Diario de un fraude electoral en Honduras: detrás de la victoria de Xiomara Castro

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Diario de un fraude electoral en Honduras: detrás de la victoria de Xiomara Castro

La votación debía haber comenzado a las seis de la mañana. Pero eran las siete y media de la tarde en el Centro de Educación Básica Especial de la colonia Humuya en Tegucigalpa, y ahí no había ni urnas, ni actas, ni papeletas. Solo caos.Honduras, país de 9,4 millones de habitantes en Centroamérica, vivió el domingo uno de los mayores desastres electorales en la historia reciente de Latinoamérica. Desde temprano, las irregularidades se acumularon: colegios sin material electoral, urnas que no llegaban, centros de votación que jamás abrieron… Lo que comenzó con desconcierto terminó en indignación.Lo vi de primera mano. ABC fue invitado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) a observar estas elecciones junto a otros medios y académicos internacionales. Y lo que encontramos fue una jornada plagada de irregularidades, confusión y sospechas de manipulación.Decenas de votantes, muchos ancianos, algunos en sillas de ruedas tras haber esperado desde la mañana, alzaban la voz, gritaban, exigían su derecho al voto. Hubo lágrimas, acusaciones de fraude, denuncias de un autogolpe. Era la primera vez, desde el retorno a la democracia en 1982, que estas personas se veían privadas de su derecho a votar.Noticia Relacionada estandar Si Los hondureños votan en unas primarias marcadas por las irregularidades Juan Diego Godoy | COrresponsal en Ciudad de Guatemala Más de 1,2 millones de personas ejercen su voto en unas elecciones en las que los protagonistas son la desorganización, la violencia y las denuncias por retrasos en la entrega de las papeletas electoralesY no era un caso aislado. En decenas de colegios electorales las urnas jamás llegaron. Los apoderados de los partidos —todos con primarias en juego— alertaban del desastre, pero el Consejo Nacional Electoral se lavaba las manos y apuntaba al Ejército, que tenía la custodia del material. Pero en muchos colegios de Tegucigalpa y San Pedro Sula, los militares jamás aparecieron.Cuando las urnas llegaron, lo hicieron de madrugada, cuando la votación debía haber terminado hacía horas. Mientras tanto, en redes sociales circulaban imágenes de urnas tiradas en cunetas, de autobuses abarrotados con cajas presidenciales repletas de actas y papeletas.De la sorpresa a la furiaLa sorpresa dejó paso a la furia, y la furia, a los disturbios. Hubo agresiones a observadores, barricadas, incendios de contenedores. El Ejército se desentendía, el Gobierno también. La entrega de las urnas, que debía estar asegurada por las Fuerzas Armadas, quedó en manos de empresas privadas que pasaron de alquilar camiones a improvisar autobuses sin escolta ni garantías. Solo en algunas colonias, como La Campaña o Rubén Darío, el material electoral llegó temprano: antes de las ocho de la mañana.Honduras es una democracia joven , apenas unos años más antigua que la española. En un país con una historia marcada por golpes de Estado, violencia y exilio, las primarias no son un simple trámite: son determinantes y reflejan la fuerza real de los partidos de cara a las generales de noviembre. Son, en la práctica, una primera vuelta de las elecciones generales.En esta elección, más caótica y cuestionada que nunca, los partidos intentaban demostrar su músculo electoral antes de los comicios finales. Si los resultados sirven de referencia, el oficialismo se impone, pero lo hace entre denuncias de fraude y total desorganización.El Partido Libre de Xiomara Castro impuso su maquinaria electoral, y su candidata, la ministra de Defensa Rixi Moncada, ya suma más de 268.000 votos, frente a los 203.000 de Nasry Asfura (Partido Nacional) y los 148.000 de Salvador Nasralla (Partido Liberal).Elecciones primarias e internas en Honduras para elegir a candidatos Integrantes del Ejército de Honduras brindan seguridad a la jornada electoral este domingo, en Tegucigalpa ( Honduras ). Las elecciones primarias e internas de Honduras para elegir a los candidatos a cargos de p EfeDenuncia de la oposiciónMoncada, como ministra de Defensa, tiene mando sobre las Fuerzas Armadas. El gobierno de Xiomara Castr o intentó desentenderse del desastre, mientras la oposición denunciaba fraude y abandono por parte del Consejo Nacional Electoral, uno de cuyos tres integrantes, llamativamente, es militante del oficialismo.En el colegio de la colonia Humuya, el voto debía efectuarse en un segundo piso. Nadie había previsto que se votaría de noche. En las escaleras, sin electricidad, un anciano de 91 años subía y bajaba, cada vez más furioso, cada vez más resignado. Había esperado todo el día y ahora lo tenía claro: no le iban a dejar votar.«Nos están robando el voto», decía con la voz rota. No era el único. Hondureños indignados denunciaban que el Gobierno estaba impidiendo la participación de votantes opositores, principalmente del Partido Nacional y del Partido Liberal.Los votantes, apoderados y presidentes de las mesas levantaron acta. «No se pudo llevar a cabo el proceso correspondiente», dijeron en el escrito, con firmas de testigos. Lo que debía haber sido una jornada electoral transparente se convirtió en una muestra de desorganización y sospecha. El problema ya no era solo la falta de urnas o las demoras, sino la duda inevitable de si fue incompetencia o una jugada deliberada. Los hechos son claros: las urnas no llegaron a todos los lugares, nadie se hizo responsable, y el oficialismo dijo haberse apuntado un tanto.El colapso tecnológico agravó aún más el desastre electoral. Por primera vez en Honduras, se implementaban dispositivos biométricos para identificar a los votantes, pero el desconocimiento técnico y la falta de preparación convirtieron lo que debía ser un mecanismo de seguridad en un nuevo foco de caos. Muchos operadores, asignados por los propios partidos, reconocían que no habían recibido suficiente formación. Se equivocaban, intentaban corregir, volvían a empezar. Cada fallo sumaba más retrasos.En el colegio Pablo Portillo Figueroa, en la colonia Nueva Suyapa, cuatro de las 16 mesas no habían podido tramitar un solo voto al filo de las once de la mañana. Los lectores biométricos simplemente no funcionaban. Los técnicos, en este caso del Partido Liberal, no sabían operarlos. Estos dispositivos, diseñados para escanear códigos QR y verificar identidades para evitar fraudes, terminaron siendo un obstáculo insalvable.Descontrol tecnológicoEl descontrol era total. En una de las mesas, tras horas de intentos fallidos, se decidió prescindir de los lectores biométricos y continuar con una verificación manual de los documentos de identidad, como se hace en otros países, incluido España. Pero en este caso, la custodia del voto era inexistente.ABC presenció a una mujer depositando cuatro votos en una misma urna en la mesa del Partido Liberal, sin que nadie lo impidiera. Al ser confrontada, la mujer alegó que era un error. La presidenta de la mesa, sin inmutarse, respondió que lo corregirían cuando se abriera la urna para el escrutinio. En semejante caos, los equipos de ese centro descubrieron que los votos de dos mesas habían sido depositados en la misma urna, lo que sin duda generaría un descuadre en el recuento final y abriría aún más interrogantes sobre la legitimidad del proceso.Lo que debía ser una elección limpia y organizada se convertía en un rompecabezas de errores, negligencia y sospechas de fraude.Estas primarias, que debían servir para medir la fuerza de los partidos, han dejado un reguero de irregularidades, acusaciones de fraude y un país completamente fragmentado.Es también uno de los más violentos. Según un estudio del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la tasa nacional de homicidios es de 34,5 por cada 100.000 habitantes, con un promedio mensual de 280 homicidios o 9 víctimas diarias. Eso explica que tras la pandemia hayan llegado unos 200.000 indocumentados hondureños a EE.UU. por año.Sueldos de 500 eurosEs también uno de los países más pobres de América Latina, con un salario mínimo promedio de unos 500 euros mensuales, unos 13.985 lempiras, que es la moneda nacional.El país ha vivido en los últimos años una transformación política. El expresidente Juan Orlando Hernández (JOH), del conservador Partido Nacional, fue extraditado a Estados Unidos en 2022 bajo acusaciones de narcotráfico y corrupción. Durante su mandato, Honduras mantuvo una postura alineada con Washington.En noviembre de 2021, Xiomara Castro, líder del partido izquierdista Libertad y Refundación (Libre), ganó las elecciones presidenciales, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar la presidencia del país y poniendo fin a una década de poder conservador. Es esposa de Manuel Zelaya , depuesto en un golpe de Estado tras alinearse con los regímenes comunistas de Cuba, Venezuela y Bolivia.Uno de los cambios más significativos de su Gobierno fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China, rompiendo los lazos históricos con Taiwán . Este movimiento refleja un giro en la política exterior hondureña y una creciente distancia con Washington.Recientemente, en Washington, políticos republicanos han solicitado a Donald Trump que considere un indulto para el expresidente JOH, argumentando que su extradición y condena fueron influenciadas por motivos políticos y que su Gobierno había colaborado con Washington en la lucha contra el narcotráfico.La víspera de las elecciones, Trump publicó un artículo en su red, Truth Social, en el que acusaba a Joe Biden de haber roto el acuerdo con JOH al extraditarlo y juzgarlo, después de haberlo usado para llevar a cabo operaciones de seguridad en Honduras.El destino de Honduras está en juego. Las elecciones de noviembre podrían definir si el país avanza hacia una consolidación democrática o si vuelve al ciclo de crisis y desconfianza en su sistema electoral. Lo visto en estas primarias no augura nada bueno.

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