para los bárbaros». Unos pueblos conocidos también por su férrea resistencia a la autoridad y a la presencia de extranjeros. Aquella ferocidad, unida a la falta de alimentos y a la escasez perpetua de agua, convirtió el país del que hoy se marcha Estados Unidos en una trampa mortal.Cañete lo tiene claro. En la mencionada investigación afirma que, desde que inició la persecución de Besso a través del sur de Afganistán, el bueno de Alejandro tuvo que superar parajes con unos recursos, como poco, escasos. «Para mantener el ejército se necesitaban diariamente unas 225 toneladas de comida y forraje, así como unos 600.000 litros de agua», explica. Y aquello era un tesoro que Afganistán no podía darle. A pesar de ello, conquistó la región y vio como el pretendiente al trono persa era asesinado. Se podría decir que, aunque jamás logró domarlo, puso las riendas al país.«El macedonio fue hasta los más remotos confines de Afganistán y de sus salvajes fronteras. Dio caza a todos y cada uno de los rebeldes en su contra; estableció fundaciones militares en el territorio para sellar fronteras; repobló regiones enteras con colonos europeos y veteranos de sus ejércitos; asoló y quemó ciudades; castigó a civiles…», añade el autor. Esa fue la parte más inocua. A cambio, se zambulló de lleno en una región plagada de caudillos locales y se enfrentó a una guerra de guerrillas insostenible que desmoralizó a sus hombres. Ni dejar un ejército permanente de ocupación le ayudó a doblegar a aquellas gentes. La conclusión es que el rey de reyes no pudo marcharse victorioso.Caen los colososSiglos después de la muerte de Alejandro, han sido muchos los grandes militares que han tratado de conquistar Afganistán. Quizá el más famoso sea Gengis Kan , quien, como explica Stewart en su artículo, obligó a su población a refugiarse en las fortalezas. «Los mongoles, al menos, se dieron cuenta de que Afganistán era ingobernable, y que lo mejor era destruirlo, una tarea en la que se emplearon con asombrosa eficacia», explica. Este sanguinario líder fue el único que logró dominar la zona; aquello de la excepción que confirma la regla. Lo hizo a golpe de desangrar, de forma literal, a la población local en el siglo XIII. Sin embargo, no consiguió que aceptaran su control.Gran Bretaña no pudo tampoco dominar a este pueblo. El primer conflicto entre ambos comenzó en 1839, cuando el imperio británico envió a 16.000 de sus hombres a conquistar Kabul para evitar que Rusia se expandiera todavía más por la zona. El resultado fue un sonoro desastre; hasta tal punto, que la leyenda cuenta que solo sobrevivió un combatiente de todo aquel contingente. En 1878 los ingleses volvieron a intentarlo y, en este caso, el resultado fue satisfactorio. Al menos, hasta 1919. «Ese año, tras la tercera guerra anglo-afgana, y en el contexto del reordenamiento geopolítico que sucedió en la IGM, el país alcanzó su independencia», explican Juan Manuel de Faramiñán y José Pardo en ‘El conflicto de Afganistán’.No tuvo mejor suerte la Unión Soviética . El Ejército Rojo invadió el país el 27 de diciembre de 1979 con toda su panoplia de armas y hombres. Desde paracaidistas y fuerzas especiales, hasta el KGB . Lo hizo, según los expertos en relaciones internacionales, para evitar que Estados Unidos le arrebatara el territorio tras la derrota en Vietnam . Cosas de la política internacional. Como siempre, Rusia no actuó a medias. En menos de una semana 55.000 hombres ya se habían adentrado en la región, pero, una vez más, no fue suficiente. Durante los siguientes diez años comenzó un enfrentamiento contra la guerrilla islámica que desangró poco a poco al Kremlin.Noticias relacionadas estandar No Así luchaban Íberos: ¿por qué estos guerreros letales aterraban a las legiones romanas? Manuel P. Villatoro estandar Si Cuando la URSS admitió con vergüenza las barbaridades de Stalin Manuel P. Villatoro«La guerra se convirtió en el Vietnam de la URSS. No se le veía fin y la moral de las tropas se derrumbaba entre consumo de drogas y escaso rendimiento», explica John Swift en ‘La invasión soviética de Afganistán’. Al final, allá por 1988 comenzó la retirada de las tropas soviéticas del país. «Aquella guerra sentó las bases para la destrucción de la economía de la URSS y la desintegración del país», explicó el general Borís Grómov, el militar que dirigió la salida de las unidades. Como él, otros tantos oficiales confesaron que era imposible enfrentarse a las tácticas guerrilleras de los rebeldes locales. Combatientes que golpeaban en pequeños grupos para luego desaparecer después de haber envenenado el agua de los rusos.

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